AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

6 septiembre 2019
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Si quieres combatir la pobreza, no descuides el crecimiento

 

Andrés Manuel López Obrador conserva esa singular habilidad para hacer dudar a sus adversarios hasta de la misma existencia del sol. Polemista consumado, con pocas palabras, es capaz de provocar un largo y acalorado debate inclusive en los temas más duros y reservados para los “expertos” en economía.

Un presidente sin la maestría mediática que caracteriza a López Obrador habría tenido que invertir una enorme cantidad de recursos en publicidad y propaganda para posicionar en el público la idea de que el crecimiento del 0.0% en el PIB no es un asunto que deba preocuparnos demasiado.

Por primera vez desde que México se adhirió a la economía global y de mercado, el crecimiento económico ha dejado de ser un factor de interés para el gobierno. Al menos así lo dio a entender el Presidente cuando, al cuestionársele acerca del nulo crecimiento del PIB durante el segundo trimestre de 2019, respondió con un concluyente y gélido: “No me preocupa mucho el asunto”.
Por supuesto que el comentario del Presidente venía acompañado de un razonamiento que parece reclamar una redefinición de los planteamientos de la doctrina clásica de la economía, justo a partir de afirmar que “Crecer puede ser que beneficie a un pequeño grupo… pero ahora hay una mejor distribución del ingreso. La gente tiene más poder adquisitivo”.

Tras restar importancia al estancamiento del PIB en los dos primeros trimestres del año, de inmediato la polémica y el debate hicieron su aparición en columnas periodísticas, programas de opinión y en las redes sociales: “crecer para distribuir o distribuir para crecer, he ahí el dilema”.

AMLO lo hizo de nuevo. Luego de su intervención en la mañanera, las reacciones de los “expertos” no se hicieron esperar, sin embargo, tal y como AMLO lo pensó, los análisis y discusiones se centraron en cuestionar si el desarrollo y el combate de la pobreza requieren del crecimiento económico, alejándose de la discusión de fondo: las causas y consecuencias de un crecimiento del 0.0%.

Desde el punto de vista de los opinólogos y de la mayoría de los economistas más conservadores, el crecimiento es una condición sine qua non para impulsar el desarrollo y elevar el ingreso de la población. Para ellos, si el PIB se estanca o decrece por dos a más trimestres consecutivos, se presentará una crisis cuyos efectos se dejarán ver en el poder adquisitivo de la población de menores recursos.

Sin embargo, tras apelar al concepto de bienestar, serenos y confiados, sin disimular un ligero toque doctrinario en sus intervenciones, el punto de vista de quienes coinciden con el mandatario recoge aquellos planteamientos del economista Angus Deaton, Premio Nobel de Economía en 2015, relativos a que es posible mejorar el bienestar de la población en condiciones de pobreza aun en ausencia de crecimiento económico, ya que el PIB no incluye en sus componentes todos aquellos factores que aseguran el bienestar, la calidad de vida e incluso la felicidad de una nación.

En realidad, mi opinión es que las cosas no son así. El conflicto entre crecimiento y pobreza no debe echar raíces en México. Este trance, como todos aquellos que han paralizado el avance del país, se divide entre argumentos ideológicos que defienden filosofías que, hasta a sus mismos defensores, les cuesta trabajo sostener frente a la gélida realidad de los números: en este momento, México no está creciendo. Sin embargo, cuando creció, no fuimos capaces de combatir la pobreza y la desigualdad.

Cualquier conclusión que derive de tales planteamientos es injusta. La razón es porque ambos enfoques se encuentran desconectados de la economía real. Países como Corea del Sur, Irlanda, China, España, entre otros, lograron elevar el ingreso de la población gracias a promover importantes períodos de crecimiento sostenido.

Por otro lado, naciones que presumen haber reducido la desigualdad y combatido la pobreza, entre ellos Bolivia, Ecuador, Uruguay y Perú, destacan por haber implementado intensos programas sociales y políticas fiscales para redistribuir recursos a favor de la población en condiciones de pobreza.

En resumen, cuando se dice que el crecimiento del PIB no es importante para elevar el bienestar o cuando se asegura que por obra y magia del crecimiento la pobreza desaparecerá, se está afirmando que la economía es una cuestión de fe, no de la sapiencia.

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