Los rusos se preguntan dónde está su presidente cuando más lo necesitan. Mientras los drones atacan Moscú y se suceden las incursiones enemigas en la frontera con Ucrania, el jefe del Kremlin, Vladimir Putin, parece ausente y centrado exclusivamente en los asuntos más cotidianos.
“¿Por qué demonios permiten la llegada de esos drones a Moscú?”, se preguntó Yevgueni Prigozhin, jefe del Grupo Wagner, haciéndose eco del sentir de muchos rusos.
Putin no se ha dirigido a la nación ni ha convocado al Consejo de Seguridad en ninguno de los últimos ataques contra territorio ruso y ni siquiera se ha desplazado a la región de Bélgorod, con diferencia la más afectada por la reciente escalada.
Con las elecciones presidenciales de 2024 a la vuelta de la esquina, el presidente parece más dubitativo e indeciso que nunca, según los analistas, a la espera de que China le saque del atolladero ucraniano.
Putin, el gran ausente en la guerra
Los más cerca que ha llegado el jefe del Kremlin es a llamar por teléfono al alcalde del municipio fronterizo de Shebékino, donde este sábado murieron otros dos civiles en los bombardeos de la artillería ucraniana.
La agenda política parece marcarla no el Kremlin, sino Prigozhin, los blogueros militares y figuras como el gobernador de Bélgorod, Viacheslav Gladkov, que parece vivir en su canal de Telegram.
Putin admitió esta semana que había que mejorar en la defensa antiaérea de la capital, pero nunca ha reconocido que Rusia no es capaz de combatir en Ucrania y, al mismo tiempo, proteger su frontera.
A la inacción del presidente se suman las críticas de los vecinos de Bélgorod a la televisión pública por no contar la verdad sobre la incursión fronteriza. La propaganda tampoco logra calmar los ánimos derrotistas.
Muchos le acusan de imitar actividad al salir en televisión todos los días en reuniones interminables sobre el estado de la economía, la industria, el transporte o las familias numerosas.
Al líder ruso siempre le ha gustado reinar en medio del caos y las luchas intestinas entre los diferentes clanes, pero esta táctica ya no sirve cuando su país está enfrascado en una guerra en la que las unidades de asalto son mercenarios, presidiarios y las incontrolables unidades especiales chechenas.
Halcones al acecho
La inacción tampoco ha pasado desapercibida para los halcones. Precisamente, el líder chechén, Ramzán Kadírov, no dudó en exigir esta semana la imposición de la ley marcial para frenar los incursiones fronterizas, régimen que ya existe en las cuatro regiones ucranianas ocupadas por Rusia.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, le respondió que esa decisión es prerrogativa del jefe del Estado y que dicha opción no está sobre la mesa.
El problema es que Prigozhin también respaldó a Kadírov y abogó por una segunda ola de movilización, que incluiría a unos 2 millones de hombres, de los que 200 mil deberían ser desplegados en la frontera.
“Hay que convertir el país en un monstruo militar para que haya más armas que en Corea del Norte”, dijo.
Ambos apoyan además el restablecimiento de la pena de muerte, a lo que se resiste el Kremlin por ser una medida muy impopular, aunque ese castigo se aplica en tiempos de paz en la vecina Bielorrusia.
A su vez, los expertos consideran que el enfrentamiento abierto entre Prigozhin y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, no refuerza el poder del presidente, sino que le debilita a los ojos de los rusos.
RUIDO DE SABLES
En una de sus ya famosos sermones en Youtube, Ígor Guirkin, alias “Strelkov”, el líder de la sublevación armada en el Donbás (2014), pronosticó que Wagner protagonizará en los próximos meses una rebelión que podría desembocar en el derrocamiento de Putin.
En su opinión, Prigozhin dispone de apoyos entre las fuerzas de seguridad, de lo contrario ya habría sido eliminado por sus desplantes al ministro de Defensa.
“Se ha declarado un intento de golpe de Estado (…) Si Prigozhin sigue siendo el jefe de Wagner, la rebelión será rápida y radical”, dijo y recordó que miles de wagneritas están desperdigados por todo el territorio de la parte europea de Rusia.
Prigozhin, quien ha reconocido que la campaña militar rusa ha fracasado a la hora de desmilitarizar al enemigo, inició esta semana una gira nacional llamada “Wagner. Segundo frente” que le ha llevado ya a cuatro ciudades.
Aunque negó ambiciones políticas, aventuró que la guerra será larga y que la derrota significaría volver a los años cuando, tras la caída de la URSS, Occidente dictaba al Kremlin lo que debía hacer.
Según la prensa independiente, la guerra entre los diferentes clanes por el trono de Putin ya ha comenzado. En esa contienda no menos cruenta, el que salga derrotado, lo perderá todo.
Información de: El Financiero