Un Arbol.

4 julio 2015
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mini-Árbol-de-SabeduriaEsta, no es una historia común y corriente, ni empieza con un: «Erase una vez…» o un «Había una vez…»está historia, ni siquiera es historia, puros cuentos…dirían por ahí…pero el sábado por la mañana del mes de Agosto, un joven estaba tomando una taza de café y fumando un cigarro, el joven, al terminar su cigarrillo, tiró la colilla al pie de un árbol, y lo miró de arriba hacia abajo, asintió los hombros y se metió a casa, se dirigió a la cocina y se sentó a pensar, tomo un trozo de papel y un lápiz, lo miró e imaginó ser un árbol. Imaginó como su piel se escamaba y se endurecía, secándola con grietas que dolían cada vez que se cuarteaba o se partía, imaginó como sus piernas se juntaban hasta formar solo una, y una base troncosa que las unía haciéndola pasar por un tallo hasta convertirse en tronco, como sus manos extendidas ramificaban sus dedos y en la punta de sus uñas salían unas pequeñas florecillas que brotaban después en hojas verdes, su cara se desvaneció por completo hasta que sus ojos se hundieron y sus labios se perdieron entre las grietas del tronco, pero ahí seguía; de pie, quietecito, sin movimiento absoluto, el solo se quedó ahí parado, recibiendo la luz del sol por completo, era inevitablemente un árbol. Podía sentir algo que no se había dado cuenta que siempre ha estado ahí, en los árboles, como las pequeñas hormiguitas que trepaban y escalaban para llegar hasta la rama más alta y conseguir hojas frescas, contó cada una de ellas, eran cientos, quizás miles de hormiguitas que se le subían, podía prever cuando un ave iba a aterrizar en las ramas o anidar, como las uñas de las patas se encajaban en las ramas o en los troncos para sostenerse, escuchaba el piar de las crías, escuchaba el canto de los pájaros tras las hojas y sus ramas, podía sentir como la lluvia caía y la brisa del aire penetrar entre sus ramas, sentía que se movía con el danzar del viento, el también percibía como los niños trepaban su cuerpo y colgaban cuerdas para sostener los columpios, y se mecía con el vaivén del juego, y las risas de los niños no paraban, todo eso sentía el árbol, incluso cuando cortaban una hoja de sus ramas, le dolía, porque estaba vivo, le dolía por que sentía. Tardes y noches pasaron, y todo era monotonía, todos los días lo mismo, parado y solamente de pie, quizás semanas, o años y lustros, pero siempre de píe, hasta llegar el tiempo y la tarde que sintió un olor a quemado, a gasolina, y un rugir y estallido de un motor que asechaba la hora de su partida, sintió como lo cortaban y traspasaban la piel de su tallo, como el dolor de aserrarlo era insoportable hasta que cayó, y vio como su tronco pequeño quedaba enterrado en la madre tierra, trataba de succionar agua pero ya no podía, sabía que iba a morir, lo siguiente que pasó fue muy doloroso, lo cortaron en trozos hasta hacerlo cada vez más pequeño, lo metieron a un camión y lo llevaron a una fábrica, donde lo cortaron, le quitaron sus hojas, sus ramas, su tallo, hasta llegar a ser pequeños palillos amarillos con punta y hojas blancas que se llevaron. Los camiones distribuyeron por toda la ciudad los pedazos de lo que fue un árbol, ahora convertidos en lápices y cuadernos que los niños compraban, y uno de esos lápices, cuadernos y hojas fue adquirido por un joven, que un día tomaba café y fumaba un cigarrillo, mientras imaginaba ser un árbol…

Escrito por Ricardo Navarro

Twitter @elrikys

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