AVISO DE CURVA Rubén Olvera

1 marzo 2024
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Saltillo, de metrópoli industrial a epicentro cultural 

Saltillo se ha convertido en una ciudad muy atractiva para vivir debido a sus abundantes oportunidades de empleo y su entorno seguro. Año tras año, la capital de Coahuila recibe nuevos residentes, seducidos por su rápido crecimiento industrial y la tranquilidad que envuelve sus calles.  

Como resultado, la metrópoli conocida como la “Detroit de México” en los años noventa, ha experimentado un rápido aumento de población y una sorprendente expansión urbana en las últimas décadas. 

Aquellos paseos familiares por la calle Victoria se convirtieron en recorridos de tienda en tienda bajo la comodidad del aire acondicionado de una plaza comercial. 

Los antiguos restaurantes del centro de la ciudad, donde alguna vez se disfrutaba de un buen un café, han sido remplazados por cadenas de comida rápida. 

El señero paisaje de montañas y llanuras también ha sufrido un cambio dramático, ahora dominado por fraccionamientos y fábricas por doquier.  

Hoy, con casi 900 mil habitantes y unos 370 mil automóviles en sus calles, Saltillo tiene un nuevo rostro. Sin embargo, esta evolución no debe invadir de nostalgia a quienes disfrutaron de aquella época. Sucede que los aspectos relacionados con la calidad de vida urbana han cambiado.  

En la sociedad actual, las personas dan gran importancia a las oportunidades laborales y a los indicadores de seguridad cuando se trata de construir un futuro estable para sus familias. En este sentido, Saltillo se distingue de otras ciudades golpeadas por la violencia y cuya economía se encuentra estancada. 

De hecho, en los últimos años la capital de Coahuila se ha convertido en uno de los municipios con mejor calidad de vida del país y por ende en uno de los lugares más atractivos para vivir. Así lo indican los rankings que evalúan la seguridad y la cohesión social. 

Sin embargo, en medio del esplendor industrial y la expansión urbana han brotado nuevos desafíos relacionados con la convivencia. Es justo reconocer que aquellos tiempos apacibles del antiguo Saltillo eran más propicios para disfrutar de la vida familiar y comunitaria. Este ambiente se caracterizó sin duda por un mayor compañerismo y cooperación entre residentes y vecinos. 

Por ello, las autoridades deben persistir en apoyar proyectos que fomenten la convivencia y el desarrollo cultural. Lograr que el anacrónico apodo de la “Detroit de México” sea reemplazado por una pronunciación más moderna que refleje las mejores condiciones de vida y seguridad que disfruta la población.  

En Saltillo, la promoción de la convivencia y el desarrollo social se han visto significativamente potenciados por diversas iniciativas recreativas, deportivas y culturales, entre ellas el Museo del Desierto, Parque Maravillas, Gran Bosque Urbano, Parque Mirador, Ruta Recreativa y dos biblioparques. Gracias a ello, las familias ahora cuentan con más espacios para convivir y ya no se limitan a la Alameda Zaragoza y la Ciudad Deportiva.

La ausencia de tales iniciativas puede haber sido el catalizador que transformó a Detroit de una ciudad prospera y reconocida a un símbolo de criminalidad, crisis y marginación. En su momento, su industria automotriz ejemplificó las bondades del capitalismo sin tener en cuenta el deterioro social y urbano que causaba. 

Las Naciones Unidas impulsan recientemente una nueva agenda urbana. Desde esta perspectiva, la simple creación de empleos y oportunidades es insuficiente para garantizar un entorno saludable y armonioso. 

Esta es la razón por la que ciudades industriales como Saltillo están obligadas a fomentar la integración y la convivencia social, creando espacios para la recreación y la cultura. 

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