Al entrar al Centro de Nuestra Señora de Guadalupe Casa hogar para ancianas, se sintió vacío, dolor, soledad y abandono; las abuelitas con sus manos y pies cansados, permanecen en el patio, recibiendo los rayos del sol y esperando que pase el tiempo y que “el señor se las lleve”.
Con voz pausada, lenta, se nota que se le dificulta hablar y se agita con facilidad, pero Victoria nos recibe con una sonrisa y justificó su problema de lenguaje debido a que sufrió un derrame cerebral hace unos años, pero eso no impidió que platicara con Infobae, abriera su corazón y nos contara su conmovedora historia. “No tengo familia, me quedé huérfana como a los 14 o 15 años, no tengo hermanos, no tengo tíos ni primos, estoy sola, completamente sola”.
Con mirada triste recordó que desde que su abuela murió, su vida estuvo acompañada de desgracias y a veces se pregunta ¿Qué habré hecho mal para vivir esto tan doloroso?. “Trabajé como sirvienta limpiando casas, no podía hacer otra cosa porque no tuve oportunidad de ir a la escuela, pero a pesar de eso era feliz, mis patrones me querían mucho, eran como mi familia y yo me conformaba con eso”.
Aunque no recuerda bien las razones que la hicieron visitar la ciudad de México, lo que sí platicó fue que trabajó en una escuela como conserje, ahí una señora la convenció de aprender a leer y escribir, tenía entonces 18 años. “Era una jovencita, fui a una escuela del gobierno allá por la colonia Roma, aprendí los números y a leer, porque casi no aprendí a escribir; ahora me arrepiento de haberme regresado a mi tierra Villa Hermosa, no sé por qué lo hice, de lo contrario hubiera podido superarme, pero no fue así”.
Devota de Dios y de la Virgen de Guadalupe, confesó que ya se quiere morir: “Estoy aburrida, ya me quiero morir, pero no me muero todavía, por eso le pregunto a Dios que ¿por qué no me quiere recoger ya? Porque yo ya no quiero estar aquí, pero no quiere, quizá hice algo mal que aún tengo que pagar”.
Vicky hace una pausa, se limpia los ojos, respira y continúa con su relato: “Perdí un niño, me dejaron pasar el parto y nació muerto (cierra los ojos como recordando aquel terrible momento); tiempo después me volví a embarazar pero por problemas en la vejiga tuve que tomar medicamentos los cuales eran tan fuertes que volví a perder a mi bebé y desde ahí me quedé sola, completamente sola, sin nadie, así que no tengo familia, no tengo nada de nada”.
Virginia llegó al asilo desde hace 11 años, relató que el hermano de su ex esposo la llevó a dicho lugar luego de ver cómo su salud iba deteriorándose poco a poco. “Al principio no me querían porque no había doctores ni enfermeras y yo ya tenía varios padecimientos, me hicieron endoscopía varias veces porque no podía comer, me metieron un tubo por la garganta, a partir de ahí comenzaron a manifestarse varios padecimientos “tuve un derrame cerebral hace 5 o 6 años, tengo problemas de circulación, me duelen muchísimo las piernas,
La soledad se convirtió en su peor compañera
“¿Que si me siento sola?, claro que me siento sola, mi vida ha sido así desde muy chamaca y mírame, aquí sentada en una silla de ruedas. Virginia no puede aguantar las lágrimas, hace una pausa y continúa: “Aquí vivimos 11 ancianas, a muchas de ellas no las visitan, a otras de vez en cuando, los hijos se desentienden de ellas. Para qué sirve que tengas hijos si no te toman en cuenta” dijo.
A las mujeres que viven en el asilo, la palabra muerte no les espanta, comenta que están tan cerca de ella que a veces la llaman a gritos. “Aquí se han muerto muchos, para nosotras ya es muy normal. “Yo siento cansada porque tengo muchas enfermedades, ya no quiero seguir viviendo, pero Dios no me quiere recoger todavía.
Si pudiera comprarse algo en este momento, ¿Qué se le antoja?, le preguntamos, “una coca y una piza, los fines de semana comemos pollo rostizado, pero se me antoja mucho una pizza”. Y es que luego de la pandemia por Covid-19, las internas no ha podido salir del inmueble, llevan dos años sólo mirando la puerta sin poder cruzarla.
Los hijos se desentienden de los padres
Por su parte la directora del Centro de Nuestra Señora de Guadalupe Casa hogar para ancianas, María Eugenia Rosales resaltó la importancia de tener una cultura hacia los adultos mayores.
“Debemos tener una cultura donde estemos conscientes que nuestros padres llegan a una edad que requieren de nosotros así como ellos nos cuidaron, pero la realidad es otra y muchas veces los abandonan”. Un abuelo o una abuela, no quieren lujos, lo que quieren es amor y es lo que nos falta, desgraciadamente es la cultura que se vive hoy día ante la falta de valores”. Destacó que nadie está preparado para la vejez y quien diga lo contario, está mintiendo..
El Centro de Nuestra Señora de Guadalupe Casa hogar para ancianas ubicada en la calle Misioneros 13 en el Centro Histórico de la Ciudad de México, es una casa del siglo XVI propiedad de Gobierno Federal que hace 29 años se lo dio en comodato a Club de Leones quienes buscaron a las voluntarias vicentinas para hicieran algo por los ancianos, debido al poco espacio que hay en el inmueble, se decidió que albergara sólo mujeres, la mayoría de ellas en estado vulnerable. Dicha Institución se mantiene de donaciones.