Algo que vale la pena contar ALBERTO BOARDMAN

10 marzo 2017
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«Creo en la canción como género impuro, efímero, de taberna, de suburbio, por eso amo el blues, los tangos, el flamenco. Mis canciones quieren ser crónicas cotidianas, del amor, de la angustia, del exilio, de tanta sordidez acumulada que nos han hecho pasar por la historia.» Joaquín Sabina.

Después de ocho años sin grabar en solitario, un compañero habitual de la barra de acusados, irrumpe en escena levantando aún la mano. Joaquín Sabina publica por fin, el contenido completo de su más reciente producción: «Lo niego todo».

Lo que Sabina menos tiene, es amor por lo comercial. Para entenderlo, saborear sus letras y acordes, hay que dejarnos llevar por un viaje hacia lo profundo del lenguaje, virar por las hendiduras del pensamiento y llegar al fin a las arrugas del corazón. Sabina se renueva con canciones que agregan cierto dejo elegante de cosecha: la de las mejores experiencias ya vividas.

Como bien lo cuenta en el desarrollo de la pieza que da título al álbum, ha creado un recorrido por las diferentes etapas de su vida, tanto artística como personal. Pero ésta, no es la única de las doce que conforman el disco que ofrece pistas sobre su pasado.

El segundo sencillo «Lágrimas de mármol» posee un guiño apenas perceptible, que incluso, puede haber escapado a los más fanáticos sabineros. Al final de la melodía, cuando Joaquín cierra entonando «Viví para cantarlo», la guitarra que cierra el último acorde, nos remite inmediatamente tanto al tipo de instrumento, como al tono de riff característico, usado en su carrera en solitario por el ex- Beatle, George Harrison. Seguramente la insinuación está ahí por una razón. Quizá emulando los tiempos en que Joaquín iniciaba su carrera y pasó varios años en Inglaterra durante los años setenta, cuando una noche, en un bar denominado «Mexicano-Taberna», llegaría a «vivir para cantar» el clásico «Happy birthday» ni más ni menos que para el propio Harrison, quien a manera de agradecimiento obsequió al exiguo y naciente Sabina: un billete de cinco dólares. La historia oficial cuenta que el andaluz guardó por años aquella propina, como si se tratara de una reliquia familiar. Lo cierto es que, con la desfachatez propia que lo caracteriza, en una entrevista muchos años después, Sabina desmintió su propia leyenda y confesó: «En realidad esos cinco dólares, me los bebí aquella misma noche». 

En la filosofía de Sabina, una canción no debe quedarse muerta al ser grabada en un disco. Al contrario, debe seguir viviendo cantada por todos. Lo que ganamos con este nuevo material, es un después. Así, luego de una noche de parranda sabinera, a la mañana siguiente podremos continuar cantando: «Lo niego todo… incluso la verdad».

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.                                     Contacto: [email protected]  –  Twitter: @AlBoardman

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