Un oficio ingrato. Por Enrique Martinez y Morales

10 abril 2017
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Cuando de errores se habla, dicen que los arquitectos los exhiben, los abogados los encierran y los médicos los entierran. Yo añadiría: “y los escritores los eternizan”. La función del articulista, columnista y escritor en general es a veces muy ingrata: si se hace bien, nadie lo nota; pero si se incurre en un error, ya sea de forma o fondo, queda plasmado para la eternidad,sujeto al escarnio público.

Quizá por eso, Sócrates se negó a redactar sus ideas. Para justificar su postura, solía contar una leyenda egipcia recogida por Platón en su “Fedro”, en la que Tot, el dios inventor de la escritura, es reconvenido por el rey:

“Este descubrimiento tuyo creará una tendencia al olvido en el alma del que aprende, pues no usará la memoria; confiará en los caracteres escritos externos y no recordará por sí mismo. Oirá muchas cosas y no aprenderá nada”.

Tampoco escribieron un solo párrafo los grandes profetas de la humanidad, como Jesús, Buday Mahoma, tal vez siguiendo la doctrina socrática. Lo que sabemos de ellos es lo narrado por terceras personas.

Quien se aventura con la pluma para transmitir una idea, generar un juicio de valor o contar una historia, se juega su prestigio y su honor a cambio de unas cuantas monedas, en el mejor de los casos. Pero es gracias a estos valientes autores que el conocimiento se ha podido democratizar y la cultura transmitir, y eso, es invaluable.

Es sin duda un oficio ingrato, pero a la vez gratificante. Exige respeto en cada palabra, en cada línea que se plasma, además de disciplina y preparación, como lo consignó nuestro recordado Carlos Fuentes, primero “tienes que amar la lectura para poder ser un buen escritor, porque escribir no empieza contigo”.

Es cierto, como profetizó Sócrates, que en la actualidad oímos mucho y escuchamos poco. Pero no creo que la tinta sobre el papel sea la causa. No imagino a la humanidad, con sus logros y avances, sin la contribución de la palabra escrita. Mi reconocimiento a quienes aportan su talento y su bolígrafo para contribuir en sus respectivos campos. Con su trabajo, moldean nuestra historia y enriquecen nuestro mundo.

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