En la ciudad de Cunduacán, “lugar de olla, pan y culebras”, cabecera del municipio tabasqueño del mismo nombre, que forma parte de la subregión llamada de la Chontalpa, en el estado de Tabasco, existió una horrible mujer que se dedicaba a la brujería, a la magia negra.
Mediante cierta cantidad de dinero o de un buen regalo, la mujer se prestaba para efectuar trabajos de toda índole, ya fuera que se tratase de volver a un hombre al camino de la fidelidad, o de matar a una mujer que no acababa de morir y cuyos hijos estaban deseosos de recibir la herencia que había prometido dejarles. Se trataba de una bruja amoral y ávida de dinero.
Mucho dolor y fatiguitas causó la llamada Bruja de Cunduacán a muchas personas, su maldad no tenía límites y no se detenía ante nada. Pero como todo termina, un día la bruja se enfermó y murió, sus artes maléficas nada pudieron contra la pulmonía que puso fin a su vida. Dice la leyenda que cuando murió se transformó en un enorme y horripilante pájaro negro que emitía sonidos espeluznantes que toda la población de Cunduacán escuchó aterrada durante siete días, mientras una lluvia de cenizas inundaba las calles aledañas a la casa de la bruja.
Al séptimo día, el asqueroso pájaro desapareció hasta perderse en las alturas. Hay quien dice que la mala pécora aparece de vez en vez para asustar a los mortales que tienen la mala suerte de encontrársela en su camino.