Algo que vale la pena leer  ALBERTO BOARDMAN

23 junio 2023
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El murmullo de las abejas

“Nadie supo cuántas horas estuvo así aquel bebé, abandonado bajo el puente, desnudo y hambriento… Y todos se preguntaban cómo la vieja nana Reja lo encontró cubierto por un manto vivo de abejas.” De esta manera, Sofía Segovia nos presenta a “Simonopio”, protagonista de “El Murmullo de las Abejas”, editorial Lumen, publicada en 2015, con 481 páginas, novela que a la fecha ha sido traducida a 20 idiomas con gran éxito a nivel nacional e internacional. 

No cabe duda que el talento literario de esta genial escritora mexicana nacida en Monterrey, Nuevo León, es lectura obligada para quienes gustan de las historias bien construidas, pinceladas de una realidad que va vistiendo la narración con ese gusto nostálgico de las leyendas contadas por los abuelos y de personajes que parecen respirar a cada palabra.

La narrativa situada en los albores de la Revolución Mexicana nos llevará del conflicto agrarista al azote de la influenza española y los mitos de las poblaciones que hace cien años se encontraban tan alejadas de la ciudad que eran capaces de crear un mundo completo y diferente al resto del país, incluyendo la magia de las emociones, lo imposible, y aquello que de verdad importa en la vida. Héroes y villanos comparten situaciones extraordinarias en un espacio de tiempo que se antoja muy familiar, pues podríamos decir que con gran destreza literaria Sofía logró mexicanizar el “Macondo” de García Márquez en un Linares muy norteño, pero no por eso, menos fantástico y misterioso. Para muestra, basta referir el pasaje que narra la época cuando la influenza acabó con casi todos en el pueblo:

“El sepulturero la encontró en la calle, acostada, inerte y mal envuelta en su mortaja blanca, entre dos niños que tanto había querido. Subió a uno y luego al otro en la carreta. Cuando llegó el turno de la nana, López esperaba sentir la frialdad de un cuerpo sin alma, pero notó que ardía en fiebre. –¡Así no me la puedo llevar! Ella abrió sus ojos opacos. –Lléveme –dijo. –Pero, doña, sigue viva… ¿Por qué se acostó aquí? –Pa´ morirme ya y no después. Porque si no me salgo a morir, me muero adentro, y luego ¿quién me saca a la calle? Ya no queda nadie”.

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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