EL ACUEDUCTO
El icónico símbolo de la ciudad de Querétaro se construyó gracias a un amor prohibido.
Cuenta la leyenda que el más célebre de los queretanos, Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, mejor conocido como El Marqués de la Villa del Villar del Águila, fue flechado por la sobrina de su esposa, una mujer hermosa que desafortunadamente para él, era monja capuchina.
Ella, al no poderle corresponder, le ofreció amor basado en el entendimiento mutuo y le pidió una prueba de su aprecio haciendo la obra de caridad más grande de la historia, un acueducto que llevara agua limpia a la ciudad, y así evitar que la gente siguiera muriendo por enfermedades relacionadas con el agua contaminada del río.
De este modo, el Marqués de la Villa del Villar, se encargó personalmente de la construcción de esta imponente obra, financiando él solo el proyecto y asegurando el suministro de agua a las principales fuentes, casonas y plazas de la ciudad, y por supuesto, al Convento de Capuchinas. De esta forma, el Acueducto pasó a la posteridad como una muestra de una unión imposible.