DOMINGO DE LEYENDA: LA LOCA DEL MUELLE DE SAN BLAS (NAYARIT)

19 febrero 2023
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La historia más conocida sobre la vida de Rebeca Méndez Jiménez tiene como escenario principal el mar, el muelle de San Blas. Cuenta la leyenda que el hombre al que Rebeca amó y con quien se casaría zarpó hacia el mar con la promesa de volver.

Los días pasaron y Rebeca, como una especie de Penélope enloquecida, esperaba a su amado vestida de novia en el muelle de San Blas. Lamentablemente, una fuerte tormenta arrebató la vida del joven marino.

Hace algunos años la hija de Rebeca, Blanca Leticia Suárez Méndez, rompió el silencio al contar la verdadera historia de su madre. Blanca aseguró que su madre no estaba loca, sino, enamorada del amor.

Mucho se habló sobre Rebeca. Lamentablemente, casi todo lo que se dice es mentira. Y, por respeto a ella es necesario que se sepa la verdad de los hechos”, comentó su hija.

Porque, de acuerdo con su relato, su madre no esperaba exactamente a un marinero que la había dejado desolada. Esperaba a alguien, cuyo nombre nunca se atrevió a revelar. Al preguntarle quién era el amor que esperaba respondió: “Es un misterio que me llevaré a la tumba”.

Según la hija, la historia de su progenitora comenzó en Guadalajara, lugar donde creció e incluso logró hacerse conocida gracias a sus dotes vocales.

Pero Rebeca no habría podido disfrutar de su fama, debido a que la vida derribó sus sueños con crueldad. “Durante el comienzo de su carrera quedó embarazada de mí y no la dejaron casarse con mi padre. La violencia con la que la alejaron de ese hombre fue desesperante. Incluso, para protegerlo, la familia de él lo envío al extranjero“.

Pese a ello, la mujer volvió a enamorarse e incluso tuvo dos hijos más. Sin embargo, y aún cuando comenzó a vestirse de novia con el afán de llegar al altar, el destino otra vez no permitió que cumpliese su sueño. “Se quería casar, pero ese hombre ya estaba casado. La primera vez que ella se vistió de novia, le costó el manicomio. Le quitaron su herencia y sus niños, a quienes enviaron a Italia”, afirmó su hija.

Pero un golpe de suerte salvó a Rebeca de las paredes del psiquiátrico. Un sismo magnitud 8.1 cimbró México y ella logró huir de su cárcel.

“Tras el temblor, mi mamá escapó del manicomio y comenzó a deambular por las calles buscándonos”, afirmó Blanca, en relación a cómo Rebeca llegó a habitar el muelle de San Blas.

“La gente estaba intrigada por saber quién era esa mujer que no paraba de fumar. Comenzaron a llamarla ‘la Chica de Humo’ y no solo por el cigarrillo, sino porque era como si se ‘esfumara’ del lugar”.

Aun así, y todavía sumida en la desolación, Méndez volvió a enamorarse y disfrutar de la compañía de un hombre, que -esta vez- era varios años menor que ella. No obstante, ningún “pero” podía detenerla. Estaba segura de haber encontrado la felicidad y, por supuesto, de haber obtenido una nueva oportunidad para casarse. Aunque, otra vez, la mala suerte decidió atacarla: su amor murió en un accidente.

De esa manera, Rebeca siguió frecuentando el muelle, viviendo de la venta de muñecas de tela. Allí, de acuerdo con el mito, habría conocido (solo de vista) a Fher Olvera quien habría decidido inmortalizar el cuento más desolador que había escuchado.

Aunque, de acuerdo con los medios locales, Rebeca sí llegó a conocer la canción y se emocionaba cuando la escuchaba. A pesar de ello, Olvera y Rebeca nunca más se volvieron a ver. Aunque, en pleno San Blas, una escultura rememora el encuentro.

Por otra parte, vale mencionar que la crónica musicalizada de Rebeca no solo resultó altamente beneficiosa para alimentar su propia leyenda, sino que también para atraer el turismo al municipio de San Blas mítico muelle del desamor.

Rebeca murió el 16 de septiembre de 2012 a la edad de 63 años en los brazos de su primogénita, a quien siempre había buscado. “Yo vivía muy lejos y una tía me llevó para que escuchara las historias que contaban de ella. Desde ese momento, mi mami nunca paró de decirme que, finalmente, yo fui el más grande sus amores”.

Su muerte fue anunciada en medios de toda Latinoamérica, sus restos fueron cremados y sus cenizas arrojadas al mar desde el muelle de San Blas.

 

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