Historia del brutal crimen de una chica de 15 años y el hijo del poder ligado a los Kennedy que sigue libre

11 octubre 2023
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Martha Moxley fue hallada asesinada en la víspera de Halloween en un exclusivo barrio de Greenwich, Connecticut. A la joven le destrozaron la cabeza con un palo de golf. Todas las sospechas recayeron sobre Michael Skakel, cuya familia está ligada al ex presidente de Estados Unidos. Todo el entramado judicial que permitió la impunidad del atacante a 48 años del hecho.

Son las 18.30 cuando Martha Moxley (15) se hace un sándwich de queso y lo come a las apuradas. Se pone su parka azul, sabe que está fresco y que la temperatura va a descender, avisa que volverá a las 22 horas y sale de su mansión en el número 38 de la calle Walsh Lane, en el exclusivo barrio Belle Haven, en Greenwich, Connecticut, Estados Unidos. Es un vecindario majestuoso, seguro y donde todas las poderosas familias se conocen. El barrio reúne unas ciento veinte casas. Aquí lleva décadas conviviendo lo más selecto de la sociedad norteamericana.

Es el jueves 30 de octubre de 1975, víspera de Halloween, y se festeja lo que se llama la Mischief Night (Noche de travesuras). La adolescente está feliz porque acaban de quitarle sus brackets y luce una sonrisa perfecta, impecable. Se junta con su amiga Helen Ix y luego se les suma un vecino de 11 años, Geoffrey Byrne. El trío comienza a circular por las calles tocando los timbres de las mansiones y haciendo bromas inocentes. Tirar huevos y colgar papel higiénico en los árboles de los parques es algo tolerado en una noche como esta.

Entre las imponentes casonas, construidas sobre terrenos enormes que ostentan autos deportivos en sus entradas arboladas y piletas y yachts en los muelles traseros, se escuchan risas y diversión. Los hijos de los ricos destilan alcohol a carcajadas mientras deambulan por sus jardines.

Los tres terminan yendo en frente, a la mansión estilo Tudor de los Skakel, pero los siete hermanos no están allí. Son recién las 20.15 y ellos han ido con su nuevo tutor a comer al club de Belle Haven ya que su padre, el dueño de casa, se encuentra en una cacería. Siguen camino hacia la casa de la familia Moukad, en Otter Rock Drive. Allí Martha come un helado y se les une otra amiga, Jackie Wetenhall. El cuarteto deja la vivienda de los Moukad y vuelven a la casa de los Skakel. Para ese entonces eran las 21.10 y ya todos habían regresado de comer. Se quedan unos veinte minutos bebiendo y jugando. Jimmy Dowdle (17 y primo de los dueños de casa) toma unas cervezas con Michael Skakel (15) y John Skakel (16). Martha coquetea con Tom Skakel (17). Se besan. Una amiga los ve caer detrás del cerco de plantas.

La familia Skakel en su lujosa casa de Greenwich (Pool Photo/Getty Images)

Son pasadas las 21.30.

A las 2 de la madrugada del 31, al ver que Martha no ha vuelto a la hora prometida, su madre Dorothy Moxley llama a la casa de Helen para preguntar si está con ella. No lo está. Se sienta a esperarla en el sillón, mirando por la ventana que da al frente. Se queda dormida. Cuando se despierta ya ha amanecido. Va directo al cuarto de su hija, pero ve la cama hecha. Martha no ha regresado. Asustada, se comunica con la policía. Al principio, las autoridades no se muestran preocupadas, piensan que la adolescente puede haberse quedado a dormir en alguna de las casas de sus amigos. Dorothy, en cambio, está muy inquieta. No es algo que Martha haya hecho antes. Sale con su hijo John, por el barrio, a tocar timbre por timbre. La primera casa que visitan es la de enfrente, la de los Skakel. Los atiende Tom y les dice que no sabe nada de Martha. Al rato todos la están buscando.

Dos horas después, una compañera de colegio es quien encuentra su cuerpo en la misma propiedad de los Moxley, en una zona de árboles, debajo de un gran pino. Está a solo 180 metros de la puerta de entrada de su casa. Se ve su pelo rubio pegoteado y tiene la cara contra el suelo contra el charco que se ha formado con su propia sangre. Su ropa interior y sus jeans están a la altura de sus tobillos. Su cabeza ha sido destruida a golpes. Su sonrisa impecable es una mueca. En su mocasín izquierdo se puede leer escrita la palabra Tom.

Un hierro de golf: el arma mortal

Los peritos forenses dictaminaron que Martha no había sido abusada. Debido a la ausencia de marcas defensivas, establecieron que la habían atacado por sorpresa. El primer golpe habría sido directo a su mandíbula y habría caído inconsciente. Luego de más golpes feroces y el apuñalamiento, su cuerpo inerte fue arrastrado por su victimario entre 50 y 80 metros más hasta ser dejado debajo del pino, cerca de la casa de sus padres.

Ningún vecino escuchó gritos. Tampoco ladridos de perros.

No fue difícil identificar el arma asesina: cerca del cadáver había tres de los cuatro trozos en los que se había partido un hierro de golf número 6, de un juego femenino de la marca Toney Penna. Faltaba la cuarta parte, justo la que tenía el grip donde deberían estar las huellas dactilares del agresor.

En la cabeza de la joven había incrustados trozos de metal. No sólo había recibido drives mortales sino que su homicida había tomado una sección del hierro con punta afilada para apuñalarla en el costado de su cuello.

Había sido un ataque salvaje que estimaban había sucedido entre las 21.45 y 22.

Dorothy, mamá de Martha, que luchó toda su vida por encarcelar al asesino de su hija (Photo by Catrina Genovese/Getty Images)

Siguiendo el rastro del arma asesina llegaron a la vecina casa de los Skakel donde había un juego de palos de golf de esa marca al que le faltaba justo el hierro 6. ¡El palo de golf pertenecía a la élite reinante del lugar, quienes vivían en la mansión de enfrente de los Moxley y llevaban tres generaciones en la zona! Vaya tema. La dueña de esa bolsa de palos era Ann Reynolds Skakel, madre de siete hijos, pero ella había muerto dos años antes, a los 41 años, por un cáncer cerebral. ¿Quién había utilizado su hierro 6 para cometer semejante atrocidad?

El barrio estaba estupefacto. La prensa enloqueció con los condimentos del caso: un crimen entre millonarios intocables donde parte de la trama eran los Skakel, los dueños del imperio del carbón emparentados con los Kennedy.

La policía no tuvo más remedio que poner la mira en la casa del viudo Rushton Skakel y sus siete hijos: Rush Junior 19; Julie,18; Tom, 17; John ,16; Michael, 15, David ,12 y Stephen, 9. De la troupe Skakel había dos que eran del grupo de amigos cercanos de Martha: Tom y Michael. No parecía haber demasiado misterio. El arma había salido de allí, ¿el asesino también?

La primera persona considerada de interés por la policía fue justamente Tom Skakel. Era el último que la había visto con vida a la víctima y había estado coqueteando con ella. Pero Rushton rápidamente movió influencias y prohibió que pudieran investigar en el colegio al que asistía su hijo, blindó a la familia y dejó de cooperar. El poder de los Skakel empezaba a proyectar su amenazante sombra sobre la investigación.

El juez a quien le tocó el caso no pidió el allanamiento inmediato de la vivienda. Después de todo los Skakel estaban vinculados con los Kennedy. Ethel Skakel, viuda de Bobby Kennedy ex senador de los Estados Unidos y hermano del que fuera presidente, era la matriarca del clan más poderoso del país y nada menos que la tía paterna de los chicos Skakel.

Claro que los Skakel no eran chicos ejemplares. Sobre todo Michael quien, desde la muerte de su madre, se había vuelto el más ingobernable. Pésimo estudiante y sumamente belicoso solía tener ataques de ira en público.

Michael Skakel cuando estuvo detenido por el crimen de Martha (Photo by Pool/Getty Images)

Pese a esos detalles interesantes, el juez miró para otro lado. La policía se centró en investigar al tutor de los chicos que había sido contratado un día antes del crimen por Rushton Skakel, quien estaba desbordado con su prole. El joven llamado Kenneth Littleton (23) se había instalado en la caótica mansión para ayudar a educarlos y conducirlos. Esa noche fatal Rushton se encontraba en un viaje de caza y los siete habían quedado a cargo de sus varios empleados. Además de Kenneth, estaba la cocinera, la casera y el jardinero. Era sabido en el barrio que quienes cuidaban a los Skakel debían soportarlo todo. Hasta golpes y malos modos.

Aunque para cualquier investigador avezado el ensañamiento con el cuerpo y la cabeza de la víctima hubiera indicado un crimen de índole sumamente personal, aclaremos que Kenneth Littleton no había llegado ni siquiera a conocer a Martha, los detectives lo colocaron en la mira. Era más cómodo investigar a un don nadie que a la alcurnia de la zona.

Kenneth fue despedido de su trabajo y la investigación sobre él hizo que perdiera también otros empleos en colegios de élite y que su vida entrara en un espiral descendente. A nadie le importó.

Martha Moxley fue enterrada en el Cementerio Putnam de Greenwich, en el estado de Connecticut, entre estupor y lágrimas. Los encumbrados habitantes del lugar seguían sin poder creer que esto hubiera ocurrido en su tan protegida comunidad.

Pese al asombro general no hubo resultados en la investigación. Nadie fue inculpado y el caso terminó languideciendo por décadas.

Ricos en problemas

Martha Elizabeth Moxley nació el 16 de agosto de 1960 en San Francisco, California. Los Moxley se instalaron en Belle Haven dieciocho meses antes del homicidio. Martha era una excelente estudiante del secundario de Greenwich al que también acudía su hermano mayor John. Su padre David era la cabeza de Touche Ross en Nueva York, una consultora internacional y la noche fatal asistía a una conferencia en Atlanta.

Una imagen de la portada del diario de Martha donde se hallaron pruebas de la relación de la chica con los Skakel

Los Moxley tuvieron siempre la convicción de que el asesino de su hija era alguien de la casa de los Skakel. Jamás creyeron que el culpable fuera el tutor ni algún otro desconocido: “Desgraciadamente, toda la atención se centró entonces en Tom (Skakel) y en el tutor de los chicos. Eso era algo totalmente increíble dado el problemático pasado de Michael, que no era ningún secreto para nadie”, explicó Dorthy Moxley. Pero el iracundo y flaco Michael Skakel (15) no integró ninguna lista de sospechosos, tenía una coartada “perfecta”: estaba viendo televisión en otra casa a kilómetros de allí

En sus primeras declaraciones a la policía Michael dijo haber visto a Martha, a Helen y a Geoffrey en su jardín y que los hizo entrar. Luego se había subido con sus amigos al auto de su padre, un Lincoln Continental que estaba estacionado al lado de la cocina, para escuchar música. “Martha era mi amiga. Me hubiera gustado besarla, pero me hubiera gustado besar a cualquier otra chica en ese momento”, deslizó. Con 15 años Michael no era para nada corpulento sino más bien pequeño: “Martha era de mi tamaño, me podía haber pateado en el trasero”, diría años después como defensa y aseguró haber estado en lo de su primo viendo una novela.

Tom Skakel, por su lado, le dijo a los detectives que entre las 21.15 y 21.20 había salido de la casa para buscar en el auto de su padre un cassette y se subió en el asiento trasero, detrás de Martha. Pero luego Rush jr Skakel, John Skakel y su primo Jimmy al terminar su partido de backgammon fueron hasta el auto y dijeron que tenían que usarlo para llevar a Jimmy hasta su casa donde verían un programa que se emitía a las 22 horas. Estaban apurados. Michael invitó a Martha a ir con ellos, pero ella se negó. Prefirió quedarse.

Según los testigos en ese auto se fueron todos menos Martha Moxley, Helen Ix, Geoffrey y Tom Skakel. Esto fue confirmado tanto por Tom Skakel como por John Skakel y Jimmy Dowdle, por separado.

Julia Skakel también dejó la casa porque decidió llevar en el otro auto a su amiga Andrea hasta su casa.

Lo cierto es que minutos después de que los vehículos se fueran de la casa de los Skakel, Helen y Geoffrey decidieron marcharse. Helen sentía que sobraba porque su amiga y Tom Skakel estaban coqueteando.

Tom y Martha se quedaron, al fin, solos.

La mansión de los Skakel en Greenwich (Pool Photo/Getty Images)

Pasos por la espalda, sombras y sexo omitido

Geoffrey con solo 11 años fue extremadamente caballero y acompañó a Helen hasta su casa. Contó que luego de dejarla escuchó que alguien caminaba detrás de él. Tuvo tanto miedo que no se dio vuelta aunque estaba convencido de que era perseguido. Curiosamente algo parecido le pasó a Julia al volver a su propia casa a las 21.55: vio una sombra que corría en cuclillas en la oscuridad en el camino de ingreso. Declaró, incluso bajo hipnosis, que esa sombra que llevaba algo en su mano izquierda parecía de un hombre más grandote que cualquiera de sus hermanos. ¿Quién era ese tipo? Nunca se supo, tampoco si era el mismo que iba detrás de Geoffrey.

Seguramente ambos habían visto al asesino de Martha.

Tom Skakel por su parte declaró que, el 31 de octubre de 1975, cuando sus hermanos y sus amigos se fueron él se quedó charlando con Martha durante un rato y que luego se despidieron y él la vio irse por el jardín trasero. Dieciocho años después, Tom cambió esa declaración y le dijo al equipo Sutton de Investigadores Asociados que había contratado en secreto su padre para echar luz sobre el tema familiar, que apenas su hermana Julia Skakel se fue con su amiga, él y Martha se enredaron en un encuentro sexual que duró unos veinte minutos. Dijo que todo terminó con una masturbación mutua y orgasmos. A eso de las 21.50 se acomodaron la ropa y se dijeron buenas noches y Tom vio como Martha se iba apurada por el jardín en dirección a su propia casa. Le llevaría solo dos o tres minutos cruzar los jardines y el área de árboles. Pero nunca había llegado ¿Por qué Tom había ocultado esa relación sexual? Por temor, claro, a ser acusado.

Demasiados misterios cobijados por la oscuridad y por los millones.

Masturbación bajo un pino

Como mencionamos antes Rushton Skakel había encargado a su propio team de detectives una investigación para despegar del caso a su hijo Tom y acotar los problemas que podría tener. La tarea se prolongó durante tres años y todos los ex policías y detectives que trabajaron en ello tuvieron que firmar estrictos acuerdos de confidencialidad. Rushton Skakel no imaginó que lo que encontraría ese equipo no tendría que ver con Tom sino incriminaría a otro hijo suyo: Michael, el que tenía 15 años al momento de los hechos.

Martha fue asesinada a golpes con un palo de golf que pertenecía a la familia Skakel (Pool Photo/Getty Images)

Michael ni siquiera había estado en la lista de posibles sospechosos. Ya sabemos que había declarado que durante el asesinato de Martha había permanecido en casa de su primo viendo una novela, pero en el nuevo informe Sutton confesó algo muy distinto: aquella noche al volver de lo de su primo no había ido derecho a su casa sino que, entre las 23.30 y las 0.30, se había dirigido a lo de Martha Moxley y se había trepado a un árbol frente a la ventana de lo que creía era la habitación de Martha (en realidad era la de su hermano John) y se había masturbado. Aseguró que fue la primera vez que hacía algo así.

Era un giro abrupto en el caso, pero que solo lo sabían ellos, los investigadores privados de su padre. Michael se situaba demasiado cerca del crimen y en el horario posible. ¿Había vuelto justo para atacar a Martha luego de que ella tuviera relaciones con Tom y saliera apurada del jardín de los Skakel hacia su casa? Eso parecía. Además concordaba con el horario de la sombra que muchos habían visto.

Coincidentemente con el fin de esta investigación, Michael fue arrestado por conducir borracho. Su padre estalló. Harto de sus desmanes lo ingresó por la fuerza en una estricta academia para jóvenes con problemas, la Élan School en Poland, Maine. Una especie de correccional para niños ricos descarriados. Los métodos que usaban allí se basaban en la humillación, el aislamiento y el acoso, lo que terminó llevando al cierre de la institución en el año 2011. Su paso por Élan fue clave también para esta historia. No porque Michael fuera corregido, sino por lo que dijo dentro de esos muros. Michael confesó allí a dos alumnos de la institución que había matado a Martha. A uno le dijo que había sacado el palo de la bolsa y que recordaba correr por el bosque, pero que luego había tenido un una pérdida de consciencia y no recordaba qué había pasado exactamente. Lisa y llanamente aseveró no poder recordar si lo había hecho o no. Con otro de ellos, Gregory Coleman, fue más específico y le admitió que le había “volado el cráneo” y remató aclarando que él nunca iría preso: “Yo me voy a salvar de este asesinato, porque soy un Kennedy”. En otra oportunidad, a ese mismo compañero, le confesó que se había masturbado sobre el cadáver de Martha.

El padre de Michael luego de pagar 750 mil dólares por el informe lo hizo trizas y todo siguió sin demasiadas novedades para el resto. La verdad había quedado bien guardada. Eso creía. Pero un secreto entre muchos ya sabemos no es ningún secreto.

El libro sobre el crimen de Martha por el que la Justicia reabrió el caso

Los años ganados por Michael

En todos esos años ganados a la libertad, Michael hizo de todo. Compitió en esquí de alta velocidad en certámenes internacionales e incluso participó en las olimpíadas de invierno de Albertville, Francia. Se casó una profesional del golf llamada Margot Sheridan y tuvieron un hijo.

De hecho, a fines de los años 90 Michael grabó un audio para su no publicada biografía “Dead Man Talking: A Kennedy cousin comes clean” (Hombre muerto hablando: un primo de los Kennedy que queda limpio). Allí contó lo que quería decir de la noche del 31 de octubre de 1975. Dijo que había pasado gran parte del tiempo con Martha y con su hermano Tom y otros más, admitió haber fumado marihuana y haber tomado alcohol y sentir atracción sexual por Martha. “Quería besarla, quería que fuera mi novia, pero iba despacio quería ser cuidadoso (…) La verdad es que con Martha yo era un poco tímido y pensé que si esa noche pasábamos tiempo juntos en lo de mi primo algo romántico podría desarrollarse entre nosotros”. Pero Martha le dijo que no quería ir a la casa de Jimmy a ver la telenovela Monty Python ‘s Flying Circus. Así que sus planes fracasaron y volvió a las 23 horas a su casa para irse a dormir. Pero eso ya sabemos, no era la verdad porque él le había confesado a los detectives de su padre otra cosa: que no estaba en su cama sino yendo detrás de Martha, subiéndose a un árbol para espiarla y masturbándose.

¿Qué podría haber disparado la rabia del violento Michael? ¿El rechazo de Martha a ir con él y que se quedara con su hermano Tom? ¿Había vuelto Michael justo para verlos teniendo relaciones y le dio un ataque? ¿Eso lo llevó a interceptarla por la espalda para asesinarla con furia brutal antes de que llegara a su casa? Eso es lo que se cree.

El rumor que reabre el caso

El caso estaba como dormido. Faltaba algo que empujara la investigación.

La familia Skakel a pleno en los jardines de su mansión de Greenwich

Fue en otro juicio a un Kennedy que escuchando rumores sobre el caso de los Skakel que se despertó la curiosidad del periodista y escritor Dominick Dunne quien trabajaba para la revista Vanity Fair. Sintió mucha empatía por la familia Moxley. Se enteró de que el padre ya había muerto y buscó a la madre, Dorthy, quien se había mudado bien lejos de Belle Haven. Cuando Dunne le preguntó por qué, ella le respondió: “Porque no soportaba ver desde mi ventana la casa de los Skakel”. Dorthy le admitió a Dunne que ella no sabía quién había asesinado a su hija, pero que estaba segura de que alguien de esa casa era el verdadero culpable. Dunne no era cualquier periodista. Era también el padre de una hija asesinada, Dominique, quien había muerto curiosamente también un 30 de octubre. Comenzó una relación entre esta madre y este padre que empujaría finalmente a la reapertura del caso. En 1993 Dunne publicó un libro sobre el tema mezclando ficción y realidad con el título Una temporada en el purgatorio. Dunne cambió en el texto los apellidos y el arma utilizada para evitar las posibles demandas millonarias de la familia Skakel.

Luego de publicarse el libro, Martha Moxleyvolvió a estar en todos los titulares y en la televisión. Su caso había sido rescatado del olvido. Y sucedieron más cosas. Una mujer se acercó al escritor en una librería de Denver y le reveló que ella era una psicóloga forense que había sido contratada en una oportunidad para el caso. Le dijo que tenía fotos de buena calidad de la autopsia de Martha y se las enseñó. Dunne quedó shockeado: en ellas se observaba que con uno de los golpes el homicida había arrancado una parte de su cuero cabelludo que colgaba de la piel de la cara. En otra imagen se veía un pedazo de hierro clavado en su cuello y, en una tercera, que sus jeans habían sido bajados hasta sus tobillos. Quedó devastado por lo que vio. Saber no era lo mismo que ver. Pero el escritor no pudo dar de nuevo con esa mujer y le perdió el rastro. En 1996 un joven de 24 años llamó a la redacción para hablar con Dunne: quería hablarle del caso Moxley. Le contó lo siguiente: Rushton Skakel había contratado un servicio privado de detectives para estudiar el caso y luego de que firmaran cláusulas y más cláusulas de confidencialidad, les había dado acceso libre a sus siete hijos y cooperación familiar. Algo que nunca había tenido la policía que se ocupó del caso. Fue en ese proceso del que ya hablamos antes, que Michael, quien nunca había sido señalado por nadie, contó lo de su masturbación. Este joven, quien por temor a su propia seguridad pidió no ser identificado, le dijo que lo habían contratado a través de un amigo para darle una forma narrativa a ese informe. Rushton había pagado religiosamente todos los gastos y obligado a archivar lo investigado. Le aseguró a Dunne que se sentía asqueado por lo leído y le dijo que, como él había entrado tarde al equipo y no había firmado ninguna cláusula de confidencialidad, le daría una copia del reporte Sutton. Las filtraciones del secreto mejor guardado habían comenzado.

Todo terminó con un pase de ese reporte de Dunne al detective Mark Fuhrman, quien en 1998 publicó el libro Asesinato en Greenwich. En sus páginas el policía acusaba directamente a Michael Skakel del crimen diciendo que luego de ver cómo besaba a su hermano había tenido un violento ataque de ira.

Fue este último libro el que terminó moviendo la estantería policial y judicial y llevando a Michael Skakel a juicio.

En junio de 1998, un gran jurado aceptó reveer el caso de Martha Moxley y revisar toda la evidencia. Después de 18 meses de investigación se concluyó que había suficientes pruebas para acusar a Michael Skakel de asesinato.

Martha Moxley fue hallada asesinada en la localidad de Greenwich cuando tenía 15 años (Photo by Erik Freeland/Corbis via Getty Images)

Por fin, un arresto

El 9 de enero del 2000 se dictó la orden de arresto y Michael Skakel se entregó a las autoridades. Ya tenía 40 años. Fue liberado poco después de pagar una fianza de medio millón de dólares.

Margot, su mujer, fue la primera en abandonar el barco. ¿Era en sincera desaprobación por su marido o buscaba preservar bienes materiales? Quién sabe.

En marzo fue llevado a una corte juvenil porque al momento del crimen tenía 15 años, pero en enero de 2001 el juez estableció que obviamente debía ser juzgado en una corte de adultos.

Lentísima la justicia con los millonarios.

En 2002, recién 27 años después del horroroso crimen, Michael Skakel fue formalmente acusado por el asesinato de Martha Moxley. Según la fiscalía el móvil había sido el rechazo de Martha a tener con él lo que sí tuvo con su hermano. Y, si bien él había dicho haber estado viendo televisión a varios kilómetros de ahí, los fiscales creían que era muy posible que hubiera concretado el asesinato ni bien volvió.

El juicio comenzó el 7 de mayo de 2002 en Norwalk, Connecticut. Michel insistió con su inocencia.

Durante el mismo se mostraron los diarios de Martha Moxley y la declaración de Michael sobre su masturbación frente a la ventana en el mismo árbol donde fue hallado el cuerpo de Martha. Además, estaban los testimonios que revelaban que se había inculpado reiteradamente en público y una declaración de su exmujer que lo acusaba de maltrato físico y mental. Su vida se veía plagada de excesos con alcohol y sustancias tóxicas y de brotes violentos. El 30 de agosto de 2002 fue sentenciado a 20 años de cárcel y enviado al correccional Garner. Michael tenía 41 años.

Michael Skakel sigue en libertad pese a las pruebas en su contra (Photo by Spencer Platt/Getty Images)

¿Qué decía en su colorido diario personal la víctima? Tonterías adolescentes que leídas con el prisma de los hechos sugieren mucho. Había escrito con su letra redonda y prolija lo que pensaba sobre Michael y Tom Skakel. El 12 de septiembre de 1975, poco antes de su muerte, puso: “He ido en el coche de Tom…(…) iba prácticamente sentada en la falda de Tom porque yo solo manejaba el volante. No dejó de ponerme su mano en mi rodilla (…)”; “Luego estuve manejando de nuevo & Tom me abrazó. Siguió haciendo cosas así. Jesús! Si Peter se entera estaría muerta! Creo que a Jackie realmente le gusta Michael & y yo creo que puede ser que ella le guste a él, o quizá sea porque él está borracho, no lo sé”. El 15 de septiembre volvió a hablar sobre ellos y sobre una confrontación que había tenido con Michael por sus interacciones con Tom: “Michael estaba tan fuera de sí, estaba siendo un verdadero imbécil en sus actos y palabras. No dejó de decirme que estaba engañando a Tom cuando no me gusta (salvo como un amigo). Le dije:, bueno y qué hay de vos y Jackie? Me decís siempre que no te gusta y estás encima de ella. El no entiende que puede ser amable sin colgarse de ella todo el tiempo. Michael saca conclusiones. Yo puedo ser amiga de Tom, solo porque hablo con él , eso no significa que me guste. Realmente tengo que dejar de ir a lo de ellos”.

Lástima que Martha no dejó de frecuentarlos a tiempo como se había propuesto. Poco más de un mes después estaría atravesada por un hierro de golf.

El recuerdo clave del tutor y la lucha continúa

David Moxley, padre de Martha murió en 1988, devastado por la angustia, sin ver actuaciones de la justicia. En 2002, Dorthy y su hijo se abrazaron llorando al escuchar el veredicto del jurado. Veintisiete años después llegaba algún sosiego.

En noviembre de 2013, luego de once años de prisión, los abogados de Michael lograron que se abriera la posibilidad de un nuevo juicio para él y anularan su condena porque su defensa legal había sido inadecuada y decían que no se habían tomado todos los testimonios necesarios. Incluso los que podían señalar a otros jóvenes que habrían estado en la zona esa noche y podrían ser culpables del hecho. El juez determinó que debía ser liberado luego de pagar una fianza de 1.200.000 dólares. Iba a ser monitoreado por una pulsera electrónica con GPS y no podría acercarse a la familia Moxley.

Pero no todo terminó ahí. El 30 de diciembre de 2016 la Suprema Corte de Connecticut revirtió esa decisión y sostuvo que había evidencia abrumadora en su contra.

Y un detalle más salió a la luz en 2017 y, aunque había sucedido unas pocas semanas después del crimen de Martha, nadie en su momento lo consideró importante porque provenía del tutor sospechoso Kenneth Littleton. Kenneth había contado que mientras estaba viviendo en la casa y lidiando con los chicos un día había visto una ardilla muerta en el Belle Haven Country Club. El pequeño animal había sido masacrado con un palo de golf y luego crucificado con varios tees que hacían de clavos para fijarlo al pasto. Inmediatamente Kenneth recordó a Martha y sintió que un frío le recorría la espalda. En ese instante se dio cuenta de quién había sido el asesino de la joven y fue directo a confrontar al violento Michael Skakel:

Kenneth -Michael, ¿vos hiciste esto?

Michael -¿Quién más podría ser?

Kenneth reveló en 2017, con 65 años, que en ese preciso momento “mi corazón ya sabía que el había cometido ese asesinato (…) Él era un combo peligroso”.

Sin embargo, la policía de entonces no le prestó atención al joven que encima era señalado como un posible culpable. De hecho Kenneth fue perseguido durante años y hasta hicieron que su propia esposa se pusiera un grabador escondido para intentar arrancarle una confesión.

En enero de 2018 la fiscalía pidió que Michael volviera a prisión.Pero el 4 de mayo de 2018 la Corte Suprema volvió sobre sus pasos y ordenó un nuevo juicio.

El 30 de octubre de 2020, a 45 años del crimen, el estado de Connecticut anunció que el juicio no se llevaría a cabo porque el crimen no podría probarse más allá de cualquier duda razonable. De los 51 testigos potenciales, 17 ya habían muerto.

Esta fue otra victoria de Michael Skakel. Hoy a 48 años del homicidio la justicia para los Moxley no se siente como tal y el asesino, con 63 años, camina libremente por las calles.

El manto de la impunidad que rodea a los poderosos suele ser como el amianto: indestructible.

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