Carlota de México y el emperador Maximiliano de Habsburgo pasaban largos tiempos apartados por lo que la única manera de comunicarse era por medio de cartas que se enviaban. El historiador Konrad Katz mencionó que existen más de 300 cartas que mantenían unida a la pareja. Lo cierto es que ambos se escribían de manera cariñosa, él le llamaba “Ángel bienamado”, mientras que ella abría las cartas con un “tesoro entrañablemente amado”.
Katz aclaró que dentro de sus investigaciones sobre Maximiliano el papel que ocupan estas cartas es muy importante y personal: “esas cartas se escribían en las ausencias, en los viajes, y son testimonio de la relación sentimental que no era desavenida, porque de otra manera no hubieran escrito tantas cartas. Se escribieron casi a diario. En México él estuvo ausente durante unos 200 días”.
“Es sobre todo una correspondencia personal. Son muy frecuentes, de uno y otro, aunque los contenidos son distintos. Maximiliano cuenta lo que pasa en los viajes, lo que hace, la agenda que tiene, cómo lo reciben con entusiasmo o lo que pasaba en cada caso. Ella está en México presidiendo los consejos de ministros, es muy enérgica y lo que falta de experiencia lo suple con derroche de energía. Ella está en el palacio y le hace sugerencias políticas”, comentó.
En la página 43 del libro de Katz Correspondencia inédita entre Maximiliano y Carlota, se menciona que en todas las cartas existe un tono de gran confianza y de cariño conyugal de la época, en la carta que escribe Maximiliano el 1 de febrero de 1860 se lee: “Hace ya 20 días que viajo por Brasil y si no fuera por la nostalgia por ti, mi vida y mi único y verdadero consuelo, sería completamente infeliz”.
La emperatriz por su lado, se preocupaba por la salud de su marido, en una carta se lee: “he pasado unos días amargos por mi angustia acerca de tu salud, para mí no tan cara, no eres como los otros hombres. Por ello, temo que siempre que te enfermes de modo diferente y más de lo que se dice. Ya ni siquiera sé si tienes cuerpo, pues el relato de tu viaje me llena de tanta admiración que te tengo por un ángel. Adieu tesoro adorado, te abrazo y casi no puedo esperar volver a verte, si realmente eres humano y no ángel y porque sólo soy feliz cuando vivo a tu lado”, escribió Carlota el 4 de septiembre de 1864.
El historiador también afirmó que había una creencia de que si acaso existía el amor en el matrimonio, éste estaba del lado de Carlota; sin embargo las cartas dan testimonio de lo contrario. Los componentes sentimentales como amor, dependencia emocional y profundo dolor por las separaciones, pertenecían al lado sensible de Maximiliano. Mientras que Carlota admiraba a su marido y lo apoyaba psicológicamente.
El 22 de diciembre de 1865 Carlota abre una carta con “Mi tesoro perfecto, entrañablemente amado: Por fin puedo volver a escribirte de nuevo y agradecerte las muchas y cariñosas cartas que encontré aquí amontonadas. Me han alegrado profundamente tu alabanza y tu satisfacción, casi me avergonzaron de puro orgullo”. Y cierra con: “Abrazándote cariñosamente y con verdadero amor, quedo por siempre tu Carlota”.
Se conoce que los últimos días de Carlota fueron en la locura y el olvido, incluso después de ser fusilado Maximiliano ella le seguía escribiendo cartas. Entre febrero y junio de 1869 redacta cientos de cartas, entre ellas 20 a Napoleón III y 245 al oficial francés Charles Joseph Marie Loysel, pero su corte no las envió nunca.