Dentro del opulento crisol de mitos que conforma nuestra identidad mexicana, hay una figura femenina cuya existencia fue tan misteriosa como contradictoria; una mujer dual, que fue al mismo tiempo víctima y traidora, propia y extranjera: La Malinche.
Pero, ¿quién era La Malinche?
De Malinalli Tenépatl a Doña Marina, y de Malintzin a Malinche, su nombre fue tan cambiante como su imagen. La Malinche fue una mujer nahua que nació en el año de 1502, en el área central del país. Se dice que fue hija de una familia de caciques, y que tras la muerte de su padre, fue vendida como esclava a un traficante maya, por lo que aprendió ese idioma, además de su natal náhuatl.
Eventualmente, fue regalada a Hernán Cortés como tributo, quien a su vez se la concedió a Alonso Hernández, uno de sus capitanes. Tras el regreso de Hernández a España, Malinalli, ahora conocida como Marina, se convirtió en intérprete de maya y náhuatl, y con el tiempo, también de castellano.
Además de por sus dotes de traducción, Malintzin cobró fama entre los españoles por dedicarse a enseñarles las costumbres y estrategias militares de los nativos. Eventualmente, la mujer se convirtió en consejera y amante de Cortés, y una figura clave para la Conquista por su gran conocimiento de los pueblos mexicanos. Su importancia en la sociedad de ese tiempo fue tal, que sus actos fueron documentados en el Lienzo de Tlaxcala y en la Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, del cronista Bernal Díaz del Castillo. Hay, incluso, ilustraciones de ella presidiendo eventos sin la presencia de Cortés.
Poco después de la caída de Tenochtitlan, en 1521, Doña Marina dio a luz a Martín, hijo de Cortés, y uno de los primeros mestizos de nuestro país, por lo que se le considera la madre del pueblo mexicanoactual. Su muerte, años más tarde, no es muy clara, aunque se cree que fue durante una epidemia de viruela que azotó la región. Tenía alrededor de 27 años.
Con el paso de los años, su figura tomó una conotación negativa. Su nombre dio origen a la palabra malinchismo, que hoy se utiliza despectivamente para describir a aquellos que prefieren las culturas extranjeras sobre las propias.
Sin embargo, como ocurre con cualquier ser humano, sus actos no pueden juzgarse en blanco o negro, pues así como propició la caída de los aztecas, también liberó a muchos pueblos que vivían bajo el yugo del imperio, al menos por un breve periodo. Cuentan, también, que su influencia sobre Cortés limitó sus actos de crueldad con los indígenas.
Y es por todo lo anterior, que La Malinche, Malintzin o Marina, fue una mujer atrapada entre dos culturas: la que, por un lado, dio origen al mestizaje, y por otro, traicionó sus raíces indígenas.
Entre sus muchas alusiones y homenajes en el arte, la cultura y la historia, una de las más importantes de nuestro país es el volcán Malintzin, en la frontera entre Tlaxcala y Puebla. Un lugar sagrado para los otomíes, su nombre original era Matlalcuéyetl, el nombre de una doncella que murió de amor. Tras la llegada de los españoles, se le comenzó a llamar Malintzin, en honor a la enigmática mujer. Hoy, el volcán y su parque natural “La Malinche” son uno de los espacios naturales más importantes del país, y sus bosques de ocotes y oyameles, lugares ideales para practicar actividades como senderismo y escalada.