Táctica y estrategia no son sinónimos. De hecho, sus significados son tan diferentes que cuando los comprendemos y las complementamos nuestras vidas pueden ser sustancialmente mejores.
En la milicia, estrategia es el arte de dirigir las operaciones militares globalmente con base en un fin superior y una meta general.
Por el contrario, las tácticas son las habilidades para alinear a los ejércitos, motivarlos, avituallarlos, atender los pormenores y las necesidades de la batalla.
Aunque creamos lo contario, la mayoría de nosotros somos tácticos y no estrategas.
Nos enfocamos en ganar la batalla que actualmente estamos peleando, muchas veces sin haberla buscado, sin pensar en las consecuencias ni su relevancia en el futuro. No lo sabemos, pero a veces perdiendo se gana y cediendo se avanza.
La única forma de ser realmente estrategas es elevarnos por encima del campo de batalla, pararnos en la punta del árbol para contemplar el bosque completo.
Se deben dejar de lado las pasiones que solo nos hacen reaccionar con la víscera para no perder de vista nuestros objetivos del largo plazo. Se requiere calma y paciencia.
Aunque el corazón se mantenga ardiente, mientras logremos entibiar el hígado y enfriar la cabeza estaremos en posibilidades de tomar mejores decisiones.
Así sabremos cuáles batallas dar y cuáles es mejor dejarse ganar en función de nuestra estrategia global. A veces es difícil no dar la lucha, el orgullo es mal consejero.
La estrategia tiene que ser sencilla, explicada en una sola frase. Debe ser aspiracional, construida en los anhelos del alma y de la mente y se visualiza en el largo plazo.
Es el fondo de nuestro deseo. La táctica puede ser más compleja y con múltiples aristas.
Se plantea en términos mundanos, pragmáticos y en el corto plazo. Son las formas con las que actuamos diariamente.
Si aún no tenemos definida nuestra estrategia, es buen momento de hacerlo. Solo así tendrá sentido nuestro actuar táctico por la vida.