El estado de Sonora cuenta con muchas leyendas. Ésta que les voy a contar es muy conocida y se la relatan las abuelas a sus nietos.
En cierta ocasión, tres muchachos se encontraban en una fiesta a la que habían sido invitados. Asistieron felices pues eran jóvenes y disfrutaban divertirse lo más que podían.
Al estar en la fiesta observaron a dos chicas que les llamaron la atención, por lo que se acercaron a ellas para entablar amistad y, quizás, algo más. Los muchachos les propusieron ir a dar una vuelta lejos del bullicio. Como ellos eran tres y solamente había dos muchachas, uno de los jóvenes decidió irse a su casa y dejarles el campo libre.
Así, los cuatro se subieron al auto de uno de ellos y les preguntaron a las chicas a dónde deseaban ir. Ellas respondieron que a un lugar donde hubiera agua. Los galanes sugirieron ir a la playa, pero ellas no aceptaron y pidieron ir a la presa.
Durante el trayecto bebieron mucho ron. Cuando las chicas pasaban la botella a los hombres, éstos se percataron de que estaba sumamente caliente. De pronto, los muchachos se sintieron muy cansados y, en su borrachera, no se dieron cuenta de que las chicas eran algo raras, que lucían ropa antigua y que, además, estaban muy flacas.
Todo parecía normal, hasta que una de las mujeres le dijo al conductor que quería que las llevara al cementerio. Extrañado, preguntó si deseaban quedarse en el cementerio, a lo que las chicas respondieron que sí. Como para los jóvenes todo era aventura, se dirigieron hacia allá los cuatro.
Al llegar, todos se bajaron, pero las damas les dijeron que querían entrar solas al panteón y que por favor se fueran. Los chicos, aún bajo el efecto del alcohol, arrancaron el auto y se dirigieron a sus respectivas casas.
Al siguiente día, los amigos se encontraron y comentaron lo sucedido. Estaban intrigados por el extraño comportamiento de las mujeres fiesteras y decidieron averiguar qué había pasado con ellas. Se subieron al auto y fueron al cementerio. Entraron y se dirigieron hasta el sitio donde las habían visto por última vez.
Al llegar, vieron dos tumbas en cuya lápida aparecían los nombres de las jóvenes con quienes habían pasado la noche: Silvia y Carmina. Lo más extraño fue que: ¡hacía un siglo que habían muerto al salir de una fiesta!
Los muchachos se impresionaron tanto que uno de ellos se volvió loco, y el otro murió de un infarto fulminante… ¡Qué caro les costó su aventura de conquistadores!