“El poder, es como un violín. Se toma con la izquierda y se toca con la derecha”

Eduardo Galeano

Si desea mantener de aquí al 1 de julio de 2018 la ventaja que actualmente le otorgan las encuestas, Andrés Manuel López Obrador tendrá que superarse a sí mismo. Para sus detractores, el tabasqueño todavía conserva esa imagen evocadora de un México autoritario e indiferente a las exigencias de un mundo globalizado. Se piensa que al asumir la Presidencia, el país podría descender algunos escalones y dirigirse hacia un paraíso extraviado en el tiempo, enterrado bajo los escombros que algunas izquierdas latinoamericanas dejaron a su paso después de haber obtenido triunfos indiscutibles en las urnas, como las de Lula da Silva y Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Kirchner en Argentina y la de Nicolás Maduro en Venezuela.

Cierto o no, el discurso que alude peligro seguirá vigente en voces conservadoras, como una estrategia para frenar su crecimiento en las preferencias. Si en el pasado funcionó, las condiciones podrían refrendarse, sobre todo al calor de los fuegos que han dejado algunas izquierdas latinoamericanas, junto al denominado “momento populista”, que se piensa puede atrapar a los ‘morenos’. Sin embargo, en esta ocasión, el líder de Morena sostiene la sartén por el mango, con la oportunidad y la obligación de trazar una línea que deje de un lado el mito y del otro la claridez.

Tarea nada sencilla para el tres veces aspirante presidencial. El mito se alimenta de esa fotografía en donde López Obrador se adueña de la avenida Reforma, bloquea pozos petroleros, se muestra indiferente a los excesos del chavismo y modela su dedo índice como si fuera el “pueblo”, un gran elector que “todo lo sabe”, que no dialoga, que no escucha. A menos que logre removerlas, las sombras del autoritarismo y del populismo perseguirán sin tregua al  tabasqueño, comprometiendo su posición en las encuestas.

Dos elecciones previas, ambas con notorias posibilidades de triunfo, deberían ser suficientes para enriquecer la receta que ofrece López Obrador como estrategia para cambiar el rumbo del país. Él sabe perfectamente que si no logra transmitir certeza a los electores con una estrategia incluyente y apta para afrontar el entorno global, el 28 por ciento de preferencias no será suficiente para llevarlo a la Presidencia.

¿Cuál es esa estrategia discursiva que podría apuntalar el triunfo de López Obrador? El politólogo argentino, Héctor E. Schamis, nos ofrece una extraordinaria pista en una columna de 2015 titulada “Socialismo y democracia, Mujica y Petkoff”, que se resume en una frase: “observar las reglas del juego”. Dejar atrás las insinuaciones violentas y aceptar la normatividad constitucional, incluyendo el libre mercado y la propiedad privada como prontuarios del capitalismo, respetando en todas sus manifestaciones la voluntad de las mayorías. Podríamos sugerir a López Obrador que la claridez de su estrategia se fortalece al reconocer que, como escribe Schamis, la democracia y el capitalismo vienen en paquete, “no era (es) posible elegir un solo término de la fórmula”.

No se trata de emprender un corrimiento desesperado hacia el centro o a la derecha del espectro ideológico. La estrategia “cacha votos” suele complicar la alineación de un programa coherente de gobierno.

Sin claudicar a la idea de renovación, se trata de clarificar la receta. De ofrecer certezas como una izquierda responsable, moderna y democrática. Distanciada de los excesos del chavismo y vacunada en contra de los escándalos al estilo Brasil.

Cuando el entonces primer ministro británico, Tony Blair, propuso su famosa ‘Tercera Vía’, cargada de elementos económicos procedentes del liberalismo, se volvió popular un chiste lleno de simbolismos: Al llegar a un cruce en el camino, quien conducía el vehículo le preguntó a Blair: −¿Hacia dónde viro primer ministro? Y él respondió: −Enciende la direccional de la izquierda, pero da vuelta a la derecha.

Tu Opinión: [email protected]