Intercambio de cerebros: Escrito por Enrique Martínez y Morales.

27 abril 2015
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martinez1-300x233La migración no es sólo un derecho natural sino un fenómeno deseable. Gracias a ella se poblaron continentes y desarrollaron las sociedades y culturas que conforman el mundo contemporáneo.

El libre tránsito de personas comenzó a entorpecerse cuando las naciones se constituyeron y empezaron a delinear sus fronteras. Obstáculos naturales –ríos, lagos, montañas, cordilleras y océanos– fueron aprovechados como referencias para delimitar territorios. En otros casos, se dibujaron simples líneas imaginarias, reforzadas por muros y rejas.

Afortunadamente, estas disposiciones no fueron sinónimo de aislamiento. El comercio siguió floreciendo y los intercambios culturales fueron los principales promotores del progreso tecnológico.

Silicon Valley, área geográfica ubicada en el norte de California, se ha convertido en el enclave de las principales empresas desarrolladoras de tecnología, en el destinatario de un tercio de las inversiones en capital de riesgo norteamericano y en el centro económico líder en innovación a nivel mundial. ¿Cuál es su secreto?

Sin duda habrá muchos ingredientes, algunos debatibles. Pero hay uno incuestionable: la riqueza y diversidad de sus cerebros. Más de la mitad de la gente que trabaja en Silicon Valley es extranjera. La tolerancia a la diversidad étnica, social, religiosa y sexual propia de la zona, además de las oportunidades sin parangón ahí ofrecidas, es un cebo que atrae a las mentes más brillantes de los lugares más recónditos del planeta.

La exigencia del saco y la corbata es sustituida por la conveniencia y la comodidad de la bermuda y el huarache; los horarios laborales son poco convencionales. Lo importante son los resultados, no las formalidades.

Dos cabezas piensan mejor que una, y más cuando son de distinta nacionalidad. Con una visión diferente de las cosas, educadas con métodos alternos, se convierten en complementos perfectos.

En México se habla y se combate la “fuga de cerebros”, como se le conoce al éxodo de compatriotas ingeniosos y perspicaces, originado por falta de oportunidades. Claro que debemos retener a esas mentes, pero no menos importante es recibir a genialidades de otras partes del mundo.

Centros estratégicos de desarrollo tecnológico, como el de la industria automotriz en Nuevo León o la aeroespacial en Querétaro, empiezan a fomentar este saludable intercambio de cerebros.

¡Bienvenida a casa sea la inmigración de ideas!

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