MIGUEL RIQUELME ENTRE DOS ABISMOS RUBÉN OLVERA MARINES

16 junio 2017
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La actual situación política de Coahuila sólo tiene espacio periodístico para dos temas: por  una parte, la impugnación de la elección que realizó el frente opositor encabezado por Guillermo Anaya y, por la otra, las condiciones en las que, de no proceder la impugnación, Miguel Riquelme encontrará el gobierno tras 12 años de la era Moreira. Ambos asuntos en extremo provocadores. Uno y otro transcendentales para el futuro del estado.

Si no bastaron dos meses de campañas electorales, la disputa en los tribunales será lo más parecido a una guerra electoral, tanto por su beligerancia mediática como por lo incierto de su resultado. Es verdaderamente atractivo para los periodistas que no obstante Riquelme ya recibió la constancia de mayoría, aún no hay nada para nadie. Me parece que los analistas invertirán bastante tinta para el abordaje de este tema.

Pero, como dije, hay otra historia en el entramado político de Coahuila, igual de seductora para el análisis e inevitable para el debate. Ya te formulaste la pregunta ¿cómo encontrará Miguel Riquelme las finanzas del estado después de doce años de desenfreno financiero?  Lo mismo, ¿cómo hará el priista para gobernar con una Congreso mayoritariamente opositor? Y también, ¿cómo llamar a la reconciliación después de un proceso cuestionado y con una ventaja mínima sobre el más cercano rival?

Para hacer un buen gobierno en un estado en donde escasea el presupuesto y abunda la desconfianza, no basta con movilizar la estructura priista que proporcionó a Riquelme cerca de 500 mil votos. El discurso y las promesas pasarán a segundo o tercer plano. Pronto el lagunero se dará cuenta que a un pueblo dividido no se le gobierna con carácter, sino con política, mucha política.

La realidad se impondrá, y exigirá a Riquelme un modo apropiado de gobernar, sin patrimonialismos como en el pasado; periodo con el que se le pedirá romper e incluso confrontar.

Insisto, ¿cómo enfrentará Miguel Riquelme los problemas públicos de un estado cercado por dos abismos, uno presupuestal y el otro de legitimidad?

La crisis de legitimidad con la que lidiará Riquelme, no es más que el producto de una elección cerrada y cuestionada, aderezada por un Congreso que será controlado por la oposición, fomentada por un pasado que le costó al PRI de Coahuila más de 200 mil votos, y cuyo deslinde nunca llegó. Un voto opositor acumulado que suma más del 60 por ciento. Dramatizada por haber perdido en Torreón, ciudad a la que gobernó. Estos factores obligarán a Riquelme a colocar a la política como la máxima prioridad en la agenda de gobierno. Y te comparto dos asuntos adicionales: el tiempo que Riquelme debería dedicarle a preparar sus primeros meses de gobierno y a seleccionar su gabinete, tendrá que ofrecerlo a la defensa jurídica de la elección; y recuerde que el próximo año hay elecciones para alcaldías.

De este tamaño es el hueco que dejaron a su paso los excesos de un modelo encrespado de hacer política y las suspicacias de un proceso electoral competido.

Recientemente Miguel Riquelme aseguró haber entendido el “mensaje que dejaron las urnas” (repletas de votos a favor de la oposición). Por lo que, es predecible que en el ánimo de recobrar la confianza, el lagunero intente echar mano a la “cartera” de un estado exprimido hasta la última gota por la deuda.

Será en ese momento −cuando los impulsos populistas suban de intensidad−, que Riquelme se dará cuenta de la presencia del otro abismo, en donde los intereses de la deuda carcomen al gasto de inversión, los impuestos estatales resultan insuficientes para atender las necesidades básicas del estado, el Gobierno Federal se muestra indiferente, y donde el apalancamiento con nuevos préstamos parece ser la única salida del un enorme y oscuro hueco financiero.

La campaña más difícil que el PRI de Coahuila ha enfrentado en su historia, quedará como una minucia frente a los inconvenientes que Miguel Riquelme encontrará al momento de hacer gobierno. Neutralizar los problemas presupuestales y políticos, le demandará al lagunero una enorme capacidad de diálogo para escuchar y asimilar el mensaje explicito que dejaron las urnas.

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