DOMINGO DE LEYENDA: EL CALLEJON DEL DIAMANTE (VERACRUZ)

29 diciembre 2019
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En la Ciudad de Xalapa, capital del estado de Veracruz, se encuentra un callejón cuyo nombre real es Primera de Antonio María de Rivera, mejor conocido como el Callejón del diamante, donde hoy día existen restaurantes, cafeterías, artesanos y tiendas muy concurridas.

La leyenda dice que, durante la colonia, vivía en ese callejón una joven criolla de gran porte y hermosura, cuyo esposo era un rico caballero español, noble y distinguido. Él quería mucho a su esposa y, cuando le pidió matrimonio, le obsequió una sortija con un diamante negro. La gente, extrañada por la exótica joya, aseguraba que era mágico. El esposo, entre risa y broma, solía comentar que el anillo tenía el poder de intensificar el amor del marido y le concedía el don de descubrir la infidelidad de la amada.

El caballero tenía un socio al que quería como a un hermano. Quiso el destino que entre la dama y el socio surgiera una pasión prohibida. El marido tuvo que hacer un largo viaje a la Ciudad de México y ella aprovechó para ir a casa de su amante, donde olvidó el anillo en una mesa cerca de la cama. Cuando regresó el caballero, conforme se acercaba a Xalapa, tuvo una sensación extraña de incomodidad y desasosiego, decidiendo llegar primero con su amigo, a quién encontró en su alcoba durmiendo una siesta. Lo primero que vio fue el anillo de su esposa. Sin hacer ruido, lo tomó y se dirigió a su hogar, desconsolado y con el corazón roto.

Al llegar, se dirigió a la habitación matrimonial donde encontró a su mujer, que lo recibió con un abrazo. La tristeza que aquel hombre sentía se convirtió en rabia y, enloquecido de celos, desenvainó su puñal y lo clavó en el pecho de la mujer, matándola casi al instante. La levantó en brazos y la llevó hasta su cama, ahí le arrojó el anillo, salió de su casa y nunca más se supo de su paradero.

Al poco tiempo, los vecinos empezaron a contar que, algunas noches, era posible ver la silueta de una mujer que caminaba apresurada por la callejuela. A veces, solo escuchaban la voz femenina que pedía a su esposo que la perdonara y, cuando algún valiente salía para verla, la silueta se desvanecía inmediatamente.

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