Ir de pesca para olvidar la política
Salir a pescar es lo más sabio que alguien puede hacer en momentos de tormenta política. Quizá sea la pesca, apuntaba en los treinta el gran escritor británico George Orwell, el último de los reductos que existen en la civilización moderna para escapar del dominio de la política.
Una alegoría, un cuento, una metáfora que Orwell utilizó en la novela “Subir a por aire” para señalar esa necesidad que tenemos todos de respirar aire limpio y fresco, aunque sea por unos momentos. Sobre todo, en la víspera de un año electoral.
Créame, en estas fechas, de cara a lo que se avecina en 2023, lo más sano que podríamos hacer como ciudadanos para refrescar nuestra conciencia crítica frente al ejercicio y la búsqueda del poder, es olvidarnos por un breve instante de los discursos, los mensajes y la propaganda que irremediablemente ocultan intereses e ideologías; lo cual es natural en la política, pero en casa, el trabajo o los amigos tiende, por momentos, a exasperar e incluso divide y provoca encono entre conocidos.
Si verdaderamente aspiramos a conocer la realidad que vive México y el estado, sobre todo ahora que la división se acentúa y los extremos políticos se alejan cada vez más uno del otro, yo recomendaría “ir de pesca”.
Acaso las próximas sean fechas propicias para hacerlo. Al implicarnos en nuestras cosas, redescubriremos aquello que está más allá de la política. Solo así, a nuestro regreso de un fin de semana de caña y carrete, lograremos comprender estos tiempos difusos.
Momentos imprecisos en los que se cuestiona la imparcialidad y efectividad para conducir y regular los procesos electorales de las instituciones antes reconocidas por preservar la democracia y promover el desarrollo político.
Dejemos ir, aun cuando sea un instante, las encuestas, las consignas de los aspirantes que se quedaron en el camino, las ansias triunfalistas de los que siguen en la competencia, los escarceos para formar alianzas y coaliciones, las promesas de convertir al estado en el mejor lugar para vivir del país. Al fin y al cabo, las batallas internas de los partidos en poco o nada afectarán nuestras preferencias.
Al estar de vuelta de ese fin de semana metafórico (quienes verdaderamente puedan hacerlo estarían acelerando la purificación), nos daremos cuenta de que nada ha cambiado, excepto nosotros mismos. Podría adelantar que seremos más críticos y reflexivos respecto a las promesas de los candidatos y partidos. Observaremos detalles y señales que pasaban frente a nuestros ojos, nublados por el bombardeo propagandístico.
Orwell decía que “La pesca es lo distinto a la guerra”. Para reconstruir nuestro entender de la política, debemos escapar de ella. Misión que se creería imposible en un mundo en el que todas nuestras actividades están sometidas a los juegos del poder. Cuando acudimos al mercado y decimos que el aguacate está muy caro, estamos hablando de política. Si al recorrer la ciudad el vehículo cae en un bache y señalamos a las autoridades, es política también. Al discrepar del periodista que hizo un comentario en televisión, irremediablemente practicamos el ejercicio de la política.
Es más, ahora que dependemos tanto de las redes sociales, también, querámoslo o no, al utilizarlas nos inmiscuimos en la política. Es obvio que estos sistemas de comunicación están diseñados para recordarnos a cada momento nuestras preferencias y afinidades ideológicas.
Facebook y Twitter nos traen de vuelta a la realidad. Nos impiden escapar de la política; irremediablemente nos obligan a opinar, debatir y elegir entre alternativas.
Así que, tan solo por unos días, encontremos la manera de abrazar las cosas más simples de la vida. Tomar conciencia de lo verdaderamente significativo. La guerra dejémosla a los políticos. Nosotros vayamos de pesca.