Escondida en una casa de la Ciudad de México se encuentra Burroculto, una librería secreta que resguarda aproximadamente 15 mil libros antiguos, entre los cuales están primeras ediciones y ejemplares autografiados. Muy pocas personas conocen la ubicación de este sitio repleto de tesoros literarios.
Su dueño, Max Ramos, confesó aque la idea de montar una librería de este tipo no fue del todo suya. El secreto se comenzó a tejer desde de la década de 1990 cuando los clientes frecuentes de El Hallazgo -el primer negocio que el librero montó- comenzaron a demandar acceder a los libros más raros que estaban seguros él tenía ocultos.
A las voces de los que buscaban ver títulos que no estaban exhibidos en El Hallazgo se sumaron las de aquellos que buscaban más intimidad, quepedían a Max bajar la cortina para poder disfrutar de su búsqueda en soledad mientras bebían vino o café.
Fue hasta 2006 que este lugar secreto recibió como nombre el juego de palabras Burroculto. Max supo de inmediato que no quería que los libros estuvieran en un departamento de recién construcción, su deseo era que quedaran al resguardo de un casa que también evocara el pasado.
Así fue que las joyas literarias terminaron en una casona antigua perdida entre las calles de la Ciudad de México, para llegar a ella se requiere sacar cita con Max, quien atiende a los visitantes de Burrocultocomo si fueran sus amigos.
“Casi lo comparo con una cita amistosa de grandes amigos en donde te comprometes a dar de ti la mejor atención que puedes al otro, ser un buen escucha, extender un café, una copa de tinto, un mezcal y que a la par eso vaya fraguando la estancia del visitante lo mejor que nosotros creemos”
Las estanterías de esta librería secreta son un homenaje a escritores y artistas de tierras aztecas, ya que gran parte de los ejemplares que resguarda son de literatura, arte, historia, arquitectura y fotografía mexicanas. La filosofía, el ensayo, la poesía, el teatro y la novela conviven en los estantes.
Entre los libros de gran valor histórico y monetario de Burroculto estuvo una colección de obras que se editaron en 1910 para conmemorar los cien años de la Independencia de México y otros tesoros de esta época, que juntos se vendieron en aproximadamente 600 mil pesos mexicanos.
La colección de Max se vendió junto a 35 menús donde se detalla los platillos que se sirvieron en la noche de celebración de la Independencia en presidencia, en los congresos locales de estados y en algunas embajadas; así como con un conjunto de banderas -aproximadamente 40- con las que el pueblo se unió a la lucha, pertenecientes a dos amigos suyos. Todo eso lo dispusieron en un arcón revolucionario.
No es un logro del que Max se siente especialmente orgulloso, ya que no se convirtió en librero por ambición económica. En cambio admitió:
“El dinero para lo único que me gusta es para comprar libros y para comer, en ese orden”
Además, Burroculto es hogar de tesoros perdidos, aquellas cosas que lectores dejaron olvidadas, muchas veces entre las páginas de los libros. En palabras de Max, se trata de “la folletería, los mapas, la opuscular, la obra pequeña, que es delgada, que no pesa”.
Conservar y exhibir este tipo de antigüedades no es sencillo sino que requiere de la ardúa labor de Max y de su equipo, que escogen y reparan cuidadosamente ejemplares de bibliotecas personales que sus dueños ponen en venta.
“Parte de la puesta en escena es saber hacer el montaje del estante, tratar de presentar los mejores libros, en el mejor estado que se pueda y además con las mejores temáticas”
Coser, reparar y proteger las tapas con plástico sin alterar la esencia del libro son algunas de las tareas que el encuadernador realiza antes de que sea colocado en las estanterías. Algunos ejemplares incluso pasan por las manos de un restaurador que lleva a cabo a una intervención mucho más especializada, delicada y costosa.
Es ante la complejidad del proceso previo a la llegada de los ejemplares a Burroculto que Max mencionó: “Uno quisiese que el lector se maravillara con cada uno de los materiales y siempre uno está expectante de que se cumpla la función que uno hace como librero de estar a la altura de cada uno de los lectores”.
Pero, pese a ese deseo que cumplir con las expectativas del lector, Max confesó: “Yo me siento ya después un poquito vacío, anodadado y un poco tristón porque las cosas se me escapan de las manos”.
Desde que comenzó su camino como librero con El Hallazgo advirtió la dificultad de dejar ir libros de gran valor para él. De esa época recordó:
“Me di cuenta que me enojaba mucho que la gente tocara los libros porque yo abrí la primera librería con mis propios libros, entonces llegaba la gente, los tocaba y yo siempre quería darles un manotazo”.
Sin embargo, son sensaciones que ha aprendido a manejar, en parte mediante la estrategia de conservar algunos títulos por una temporada y después, al sentirse listo, ponerlos en venta.
Actualmente es consciente de que dejar ir primeras ediciones, libros autografiados y demás joyas de Burroculto es parte de su trabajo. “Yo como librero vivo de esas pequeñas autotraiciones”, afirmó.
En cuanto al tipo de vistantes de Burroculto, Max señaló que la librería no está cerrada para nadie, aunque llegar a ella es para los que se atreven a dejar que la curiosidad los lleve a investigar su ubicación.
“Hay que dejar siempre abierta la cerradura para que la gente pase. Aquí de lo que se trata es de un juego: atrévete a preguntar, atrévete a llegar, abre la puerta, no va a pasar absolutamente nada”
A Max es posible encontrarlo en cualquiera de las seis librerías que tiene actualmente, aunque no en un horario específico. Respecto a esto indicó: “Yo paso más tiempo donde hay libros que no he visto”, por lo que podría estar en Mula Sabia, La Niña Oscura, Jorge Cuesta, Papelitas o en ninguna de ellas.
“A veces es parádojico porque la nueva librería, Papelitas, es parte de la casa que yo rento y hay semanas enteras que no paso”, comentó.
Pero sin duda siempre está rodeado de libros, ya que si no está en sus librerías está en bibliotecas personales o en la suya, la cual tiene un par de años que montó.
“Es realmente una especie de locura en el que estoy. Yo solamente huelo y percibo el papel, las tintas, eso es lo único que me interesa en el mundo”, concluyó.
Información de: Infobae