Construir la suerte

5 marzo 2018
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Hace algunos días, durante una entrevista me preguntaron si me consideraba un hombre con suerte. Mi respuesta fue afirmativa. ¿Cómo no considerarme una persona afortunada si tengo el privilegio de contar con unos padres ejemplares, una esposa extraordinaria y unos hijos fantásticos? Hago lo que me apasiona, y cuento con amistades sinceras, leales y solidarias que me han acompañado durante décadas.

La suerte es tan importante es nuestras vidas que no debemos dejarla al azar. A la buena fortuna no se le tienta ni se le desafía, sino que se le programa, se le seduce, se le invita. Es incierta, claro, pero también es más probable que favorezca al preparado, al esforzado, al madrugador, porque como dice el adagio: “Dios reparte la suerte temprano, por la mañana”.

La suerte a veces llega disfrazada de tragedia. Otras, es la fatalidad quien toca a nuestra puerta usando sus mejores galas, y le abrimos con prontitud al confundirla con la ventura.

Tener suerte es más un arte que una circunstancia, es más una causalidad que una casualidad. Se debe mantener una mente abierta a nuevas oportunidades, se debe crear una red de contactos amplia como para incubar lo inesperado, y debes volverte lo suficientemente visible en tu ámbito de acción como para atraerla.

Hay quienes todo lo planean, pero Joichi Ito, catedrático del MIT, advierte: “Si planeas toda tu vida, por definición no podrás tener suerte. Así que tienes que dejar una rendija abierta”. Las agendas deben incluir siempre espacios para encuentros inciertos o “colisiones casuales”, como las promovidas por Google y otros grandes de Silicon Valley en sus instalaciones.

Conferencias, congresos, viajes de negocios, son ocasiones inigualables para poner a prueba nuestra suerte, pues encontraremos ahí a personas con intereses similares a los nuestros y también con deseos de aprender cosas nuevas, conocer a otras y generar oportunidades. Claro, los resultados serán mejores si vamos con actitud positiva, mantenemos una sonrisa y la mente abierta, y ¡ojo! dejamos el celular en el bolsillo.

“Hay quienes nacen con estrella y quienes nacen estrellados”, suele decirse al respecto. Regularmente, los primeros luchan, buscan, están ahí, y, llegado el momento, la suerte les sonríe; los segundos, se concretan a ver pasar la vida de manera pasiva, esperando con desgano, indiferencia y abulia el porvenir añorado.

Por supuesto que así nunca llegará. La suerte se construye y solo toca la puerta de quienes están preparados para recibirla.

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