Al ser detenidos, el primero en confesar fue Jon Venables: “Yo lo maté. ¿Qué le dirán a su mamá? ¿Le pueden decir que lo siento?”. Se mostraba inquieto y gritaba histéricamente que quería quitarse la ropa porque olía al bebé muerto.
Robert Thompson, en cambio, fue frío. Negó todo con vehemencia, pero se delató dando detalles de lo que llevaba puesto James Bulger esa tarde. Thompson, impasible, preguntó si habían llevado el pequeño al hospital “para revivirlo”. La prensa lo bautizó como “el chico que no llora”. En ese entonces se convirtió en el pequeño más odiado por la opinión pública de su país.
En el juicio, los acusados reconocieron que habían querido secuestrar otro niño para llevarlo a una esquina y empujarlo debajo de los autos. Pero la madre de ese chico apareció demasiado rápido y les había desbaratado el plan.
El zapato impreso en la mejilla de James coincidía ciento por ciento con la suela del de Thompson; la pintura azul analizada era la misma que la encontrada en la víctima. El 20 de febrero de 1993, fueron acusados de secuestro, torturas y asesinato en la Corte Juvenil de South Sefton. Y quedaron bajo custodia policial.
La ira y el horror dominaban a la opinión pública. Las familias de los acusados tuvieron que mudarse para huir de la gente que los hostigaba.
El 1 de noviembre de 1993 comenzó el juicio que se prolongó durante tres semanas. Se los juzgó como adultos. Los pequeños acusados estuvieron sentados en unos bancos más altos de lo normal para poder ver lo que ocurría.
El fiscal, Richard Henriques, sostuvo la idea de que debían ser juzgados como adultos. Para ello tuvo que rebatir el principio doli incapax del derecho anglosajón que presume que los chicos menores de 7 años no pueden ser responsables de sus acciones, pudiendo extenderse dicho principio hasta los 14 años. Venables y Thompson tenían 10, pero la Corte tomó la posición de Henriques y consideró que eran lo suficientemente maduros para saber que lo que habían hecho estaba muy mal y era grave. No en vano habían intentado disimular sus actos con mentiras.
Jon Venables y Robert Thompson cuando fueron detenidos. El primero reconoció el crimen y se mostró inquieto durante el interrogatorio policial, Por momentos gritó que quería quitarse la ropa porque olía al bebé muerto. El segundo negó todo. Se mostró frío y distante. La prensa lo bautizó «el niño que no llora»
A la psiquiatra de Thompson se le preguntó si su paciente podía distinguir el bien del mal y ella concedió: “Creo que sí”. Susan Bailey, psiquiatra forense que entrevistó a Venables, contestó algo muy similar.
La polémica por el principio doli incapax se extendió. En 1998, en Inglaterra y Gales, fue abolido el doli incapax para los niños entre 10 y 13 años, dándole la razón a Henriques. Pero el tema continuaría por décadas, porque el proceso como adultos contra Venables y Thompson siguió debatiéndose en todo el planeta.
La policía reprodujo durante el juicio 20 horas de entrevistas grabadas con los acusados, quienes no hablaron en público. Quedaba claro que Thompson encarnaba el rol de líder. Laurence Lee, abogado de Venables en ese entonces, dijo de Thompson:“Es el chico más temible que he visto en mi vida”.
Denise, la mamá de James, no asistió prácticamente al juicio porque estaba en la recta final de su embarazo de Michael. Revivir los crudos hechos que se exponían era totalmente desaconsejable.
El fiscal sostuvo en su alegato que los acusados habían tenido un plan. Y que eso quedaba demostrado porque habían querido secuestrar a otro chico, pero su madre se había dado cuenta a tiempo. Eso hecho fue reconstruido así. La familia estaban dentro de la tienda TJ Hughes cuando la madre vio que dos sujetos de muy corta edad querían llamar la atención de dos de sus hijos. Un momento después, ella relató que su hijo de 2 años y su hija de 3 estaban desaparecidos. Rápidamente encontró a la niña, pero no había señales del varón. Su hija le dijo: “Se fue afuera con un chico”. La mujer salió del local y empezó a llamarlo a los gritos. Lo encontró en manos de Thompson y Venables que estaban convenciéndolo de irse con ellos. Apenas vieron a la madre, los precoces criminales huyeron.
El 24 de noviembre de 1993, Venables y Thompson fueron declarados culpables. Se habían convertido en los convictos más jóvenes en la historia moderna de Gran Bretaña.
El juez pidió un mínimo de 8 años de cárcel y autorizó que sus nombres fueran revelados. Esto último fue muy criticado. El diarioThe Sun comenzó una campaña con una petición para aumentar la pena y juntaron 280 mil firmas. La presión tuvo éxito y, en julio 1994, se anunció que los culpables pasarían al menos 15 años en prisión. Pero las apelaciones y las diferentes opiniones de los letrados y de la Justicia fue moviendo ese límite. En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos, consideró que el juicio no había sido justo y que el trato a los menores acusados había sido “injusto y degradante”. Por supuesto la familia Bulger no estaba de acuerdo con esto, dijeron que eran ellos quienes se sentían degradados y desamparados.
Malos… ¿nacen o se hacen?
Luego de la sentencia, Robert Thompson fue recluido en el centro de seguridad y cuidados, Barton Moss, en Manchester. Jon Venables, en Vardy House, en St Helens, en Merseyside, demasiado cerca de los Bulger. A Jon Venables sus padres lo visitaban periódicamente. La madre de Thompson iba cada tres días. Tuvieron educación y rehabilitación.
Un equipo de psiquiatras, contratado por los abogados de los Bulger, determinó que Thompson encajaba en el perfil de un psicópata: no demostraba ningún remordimiento.
Finalmente, en junio de 2001, poco antes de cumplir los 19 años, fueron liberados y se les proporcionó nuevas identidades. Como ningún país quiso recibirlos, se optó por mudarlos a sitios secretos dentro de Inglaterra -con el mismo tratamiento que se les da a los testigos protegidos-, se les inventó una nueva vida con historias clínicas, pasaportes y seguros. Eso sí: las autoridades les impusieron algunas condiciones. No podían acercarse a la familia Bulger ni a la zona donde vivían (Merseyside), y debían reportarse a los oficiales de la probation. A la prensa se le prohibió divulgar sus nuevas identidades y sus ubicaciones.
La gente en Liverpool tomó la calle para mostrar su desacuerdo con esta decisión: estaba en contra de de la liberación y, también, de la enorme cantidad de dinero que se gastaba en ellos. El Gobierno británico habría gastado unos 4 millones de euros, desde 1993.
En ese tiempo los especialistas debatían las causas que habían llevado a Venables y Thompson a cometer el crimen. Culpaban, alternativamente, al pasado, a las familias de los acusados, a las malas compañías, a las películas violentas de moda… Pero, para otros, eso no era suficiente explicación: no toda familia disfuncional o violenta prohija asesinos, ni todo adicto a películas violentas resulta ser un torturador. ¿Era una sola causa o había causas concurrentes? ¿Podían los filmes ser instigadores? ¿El crimen era el resultado de mentes patológicas y perturbadas o de niños que crecieron en ambientes hostiles? Las respuestas eran más bien conjeturas.
Durante la investigación se comprobó que la película Child’s play 3 era uno de los videos que el padre de Jon Venables, Neil, había alquilado meses antes del asesinato, pero no se pudo constatar si Jon la había visto. Aun así las similitudes con algunos elementos del crimen abonaron la teoría de que los chicos habían copiado a Chucky. Ese muñeco siniestro poseído por el alma de un asesino serial es salpicado en una escena por pintura azul. En el interrogatorio los niños asesinos habían dicho que el filme los había inspirado.
La historia de James
Denise, la madre de James Bulger, la segunda más joven entre 13 hermanos, había dejado el colegio a los 16 años. Se había criado pensando que la maternidad era el rol más importante en la vida. Se enamoró de Ralph Stephen Bulger y se fueron a vivir juntos. El primer embarazo terminó mal porque el corazón de la bebé no latía: tuvo que parir a Kirsty que nació sin vida. Desolados buscaron un nuevo embarazo. Dos años después, el 16 de marzo de 1990, nació James Patrick Bulger. Un precioso y sonriente bebé de ojos azules. Pero la muerte los rondaba y James no llegaría a cumplir los tres años. Poco tiempo después del juicio por el crimen de James nacería el tercer hijo de la pareja, Michael Bulger. Pero la relación estaba detonada. El horror era demasiado peso y, en 1995, se divorciaron.
Al poco tiempo después del juicio por el crimen de James, la pareja tuvo un tercer hijo, pero la relación no resistió el horror vivido y se separaron
Al tiempo Denise se casó con un hombre que logró darle un poco de paz: Stuart Fergus. Siete años menor que ella, este electricista que la ama con devoción, hizo que recuperara las ganas de vivir. Con él siguió apostando a la existencia y tuvo dos varones más: León y Thomas Fergus. Hoy Michael Bulger y Thomas Fergus son paisajistas. Y León Fergus quiere ser diseñador de juegos de computadora.
Por su parte, Ralph Bulger también rehízo su vida y tuvo tres hijas. Pero rehacer sus vidas no significó jamás bajar los brazos en busca de justicia por James. En eso siguen juntos.
Ralph Bulger escribió, en 2013, su libro Mi James. Allí reconoció haber culpado a Denise por haberlo descuidado esa tarde y aclaró que luego se sintió avergonzado por haberlo hecho.
Denise Fergus publicó en enero de 2018 su propio libro, Lo dejo ir. En esas páginas tremendas recuerda los ataques de pánico que le impedían respirar cuando pensaba en los instantes finales de su hijo. También plasmó allí otro pensamiento que la perseguía. Ella que siempre había sido una madre cuidadosa y lo llevaba en cochecito, ese día no lo había hecho y le había soltado la mano para pagarle al carnicero. No podía perdonarse.
“Cuando uno pierde un hijo, pasa por distintas etapas. Te culpás a vos misma. Culpás a otros. Pero al final del camino solo hay dos personas para culpar y esas son las dos que se lo llevaron. Me llevó mucho tiempo darme cuenta. No era yo quién había matado a James”, escribió.
Hubo un tiempo en que Denise quiso morir, no podía ver sus juguetes, su ropa, su cama. “No podía soportarlo. Así que terminé mudándome con mi mamá”. No podía comer, no podía respirar, no podía dormir. La vida era imposible. Pero cuando tuvo a Michael tuvo que reaccionar: “Me di cuenta de que tenía que alimentarlo, cambiarlo. Esa pequeña persona que tenía en mis brazos de nuevo era mía. Tenía una mezcla de sensaciones encontradas. Estaba tan contenta de tenerlo, pero aún lloraba por James. Pensé que tenía que dejar de pensar en qué había pasado para pensar en qué estaba pasando. Ahí me convertí en madre de nuevo”. A partir de allí, Denise actuó con convicción, no quería envenenar a sus nuevos hijos con esa rabia y tristeza. Tendría que seguir adelante.
Jon, el pedófilo
Jon Venables nació el 11 de agosto 1982 en el seno de una familia compleja: padres divorciados (Neil y Susan), maltratos en la casa y hermanos con discapacidades. Los celos por la poca atención que recibía harían estragos. En 1991 fue expulsado del colegio por sus conductas violentas contra sus compañeros. Jon pasaba jueves y domingos con su madre, y el resto de la semana con su padre.
En el año 2000 un team de psicólogos, Venables ya tenía 17, concluyó en un reporte que el riesgo de que reincidiera era bajo y que tenía altas posibilidades de rehabilitarse. Se equivocaron. Venables salió libre, pero recayó siempre. Cuando en 2001 recobró la libertad, comenzó a beber, a tomar drogas, a distribuir pornografía infantil y a visitar la región prohibida de Merseyside, de donde era James.
Denise, espantada ante la posibilidad de que sus hijos se toparan con él, dijo: “Muchas veces pudo estar en contacto con cualquiera de mis hijos, incluso cruzarse con Michael Bulger alguna una noche por ahí”.
La tapa del diario The Sun cuando Jon Venables fue detenido por poseer pornografía infantil
En 2008 fue arrestado por estar alcoholizado, por posesión de cocaína y por provocar disturbios y peleas.
Venables le dijo a algunos conocidos su verdadero nombre, pero un día de 2010, temiendo que su verdadera identidad fuera revelada, llamó a su supervisor de libertad condicional. Cuando el funcionario llegó a su casa lo encontró enloquecido intentando romper con un cuchillo y un abrelatas el disco rígido de su computadora. El policía se percató de que algo no andaba bien y optó por llevarse la computadora. En el ordenador de Venables encontraron un total de 1.170 fotos de pornografía infantil con menores entre 2 y 7 años violados por adultos. Volvió a la cárcel y, en mayo de 2011, se le otorgó otra vez el beneficio del cambio de identidad, porque su foto había sido expuesta en las redes como pedófilo.
Los Bulger creyeron que la justicia les estaba tomando el pelo. Pidieron que no lo excarcelaran más, pero no lo lograron y Venables volvió a las calles. Denise y Ralph tenían razón: en noviembre 2017 volvió a ser detenido por posesión de pornografía y él admitió los cargos. Fue condenado a 40 meses de prisión. Hoy Venables nuevamente está en condiciones de pedir la excarcelación.
Robert, el frío
Por su parte, Robert Thompson, nacido el 23 de agosto de 1982, se mostró durante el juicio como un pequeño imperturbable. En el colegio tenía fama de matón y mentiroso compulsivo. A los 8 años pasaba gran parte de su tiempo en la calle con delincuentes. Era el quinto hijo de siete hermanos. Su padre golpeador dejó a su madre Ann, una alcohólica, cuando él tenía 5 años. Una semana después la casa fue devorada por las llamas. Ann intentó suicidarse.
Robert Thompson y Jon Venables eran muy amigos y encontraban placer torturando animales. Sus vecinos contaron haberlos visto hacer fechorías como volarle la cabeza a pájaros con un rifle de aire comprimido o atar por la cola a unos conejos a las vías del tren. En el colegio, robaban a sus compañeros. La dupla infantil escalaba en maldad bajo el comando de Thompson.
Thompson, al revés que Venables, se las ingenió para que trascendiera lo menos posible su vida luego de su liberación. Pareciera que no ha reincidido. O, al menos, muy poco se supo. En el año 2006, conformó una pareja gay estable (quien sabría su verdadera identidad) y se asentó en el noroeste de Inglaterra.
En el programa de la tevé inglesa The New Revelations sobre los motivos que podrían haber llevado a esos chicos a hacer lo que hicieron, esgrimieron la teoría de los celos de Thompson sobre su hermano menor. Lo sostuvieron sobre la base de los dichos de una cuidadora de Thompson, durante su reclusión, que aseguró estar sorprendida por el parecido físico entre el hermano menor de Thompson y James: “Misma edad, mismo aspecto, mismos ojos azules, mismo pelo rubio. Igualmente bellos. Me hizo pensar que pudo haber algo de rechazo a su hermano y que eso estuviera conectado con lo que hizo”. ¿Un parecido podría ser motivo de semejante crimen? El programa enfureció a Denise: “No puedo sentir empatía por los malvados asesinos de mi adorado hijo, que tenía solo dos años ”.
Las portadas anunciaron en título catástrofe la libertad de los asesinos de James Bulger
El documental incluía la voz de Thompson que, con 36 años, aseveró: “Me doy cuenta de que ahora soy una mejor persona, tengo una mejor vida y una mejor educación que si no hubiera cometido el crimen (…) Yo estaba fuera de control porque mi vida en las calles era mejor que mi vida en casa. No había nada para mí en casa (…)”.
Explicación a la que Ralph Bulger contestó: “El mensaje es horroroso. Mata un niño y tendrás el privilegio de una vida mejor. El tuvo en prisión educación de primera clase, consejeros y terapeutas. Mientras nosotros, la familia de James, fuimos tirados a los lobos con todo el dolor a cuestas”.
Denise, que logró ubicar a Thompson en 2004 y no se animó a confrontarlo, asegura que al ver al asesino de su hijo el odio la paralizó: “Mucha gente decente merece la oportunidad de enmendarse. (…) Ellos no son gente decente, porque no viven con los mismos parámetros morales que tenemos nosotros” pero, aclaró: “Yo no los quiero muertos, No soy una persona mala. Solo quiero que completen una sentencia apropiada en una prisión de adultos (…) No pronuncio sus nombres y trato de no pensar en ellos en ningún momento del día (…) Pero no los perdono. Perdonarlos sería traicionar a James. Nunca los perdonaré. Ni en mi lecho de muerte”.
Aquel detective de Merseyside, Phil Roberts, que entonces entrevistó a los asesinos, dice hoy: “No olvidaré nunca cuando los interrogué por primera vez. Sentí que estaba viendo al demonio en sus caras. Me di cuenta de que Thompson estaba a cargo, pero lo habían hecho entre los dos. Si no los hubiésemos encontrado, me temo que hubieran matado de nuevo. Eran pura maldad. No he cambiado mi parecer”.
Voracidad mediática
El caso Bulger sigue dando que hablar. En 2019 llegó a los Oscars. El documental irlandés, de 30 minutos, Detainment, estuvo nominado en la categoría Mejor corto de acción en vivo. Estaba basado en los interrogatorios reales a los acusados y fue dirigido por Vincent Lambe. Denise se disgustó por no haber sido consultada antes de que se filmara, y la organización Change.orginició una campaña para que el corto fuera quitado de los premios Oscar. Pero el director se opuso a retirarla porque dijo queDetainment se interesaba por “entender por qué pasó lo que pasó”.