
Pozos y empleos
John Maynard Keynes —uno de los economistas más influyentes de la historia— sostenía que, en momentos de crisis, los gobiernos podían pagar a los desempleados para cavar pozos y luego taparlos. Lo importante no era la utilidad inmediata de la tarea, mucho menos ofrecer una terapia ocupacional para quienes estaban en paro. La apuesta de fondo consistía en poner dinero en circulación para reactivar el consumo y la producción.
Aunque esta idea suene extrema o desfasada —Keynes la formuló en 1936, tras la Gran Depresión—, sigue siendo válida como metáfora. O quizás sea más que eso, considerando el lento crecimiento del empleo en la actualidad.
No sorprende, entonces, que esos planteamientos resurjan hoy en círculos académicos e incluso en algunas agendas de gobierno. La cuestión es qué hacer y con qué recursos reactivar el mercado laboral. ¿Será que el economista inglés todavía guarda algunas respuestas?
Poco importa de dónde provengan las soluciones, siempre que sean más efectivas que las ensayadas hasta ahora. Sobre todo porque la Organización Internacional del Trabajo lanza una advertencia: la recuperación del empleo decente —digno y con protección social— va demasiado lenta, según su informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: tendencias 2025”. A ese ritmo, muchos países no reducirán en el corto plazo los déficits laborales que arrastran desde la pandemia.
La situación podría volverse crítica si la economía mundial sigue desacelerándose. El problema es que todo apunta en esa dirección, pues persisten factores que frenan el crecimiento: tensiones comerciales, cambio climático, deuda e inflación, señala el informe de la OIT.
Esta combinación es un cóctel explosivo cuyo principal ingrediente es la incertidumbre. Como resultado, la recuperación del empleo a escala global podría frenarse aún más. Las mujeres y los jóvenes serían los principales afectados, al ser los grupos más vulnerables en un mercado laboral deprimido.
En América Latina, incluido México, las perspectivas laborales son todavía más preocupantes. La región enfrenta circunstancias particulares: menor poder adquisitivo, pobreza laboral y bajos niveles de productividad, entre otros desafíos señalados por la OIT. Es decir, aunque se recuperen los empleos, estas dificultades limitan las oportunidades de los trabajadores para mejorar sus ingresos y su calidad de vida.
Para la OIT, el empleo es una de las principales preocupaciones globales de los últimos años. Y es cierto, porque mientras los economistas no inventen otra manera de crear riqueza y prosperidad, el trabajo seguirá siendo el motor de la economía y del crecimiento.
Sin embargo, por mucho que a Keynes le entusiasmaran las ideas poco ortodoxas, la realidad es que crear empleos no es una tarea sencilla; muchos gobiernos han naufragado en el intento. Se requiere mucha inversión, planificación y un entorno económico favorable. Sería mucha belleza que bastara con escarbar un poco para encontrarlos.
Tampoco se trata de improvisar ni de despilfarrar recursos en empleos artificiales o improductivos que disparen la deuda pública. Ciertamente, algunos gobiernos podrían verse tentados a hacerlo al interpretar literalmente a Keynes, pero esa visión, además de ingenua, pertenece al pasado.
La verdad es que la creación de empleos recae principalmente en la iniciativa privada y en el sector social. El Estado, por su parte, tiene la tarea, nada sencilla, de crear condiciones y estimular la economía.