El reloj de la muerte del Hospicio Cabañas (Jalisco)

22 septiembre 2019
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El Hospicio Cabañas o como hoy es conocido Instituto Cultural Cabañas, es uno de los edificios más representativos de la ciudad de Guadalajara, se considera una de las muestras más importantes de la arquitectura neoclásica en México. En su interior se encuentran varios murales y gran parte de la obra del artista José Clemente Orozco, además en 1997 por su belleza arquitectónica e importancia histórica y cultural, fue declarado patrimonio cultural de la humanidad por la UNESCO.

Se construyó gracias a la intención del obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, de quien posteriormente recibe el nombre este edificio. Fue construido en 1796 como un albergue para niños desamparados y personas de escasos recursos; con la edificación de esta obra, en el año 1810 abre sus puertas como “Casa de la Caridad y Misericordia” cuya finalidad fue admitir ancianos, enfermos, pobres, lisiados, pero sobre todo a niños huérfanos para proporcionarles atención y una esmerada educación.

Fue así que en este edificio se dio albergue a los infantes desde ese momento, hasta principios de 1980 porque cambia sus funciones para convertirse en un espacio dedicado a las artes, los niños allí albergados fueron trasladados a nuevas instalaciones del mismo Hogar Cabañas.

La leyenda que en este espacio se da a conocer, surge en el periodo de atención a los niños sin hogar. Todo comenzó cuando se ordenó traer desde Europa uno de los primeros y más grandes relojes que se pondría en la fachada principal del Hospicio, justo encima del pórtico vestibular que adorna su entrada, con el propósito de agregarle estética al recinto que bien merecía un bello ornamento y también para que las personas que transitaban por el lugar pudieran saber con precisión la hora del día.

Durante las primeras semanas cuando se colocó el artefacto, todo transcurrió con normalidad, funcionaba a la perfección y cada 60 minutos hacía sonar unas campanas que anunciaban la hora del día, cumpliendo así su función.

Pero al poco tiempo esto cambió, el reloj comenzó a tener fallas, se detenía sin razón de un momento a otro y permanecía así durante algún tiempo; como se paraba, de igual forma, volvía a funcionar con total normalidad, sin ninguna causa aparente.

En principio nadie le tomó mayor importancia a este hecho, pero al paso de los días, quienes dirigían el lugar, encontraron rara la situación y comenzaron a prestar atención a esta falla para detectar si había algo que causara estas pausas en el reloj. Estas circunstancias empezaron a tomar un matiz siniestro provocando en el personal que habitaba las instalaciones, un aire de desconfianza e incertidumbre. La atmósfera del hospicio estaba cambiando, sin una razón lógica que pudiera justificar los hechos.

Tiempo después, al observar con atención la falla que tenía el reloj, varias de las monjas del hospicio se percataron de un aterrador suceso que les heló la sangre y que daría pie al surgimiento de esta leyenda. Cada vez que el reloj detenía su marcha por unos momentos, lo hacía también el corazón de uno de los niños albergados en este lugar; las circunstancias de las muertes eran distintas, pero la hora siempre coincidía con el cese de la marcha del reloj.

Fue entonces que, a petición de la gente que albergaba el hospicio, el reloj fue quitado de la
fachada del mismo en 1952 para no dar lugar a que estos sucesos siguieran ocurriendo.

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