Existe en Cuernavaca una leyenda que se denomina “La Dama de Los Espejos”. Se dice que en su lecho de muerte allá por 1938, una mujer muy bonita de origen español con una enfermedad terminal, pidió a su adinerado marido que la tumba donde sería su última morada, estuviera cubierta de espejos. Después de su muerte, su esposo, quien le daba todo lo que pedía, cumplió con esta demanda y la mandó construir en el Panteón de la Leona. Y aquí comienza esta historia.
Se dice que su nombre era Josefa Saldaña, mujer hermosa con un cabello que muchas quisieran haber tenido. Ella se sentaba frente al espejo para admirar su belleza y cepillarse el cabello. Incluso dicen que estaba obsesionada con su hermosura que en cada espejo que pasaba, era inevitable no voltear a verse.
La leyenda dice que cada año, cuando se acerca el día de su aniversario o del Día de Muertos, ella sale y toma un taxi de Cuernavaca para que la lleve a donde era su domicilio. Ella se baja y entra a una casa, pero el taxista se queda esperando a que alguien salga a liquidar el viaje, cosa que nunca sucede. Algunos cuentan que una vez hace muchos años, el esposo salió a ver a un taxista que había llevado a la mujer, y para sorpresa del conductor, el señor le confesó que la persona que había subido a su taxi había fallecido años atrás, lo cual dejó frío al taxista.
Sobre esa misma leyenda se cuenta una historia sobre el día que la mujer tomó un taxi en una calle solitaria de Cuernavaca, muy cerca del Callejón del Diablo y pasó lo siguiente:
– Buenas noches señor – dijo la dama al taxista. Ella vestía ropa negra y una especie de rebozo que cubría su cabeza y parte de la espalda. Tenía la mirada profunda con bellos ojos negros y un hermoso cabello que sobresalía bajo sus hombros.
– Buenas noches, señorita, ¿a dónde la llevo? – Amablemente el taxista llamado Marcos respondió.
– Avance por favor, yo le voy diciendo – lo dijo en tono muy serio mientras observaba fijamente a Marcos.
– Ok, ¿pero a qué colonia? – dijo Marcos.
– Yo le voy diciendo, – dijo la dama mientras esbozaba una coqueta sonrisa – Aquí gire a la izquierda.
Pasaron 5 minutos por las calles de Cuernavaca, el reloj ya marcaba pasadas las 12 de la noche y el taxista comenzaba a ponerse un poco nervioso.
– Oiga señorita, ¿me puede decir a dónde vamos? Ya llevamos varios minutos dando vueltas y no sé cuál es su destino – dijo el chofer alzando un poco la voz.
– Lléveme al Panteón de la Leona, allá en la colonia Carolina, por favor – respondió la mujer que no le quitaba la mirada al taxista mediante el retrovisor.
Al llegar al panteón, el conductor se encontraba sudando, había neblina en la calle y la mujer no decía una sola palabra. Marcos, el taxista, no quería voltear, sabía que algo no andaba bien, incluso le costaba trabajo hablar. Hasta que de pronto…
– Aquí es señorita. Servida – dijo Marcos mientras volteaba lentamente por el retrovisor, pero…
Su sorpresa fue que al mirar el espejo retrovisor, ella ya no estaba, había desaparecido y un aire muy frío se había apoderado del taxi. De pronto dirigió su mirada a la entrada del panteón, viendo como la mujer flotando atravesó la puerta, en ese momento Marcos salió presuroso del lugar. Se dice que el taxista debido al miedo que sintió, falleció días después. Él había sido una víctima más de la Dama de los Espejos.
Hoy, la tumba se encuentra muy deteriorada y olvidada, dado que junto a ella descansan los restos de familiares cercanos quienes en vida se hacían cargo de los gastos del mantenimiento.
Ahí, en dicha tumba, una de las más grandes del camposanto, se pueden observar esculturas de ángeles, así como distintas imágenes religiosas que acompañan los restos de la Dama de los Espejos en su partida.