El plan de Ricardo Monreal para combatir la pobreza
Descubrir que en un país habitado por 126 millones de personas, más de 55 millones viven en situación de pobreza, debería ser suficiente para dejar claro que este es el problema público más importante y de máxima prioridad que deberán enfrentar las autoridades de los tres órdenes de gobierno.
Sería ocioso explicar que en México no habrá progreso, transformación o desarrollo si durante los próximos años no se logra reducir o contener el avance de este flagelo.
Sobran los diagnósticos acerca de las causas y la búsqueda de culpables de que la pobreza se expandiera hasta alcanzar el 43.9% de la población. El desafío está ahí, es mayúsculo y crece cada día. Por ejemplo, en 2021 CONEVAL reveló que de 2018 a 2020 el número de mexicanos en situación de pobreza y pobreza extrema creció en 3.8 y 2.1 millones, respectivamente.
Por supuesto que el paro económico provocado por la pandemia explica esta cifra, sin embargo, las autoridades no deberían excusarse en lo sucedido durante la crisis sanitaria o compararse, a manera de consuelo, con otros países en donde la pobreza creció en mayores proporciones. Tampoco sirve culpar al pasado, a quienes, por cierto, la historia y los votantes ya pasaron factura.
Todo lo contrario. Las autoridades en su conjunto, sin importar colores y niveles de autoridad, deberían enfocarse en implementar las políticas que han demostrado ser efectivas para combatir este mal.
No obstante que los programas sociales han sido de gran ayuda para atenuar los efectos presentados durante la crisis, frente a la magnitud de la caída económica de 2020 y los nuevos desafíos derivados de la inflación, la guerra y la sequía, los apoyos resultan, por obvias razones, insuficientes.
Porque, en efecto, algunos economistas han detectado señales de una “policrisis” con múltiples determinantes globales y locales, en donde la crisis económica provocada por la COVID-19 sería solo la punta del iceberg de problemas mayores, entre ellos la escasez de alimentos y el alza generalizada en los precios.
En definitiva, habrá que explorar acciones de mayor calado, tendientes a garantizar la seguridad social y, eventualmente, promover un ingreso mínimo para las personas en situación de pobreza. Pero también, y esta es la magia de la sostenibilidad de una política integral, tendrían que implementarse programas para la promoción del empleo y el desarrollo productivo en las regiones y sectores marginados del país.
En este espacio hemos insistido sobre la necesidad de que las autoridades y los líderes políticos construyan, a la brevedad, un gran acuerdo para diseñar una nueva estrategia y destinar mayores recursos para el combate de la pobreza.
Por lo pronto, el senador Ricardo Monreal Ávila, quien aspira a la candidatura presidencial por Morena, ha puesto una vara alta a sus compañeros de partido y algunos aspirantes de la oposición, al presentar recientemente en el estado de Chiapas una propuesta personal de combate a la pobreza, la cual convertirá en su bandera rumbo a las elecciones de 2024.
El ofrecimiento del zacatecano es interesante al reconocer el aumento de la pobreza en los últimos años. Además, sin soslayar el impacto económico de la COVID-19, admite la necesidad de ajustar algunas políticas implementadas durante la presente administración para contener el avance de las carencias sociales y la falta de oportunidades y, al mismo tiempo, fortalecer a la clase media.
Reconociendo al valor y la utilidad de los programas sociales y su elevación a rango constitucional, el líder de la bancada morenista en el Senado de la República va más allá, situándose en coordenadas recónditas de la política social, incluso algunas de sus propuestas coinciden con las discusiones que se ventilan a nivel internacional. Tales como el Ingreso Básico Universal, la Autosuficiencia Alimentaria, la Cobertura Universal en Salud y Seguridad Social y el Seguro de Desempleo.
Desde mi punto de vista, lo que faltó al senador Monreal fue profundizar en la forma en que se lograrán los acuerdos con otras fuerzas políticas para impulsar, en el marco de la pluralidad y el juego democrático, acciones sociales de mayor calado.
Tal vez porque el legislador es diestro en estos menesteres democráticos, pasó por alto una de las mayores limitantes de la política social de los últimos años: la falta de consensos.
De aquí en adelante, conforme los demás aspirantes den a conocer sus propuestas para el combate de la pobreza, ocuparemos el espacio para el análisis y las obligadas comparaciones.