Alguna vez algún funcionario de primer nivel dijo que la mejor política industrial para un país es que no exista política industrial.
Si bien es cierto que la expresión es maniquea e imprecisa, también debo conceder que lleva algo de razón.
Aunque en los países libres esas decisiones las toman las empresas, los gobiernos pueden influir ofreciendo estímulos fiscales, proporcionado terrenos y facilitando trámites, aunque eso no es lo más importante para los inversionistas.
Si el país y las entidades federativas quieren atraer inversiones deberán poner atención en los siguientes puntos:
Paz laboral. Que los sindicatos sean sanos, éticos, justos y responsables. Que exista la voluntad de dirimir los conflictos laborales y minimizando las huelgas.
Estado de derecho. Que el marco normativo sea adecuado, las leyes se respeten y los contratos se cumplan. Que la ley no haga excepciones ni tenga favoritos.
Seguridad pública. Los empresarios no solo buscan lugares seguros para invertir con el objetivo de no poner en riesgo sus activos, sino también a sus trabajadores y a sus familias.
Mano de obra calificada. Cada vez las empresas demandan trabajadores más capacitados y eficientes. La calidad educativa es importante, pero también lo es la cultura laboral y la actitud de la gente.
Infraestructura adecuada. Que los accesos, las carreteras, los aeropuertos, los libramientos y puertos fronterizos sean eficientes para facilitar los procesos logísticos de las empresas.
Facilidades técnicas. Que exista proveeduría local suficiente y parques industriales bien ubicados, con naves disponibles, y que cuenten con las factibilidades necesarias de suministro de agua, drenaje, internet y energía eléctrica, entre otros.
La existencia de servicios secundarios de calidad, como los financieros, de transporte y cadena de frío, y clústeres propios de su industria.
Amenidades y atracciones. Que existan centros comerciales, restaurantes variados e infraestructura de esparcimiento para que ellos y sus empleados tengan una mejor calidad de vida.
El ofrecimiento exclusivo de disponibilidad de recursos naturales dista mucho de ser suficiente para atraer inversiones deseadas.
Hay que hacer la tarea y trabajar en la receta completa, como lo hacen estados como Coahuila.