
“Con dinero baila el perro”, reza el conocido adagio popular.
En un mundo materialista y consumista, se ha tendido a sobredimensionar la capacidad de los recursos económicos como estimulante.
Muchas empresas utilizan la remuneración como incentivo. ¿Pero es el dinero realmente tan importante como motivante?
Investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts encontraron que, para actividades mecánicas o manuales, efectivamente existe una correlación positiva entre el incentivo económico y el desempeño.
Sin embargo, también descubrieron que para actividades que requieren la participación del intelecto y la creatividad, condicionar el desempeño a la percepción económica afecta negativamente el resultado.
Los investigadores lograron inferir que cuando las metas planteadas son complicadas y el salario de los empleados depende de su productividad, éstos no explotan al máximo su creatividad al estar preocupados por su seguridad económica.
La única forma de liberarles su mente es otorgar buenos sueldos sin condiciones de cumplimiento.
Entonces, si el incentivo de pago por desempeño es perverso, ¿Cómo motivar a los empleados ejecutivos? Tres factores:
El primero es la autonomía o deseo de ser auto dirigido. Cuando se les permite trabajar a los empleados a su manera, sin limitaciones en formas, equipos u horarios, los resultados en innovación son sorprendentes.
Las oficinas de las compañías de software más exitosas se asemejan más a salones de fiestas que a centros de trabajo.
El segundo es la pericia. ¿Por qué la gente se especializa en un hobbie, en un instrumento musical o en un deporte, aún y cuando no le represente un beneficio económico?
Porque es divertido, porque es retador y porque ser experto en algo genera satisfacción.
El tercero es el propósito. Las compañías que tienen un propósito superior y no la maximización de utilidades como objetivo obtienen mejores resultados laborales.
Todos queremos participar en la construcción de un mundo mejor.
El perro no baila con dinero, ni siquiera con una amenaza.
Una caricia, una palabra de motivación o hasta una sonrisa, sobre todo si son sinceras, son el mejor estímulo que puede tener.