Los piratas del Caribe: Escrito por Enrique Martínez y Morales.

23 marzo 2015
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martinezSi bien la piratería se remonta a los orígenes mismos del comercio marítimo, fue durante el colonialismo europeo cuando se recrudeció como actividad generadora de ingentes riquezas.

Hubo piratas por todo el mundo, pero la explotación del oro y la plata americanas por parte de las coronas española, portuguesa e inglesa, concentró sus saqueos en las rutas que unían al Nuevo con el Viejo Continente, principalmente en el Caribe.

Los saqueos marítimos comenzaron a mermar los ingresos de los reinos afectados. Éstos descubrieron que era más conveniente gravar la piratería que combatirla. “Patente de corso”, fue el nombre de la licencia otorgada por la Corona para legitimar el pillaje en aguas internacionales, bajo la condición de respetar sus embarcaciones y compartir el botín.

Coexistían, pues, dos tipos de delincuentes navieros: los legales o corsarios y los ilegales o piratas. Fascinantes e increíbles historias de aventura se han entretejido a lo largo de los siglos con ese pretexto: tesoros escondidos, barcos fantasmas, islas perdidas y almas en pena.

Corsarios fueron Sir Walter Raleigh y Sir Francis Drake; del primero (el de los cigarros) se dice popularizó el tabaco en Europa, llegó a ser Parlamentario inglés e incluso disputó el amor de Isabel I, la Reina Virgen; del segundo que se convirtió en el azote de los navíos españoles, motivado por un sentimiento de revancha personal que encausaría hábilmente la Corona Inglesa para atacar a sus adversarios peninsulares.

(Jack Sparrow era un vulgar bucanero, surgido de la fértil mente de Walt Disney.) Delincuentes todos, al fin y al cabo.

Ejercida por corsarios o piratas, esta actividad causó un enorme daño al comercio internacional. Eran altísimos los impuestos al comercio en la forma de pago de primas de seguro, gastos en marineros armados y la constante pérdida de embarcaciones y mercancías.

El objetivo actual de la piratería no es el oro ni la plata, sino la riqueza intelectual. Los bucaneros modernos, algunos con “patente de corso”, como los chinos; otros simples piratas, como los que reproducen películas, confeccionan ropa o copian tecnologías sin autorización, hacen igual o más daño a la economía que sus ancestros marinos.

La piratería aniquila la inventiva, destruye incentivos y apaga la llama del ingenio. Reflexionemos dos veces la próxima vez que nos ofrezcan un artículo pirata; de lo contrario, seremos cómplices de los modernos filibusteros.

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