Las batallas legales por el poder en el partido de López Obrador se recrudecen

29 enero 2020
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Morena está perdido en su laberinto. El partido de Andrés Manuel López Obrador protagoniza desde hace meses una abierta y descarnada lucha por el poder. La formación hegemónica, que controla 20 de 32 legislaturas locales además del Congreso federal y gobierna siete entidades en México, ha encontrado dentro de sus filas la principal oposición. Las disputas intestinas le han impedido renovar su dirigencia desde noviembre de 2019. Un presidente interino fue elegido este domingo por los militantes del movimiento obradorista en un congreso extraordinario. El proceso, sin embargo, ha sido descalificado y le aguarda un pleito en tribunales que pretende derrumbar la decisión y alargar un conflicto entre las cuatro facciones que quieren hacerse con el control de la formación. 

Morena es objeto de deseo por el inmenso poder que ha concentrado en poco tiempo. Nació en 2011 como un movimiento social de López Obrador, quien lo impulsó mientras aún preparaba una campaña presidencial cobijado por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Se transformó en partido político en 2014. Y cuatro años después, con solo 319.000 afiliados, fue el mazo que rompió el tablero político mexicano en 2018. Logró 30 millones de votos en los comicios presidenciales. El resultado orilló a papeles testimoniales a partidos como el PRI, el PAN y el PRD, convertido en un cascarón después del trasvase de sus militantes al bando morenista. El resultado electoral también abrió las puertas al partido a 1.500 millones de pesos de financiamiento público en 2019, unos 82 millones de dólares. Morena es el partido más rico de México aunque está en vías de renunciar a parte de sus copiosos recursos.

El éxito repentino, sin embargo, ha provocado mal de alturas al partido de izquierdas. En octubre del año pasado, cuando se acercaba el Congreso del 20 de noviembre, el aniversario de la Revolución mexicana y la fecha elegida por el partido para escoger nuevo líder, comenzaron a aflorar públicamente las diferencias. En algunas asambleas preparatorias hubo fraudes, peleas a puñetazos y hasta cuatro heridos de bala en una reunión en Jalisco.

El malestar se ha agudizado en la antesala de 2021, cuando se celebrarán las elecciones más grandes de la historia de México. El próximo año será renovada en su totalidad la Cámara de diputados (500 asientos), 29 congresos locales, 15 gubernaturas y cerca de 2.000 alcaldías. Quien dirija el partido definirá miles de candidaturas y guiará al partido por este proceso, que será de consolidación o de fin del fenómeno.

Es esto lo que ha hecho tan difícil partir a Yeidckol Polevnsky. La presidenta del partido se ha enrocado en el cargo desde el año pasado, cuando debía dar un paso atrás para permitir un nuevo liderazgo. Su permanencia ha sido motivo de discordia, pero está afianzada momentáneamente porque tiene bajo su control a los comités estatales. Las voces críticas se hicieron oír este domingo. “Llevamos más de un año y medio de inactividad, de indolencia, de irresponsabilidad. No se ha hecho prácticamente nada para cumplir las tareas del partido desde que hicimos el Congreso Extraordinario de 2018”, dijo Héctor Díaz Polanco, encargado de la Comisión de Honor y Justicia de Morena. El político cree que Polevnsky está llevando a los militantes a una “crisis terminal”. O ella o nadie.

En un partido tan vertical, creado a imagen y semejanza de López Obrador, las figuras cercanas al presidente no podían estar lejos de esta disputa por el poder. Bertha Luján ha sido una de las mujeres que han acompañado al mandatario desde que era jefe de Gobierno del Distrito Federal, entre 2000 y 2005. Durante ese periodo, Luján fue contralora general. Años después, se convirtió en fundadora y secretaria general de Morena. Hoy es una de las aspirantes que busca suceder a Polevnsky. Y una de sus mayores críticas. Luján también ha denunciado el torpedeo legal que algunos militantes han instrumentado para evitar que el partido tenga nuevo líder.

Alejandro Rojas es responsable de una de esas estrategias legales. El político, senador suplente de Ricardo Monreal, uno de los barones del partido, también ha alzado la mano para dirigir el partido. Rojas es señalado como el autor de diversos recursos legales dedicados a empantanar el proceso sucesorio y cuestionar el padrón de militantes con el que se pretendía votar el nuevo liderazgo.

Este fin de semana, el diputado Alfonso Ramírez Cuéllar fue elegido como presidente interino de la organización. El legislador ha sido vinculado con la esfera política de Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, una de las gobernantes de Morena de más alto perfil. Ramírez Cuéllar fue en el pasado un bronco dirigente del Barzón, una asociación campesina, y ahora se ha convertido en el símbolo de unión y consenso que el partido busca meses atrás. Sus primeras palabras tras la unción quisieron sanar heridas. «Mi nombramiento es para organizar el proceso de elección de la dirigencia y restablecer la institucionalidad y de esta forma sacar al partido de los tribunales», dijo en una entrevista con el diario Milenio. Pero ese futuro es, de momento, poco probable. Polevnsky ya ha amenazado con impugnar la elección del domingo con el argumento de que no existía el quórum necesario y una sentencia de un tribunal electoral había dejado sin efectos el evento.

La trama en Morena se enreda día con día. Esto ha llevado al silencio a los principales actores del partido. Gobernadores, senadores y diputados han preferido callar antes de elegir bando. Este lunes, el presidente López Obrador incluso evitó las preguntas sobre el proceso. «No me corresponde, no tengo por qué participar en eso, les deseo a todos los partidos que resuelvan sus diferencias con el método de la democracia», afirmó el mandatario, quien parece cerca de desmarcarse del movimiento que creó como trampolín electoral. El método democrático es el que Morena ha buscado desde hace meses, pero parece haberse perdido en un laberinto.

Información de: el País

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