Abejas grises
«Recordó cuando un par de días antes le había enseñado a Petro un par de fotografías de su padre. Se las había enseñado pero en realidad Sergueich no las había mirado. Quiso hacerlo entonces. Para acompañar el té. Como un dulce. ¿Por qué cómo? En definitiva, es cierto que los recuerdos endulzan la vida, incluso cuando no tienes azúcar». Andréi Kurkov.
Dicen que las palabras son como las abejas, algunas crean miel y otras dejan picadura, y esa es precisamente la magia que hace posible uno de los escritores ucranianos más relevantes de los últimos años, Andréi Kurkov, a través de su última novela: “Abejas grises”, editorial Alfaguara, traducido al español en septiembre de 2022.
Y es que aunque para el resto del mundo, la crudeza de la guerra entre rusos y ucranianos ha resultado relevante de manera reciente, el conflicto es bastante añejo. La novela arranca en 2014, en Malaia Starogradovka, un pueblito ucraniano de apenas tres calles, abandonado por sus pocos habitantes tras convertirse en un territorio de disputa entre fuerzas ucranianas y separatistas pro-rusos. Bueno, abandonado por casi todos, ya que entre las ruinas de una iglesia y varias casas bombardeadas, dos necios pobladores se negaron a dejar sus posesiones: Serguéi Sergueich, un paciente apicultor dedicado en cuerpo y alma a sus abejas, y por otro lado, Pashka Jmelenko, quien en sus días de juventud fue un declarado enemigo de Serguéi. Sin embargo, ante la soledad obligada, la carencia de alimentos, electricidad, las inclemencias del tiempo y sobre todo, el riesgo inminente de estar nuevamente bajo el fuego de morteros y proyectiles, Serguéi y Pashka dejarán de lado sus diferencias para sobrevivir juntos.
Una deliciosa narrativa con mucho ritmo, fino humor y una crítica inteligente, que nos lleva a entender los conflictos y vicisitudes de quienes quedan atrapados en medio de la guerra, y al mismo tiempo valorar la fortuna de no estar en su lugar.
«Menos mal que los padres de Sergueich no seguían vivos para presenciar aquella nueva guerra. Descansaban uno junto del otro, detrás de la iglesia bombardeada, y no sabían nada de lo que ocurría en la tierra que los cubría». Andréi Kurkov.
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