TOPOS Y RESCATISTAS, ¡GRACIAS! RUBÉN OLVERA MARINES

22 septiembre 2017
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Como cada 19 de septiembre, desde hace 32 años, los habitantes de la Ciudad de México despiertan recordando aquel sismo que, pasadas las siete de la mañana, sacudió a la capital. Los más jóvenes o quienes no habitaban la ciudad en aquel momento, han hecho suyos esos recuerdos, y aprendieron a compartir la pena de quienes perdieron a alguien en aquel lamentable suceso.

Lo extraordinario es que junto a esas inquietantes imágenes, cada aniversario de aquel terremoto de 1985, regresan a la charla del desayuno de los capitalinos, y del país entero, los recuerdos de un fenómeno sorprendente, un hecho insólito, trascendente, que echó raíces en un caudal de colectivos sociales, convirtiéndose es la más efectiva herramienta de política pública que se conoce hasta hoy: la solidaridad.

La solidaridad no es un concepto técnico. Vamos, ni siquiera debiera de utilizarse como léxico en programas de gobierno o como slogan de partidos políticos. Al sugerir que la solidaridad es una forma de vida, no invocamos un cliché, al contrario, describimos el comportamiento humano ante la adversidad.

Dar, sin esperar nada a cambio, con la esperanza de salvar una vida, es la única retribución de quien es solidario. ¿Habrá en el mundo algo más valioso que eso?

Se engañan aquellos que pretenden describir la condición humana como lo hicieran los clásicos de la ciencia política: “egoísta y maximizador por naturaleza”. Equivoco histórico y empírico.

Los hechos, no la teoría, es lo que describe a los seres humanos. México y los rescatistas voluntarios y todos aquellos que apoyaron en el S-19-85, y ahora, con el flash backs acaecido días atrás, otra vez el 19 de septiembre,  luchadores que ponen en riesgo sus propias vidas para salvar otras, nos recuerdan, junto a los escombros, que el voluntariado, la unidad, el desprendimiento por un semejante, anulan la hipótesis del egoísmo, para dar paso a la realidad del hombre solidario.

Si tus ojos se humedecieron al presenciar el rescate de Paola en el Colegio Rébsamen, sabes en lo que estoy pensando.

Así que, como si el tiempo no hubiera transcurrido, como en el 85, los habitantes de la Ciudad de México, Morelos, Puebla y el Estado de México, y todos los que acuden desde otras partes del país y el mundo, lo están haciendo otra vez. Las causas humanitarias. Asumir la tragedia como propia. Salvar vidas. Ver morir. Acciones que reivindican la faena humana más esperada: la solidaridad.

De nuevo, la unión solidaria, dominó a las poderosas fuerzas de la naturaleza.

La sociedad no olvida, aprende, reconoce. Gracias rescatistas y voluntarios que salvan vidas en la tragedia.

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