Con su exclusión del bloque, el dictador venezolano enfrenta un panorama desolador mientras intenta contener su colapso político tras el fraude electoral del 28 de julio.
El dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, sufrió una estrepitosa derrota en la XVI cumbre de los BRICS celebrada en la ciudad rusa de Kazan, al no lograr que su país fuese aceptado como miembro del grupo integrado inicialmente por Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica y, desde 2024, también por Etiopía, Irán, Egipto y Emiratos Árabes Unidos.
Pese al poyo de Vladimir Putin, el veto decisivo de Brasil fue clave para excluir a Venezuela del bloque, una derrota diplomática que dejó al régimen bolivariano aún más aislado del escenario internacional.
Con un despliegue logístico que incluyó tres aviones de la aerolínea estatal Conviasa y una amplia delegación, Maduro viajó a Kazan sin anunciar públicamente su salida de Venezuela, país sumido en una profunda crisis política y social desde el fraude electoral ocurrido hace casi tres meses. Así, llegó a la ciudad rusa un día antes de la cumbre, en un intento por fortalecer su imagen y asegurar su presencia en el evento.
Delcy Rodríguez, su vicepresidenta, viajó previamente con la misión de convencer a los miembros de los BRICS de que Maduro es un socio confiable y que la economía venezolana muestra signos de “recuperación”. Sin embargo, el resultado de estas gestiones fue desalentador: Maduro ni siquiera apareció en la fotografía oficial de la cumbre del 23 de octubre, a pesar de su alegada cercanía con los países miembros.
Fotografía de los miembros oficiales de los BRICS: el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed; el presidente de Egipto, Abdel Fattah al-Sisi; el mandatario sudafricano, Cyril Ramaphosa; el presidente chino, Xi Jinping, el presidente ruso, Vladimir Putin; el primer ministro indio, Narendra Modi, el presidente de los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Mohamed bin Zayed Al Nahyan, el iraní Masud Pezeshkian, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Brasil, Mauro Vieira (REUTERS)
Los BRICS, un bloque concebido inicialmente como una alianza estratégica de economías emergentes, se ha transformado en un escenario donde figuras como Maduro ven una oportunidad para romper su creciente aislamiento internacional.
Para el dictador chavista, ingresar a esta alianza representaba una vía para sortear las sanciones internacionales y para suscribir acuerdos de financiamiento que pudieran paliar el colapso económico de Venezuela. Los esfuerzos de su régimen fueron en vano y evidenciaron su creciente aislamiento, incluso entre países que antes lo consideraban un aliado.
El veto de Brasil en la cumbre se produjo en un contexto de deterioro de las relaciones diplomáticas entre Brasilia y Caracas.
El presidente Luiz Inácio Lula da Silva expresó en reiteradas ocasiones su preocupación por la legitimidad del mandato de Maduro, especialmente después de las controvertidas elecciones presidenciales del 28 de julio, que según el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por la dictadura, resultaron en la reelección del líder chavista.
Una de las principales razones que llevaron a Brasil a vetar la inclusión de Venezuela en los BRICS, según Celso Amorim, asesor especial de la presidencia brasileña, fue un “quiebre de confianza” con Maduro.
Amorim explicó que el régimen chavista incumplió una promesa clave, lo que resultó en la decisión brasileña de bloquear el ingreso de Venezuela durante la cumbre.
“La cuestión con Venezuela no tiene que ver con democracia, sino con una ruptura de confianza. Nos dijeron una cosa y no fue hecha”, señaló en una entrevista con O Globo.
Tras las elecciones presidenciales venezolanas, Lula da Silva envió a Amorim a Caracas para reunirse con Maduro, quien prometió entregar las actas del CNE que confirmaban su reelección.
Sin embargo, esas actas nunca fueron presentadas, lo que avivó la desconfianza en el gobierno brasileño.
“Nosotros actuamos de buena fe, pero con Venezuela se rompió la confianza”, subrayó Amorim, y agregó que aunque Brasil desea volver a tener una relación de confianza con Venezuela, el incumplimiento de esta promesa fue decisivo para frenar su ingreso a los BRICS.
El rechazo de Brasil no fue una decisión aislada. Desde el comienzo del nuevo mandato de Lula, las tensiones entre Brasilia y Caracas han ido en aumento.
Según la prensa brasileña, Lula ya perdió la paciencia con Maduro y a partir del 10 de enero, cuando comience el nuevo mandato presidencial en Venezuela, Brasil dejará de reconocer a Maduro como el jefe de Estado legítimo del país.
Aunque no se espera una ruptura total, sí habrá un “profundo enfriamiento” en las relaciones diplomáticas entre ambos países, señalaron fuentes brasileñas.
El régimen de Maduro reacciona al veto
La respuesta del régimen venezolano ante el veto de Brasil fue inmediata. La Cancillería chavista emitió un comunicado calificando la decisión como una “agresión inexplicable” y acusó a Lula da Silva de mantener las políticas de exclusión impulsadas por su predecesor, Jair Bolsonaro, y de alinearse con las “fuerzas occidentales” que buscan desestabilizar a Venezuela.
El documento también criticó el papel de Brasil en la región, sugiriendo que la decisión de vetar a Venezuela traicionaba la “naturaleza inclusiva” de los BRICS.
A pesar del fracaso, Maduro intentó proyectar una imagen de éxito durante la cumbre. En sus declaraciones públicas, destacó las reuniones que mantuvo con Vladimir Putin, el mandatario turco Recep Tayyip Erdogan y el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
Las tensiones entre Brasil y Venezuela no solo están relacionadas con las disputas electorales. Uno de los factores que han deteriorado las relaciones entre ambos países es la negativa del régimen de Maduro a cooperar en casos como el de los seis opositores venezolanos que permanecen refugiados en la embajada argentina en Caracas, que está bajo control de Brasil.
Pese a las reiteradas solicitudes de Brasilia para que se les otorgue un salvoconducto a estos líderes opositores, Maduro ha ignorado estas peticiones.
El distanciamiento quedó aún más en evidencia cuando el fiscal general impuesto por la dictadura, Tarek William Saab, acusó a Lula y al presidente de Chile, Gabriel Boric, de ser “agentes de la CIA”, lo que exacerbó aún más las tensiones.
Estas declaraciones fueron interpretadas como un grito de desesperación a la presión internacional que enfrenta el régimen venezolano, especialmente por parte de sus vecinos sudamericanos. Aunque el canciller venezolano, Yván Gil, intentó minimizar estas acusaciones, las relaciones entre Brasil y Venezuela ya estaban gravemente dañadas.
Un pasillo, un apretón de manos y una falsa sonrisa
Durante la cumbre de Kazan, Maduro también buscó el apoyo de otros líderes internacionales.
En un breve encuentro en uno de los pasillos del recinto, el dictador chavista intercambió unas pocas palabras con el jefe de Estado chino, Xi Jinping.
“Eres un amigo sincero, estamos defendiendo la misma causa. La causa de un destino compartido”, le expresó Maduro, mientras observaba la reacción de Xi durante las pausas.
La respuesta de Xi fue breve: “Somos amigos de hierro, siempre estaremos en contacto”, acompañado de una sonrisa forzada que puso fin a un encuentro que duró apenas un minuto.
El apoyo insuficiente de Rusia
Pese al respaldo de Putin, el apoyo de Rusia ha resultado insuficiente para darle a Maduro la legitimidad y el impulso económico que ansía en el escenario global.
Aunque el mandatario ruso elogió los “sólidos” vínculos entre Moscú y Caracas, calificando a Venezuela como un “viejo y fiable socio” en América Latina, este respaldo fue netamente simbólico.
Las alianzas entre ambos países en sectores como la energía y la tecnología no han logrado ofrecer soluciones prácticas ni inversiones significativas que ayuden a Maduro a sobrellevar la crisis económica de su régimen.
Desde que comenzaron las sanciones internacionales contra la cúpula chavista, el dictador caribeño ha dependido de la ayuda económica de Rusia y China para mantener a flote su debilitada economía.
Aunque Putin expresó su deseo de que Venezuela se una a los BRICS en el futuro, dejó claro que la decisión final depende del consenso de todos los miembros del bloque.
Información de: Infobae