DOMINGO DE LEYENDA: Fantasmas en estación de Paredón

15 octubre 2023
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Pasajes históricos han ocurrido en el Ejido Paredón; algunas batallas importantes en la revolución ocurrieron en dicho sitio y otras apuntan a supuestos milagros de una joven que asegura tener el poder milagroso del Niño Fidencio, pero lo que atrae a los turistas, son las leyendas que se han contado en los alrededores.

La mañana del 17 de mayo de 1914, se llevó a cabo la batalla entre las fuerzas federales del General Porfirio Díaz y la División del Norte de Francisco Villa, en donde se logró la captura de más de dos mil soldados, así como la obtención de un gran número de armamento a favor de los revolucionarios, aunque más de mil soldados perdieron la vida.

Ese ha sido una de las principales causas que han arrojado leyendas sobre apariciones en los alrededores, principalmente en las vías del ferrocarril en donde empleados han observado extraños sucesos.

Cierta noche, el operador de una de las maquinas del ferrocarril realizaba maniobras en la antigua estación del tren.

Todo parecía estar en completa calma, cuando en el segundo piso, observó a una mujer que estaba de pie, observando fijamente a la máquina que se aproximaba lentamente.

La mirada parecía fría, como si careciera de brillo, lo que provocó escalofríos entre el maquinista, quien parecía sorprendido pues el edificio tenia años de estar abandonado.

Repentinamente, la mujer se lanzó frente a la máquina, como si intentara quitarse la vida y en ese momento, el ferrocarrilero aplicó los frenos de emergencia, logrando detenerse casi al instante gracias a que no remolcaba los vagones.

Iluminándose con una lámpara, este revisó detenidamente por los alrededores, sintiendo un escalofrío al ver que la mujer había desaparecido de manera inexplicable, escuchándose a lo lejos un leve quejido.

Lleno de espanto, el maquinista abordó la locomotora y continuó su marcha sin detenerse hasta que se topó con uno de los fogoneros a quienes le relató lo ocurrido.

La noche era larga y las historias que se contaban en torno al ferrocarril comenzaron a relatarse, pues el velador había vivido muchas experiencias extrañas y la aparición de la mujer en la vía era una de ellas.

Buscando tranquilizarlo, este lo llevó a la estación y le entregó una taza de café mientras comenzó a relatarle otras experiencias que ocurren en el lugar.

Cerca del puente, a un kilómetro de distancia, se ha observado una mujer que se detiene en lo alto de un montículo de tierra, la cual mira a las maquinas, las cuales en su mayoría se detienen al pensar el operador que pudiera lanzarse, pero al aproximarse, esta desaparece ante la mirada del maquinista.

Se cuenta que esta mujer era la esposa de uno de los operadores del tren, quien extendía su mano con alimentos para entregárselo a su marido, pero cierto día, cuando  traba de dar la comida a su marido, perdió el equilibrio y cayó en medio de las vías, siendo atropellada por la pesada máquina, por lo que cada noche  su espíritu se aparece en el mismo sitio, esperando la llegada de su esposo para darle los alimentos.

Otro de los relatos señala que unos niños rondan por entre los vagones que están descontinuados debido a que expiraron sus años de servicio, observando sus sombras apenas empieza a ocultarse el sol y a pesar de ser buscados con rapidez, solo sus risas pueden ser escuchadas.

En la rampa de la estación, a pocos metros de donde la mujer se lanza del segundo piso, otra dama ha sido observada de pie, la cual muestra su fiereza al portar sus pistolas enfundadas en un cinturón, mientras que apunta con su escopeta a la locomotora que se acerca al lugar, tal como lo hicieran en aquella emblemática batalla en la revolución.

Aun desconcertado se encontraba el maquinista al escuchar las historias del velador, pero no dudaba de lo que decía, pues sus ojos habían observado a uno de los fantasmas.

Al quedarse callado, el narrador se puso de pie y le dijo que tenía que continuar con sus recorridos, pues faltaban pocas horas para amanecer, para caminar por un lado de las vías, siendo observado por el maquinista, quien se desmayó al mirar como desaparecía y solo se escuchaban sus pisadas que se alejaban lentamente.

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