¿Puede una democracia sobrevivir cuando sus ciudadanos no solo discrepan, sino que se desprecian mutuamente?

7 julio 2025
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En Colombia el debate público sobre la politica y los partidos o actores activos en el ámbito se ha convertido en una batalla emocional profundamente arraigada en la desconfianza y el rechazo hacia quienes sostienen ideas contrarias y aunque podríamos caer en la imprecisión de afirmar que esto es un fenómeno actual, nada sería más equivocado. Esta tendencia no es exclusiva de la Colombia actual, ni una tendencia regional; es un fenómeno que ya ha sido ampliamente estudiado y que se ha denominado como polarización afectiva (Iyengar & Westwood, 2015).

En ese orden, hablar de la carga emocional que en el ámbito político impide el dialogo entre diferentes ideologías si ha sido crucial en Colombia, pues el país ha oscilado entre modelos de gobierno constantemente opuestos. Sin embargo, es muy distinto relatar aquellas épocas de tradición conservadora o liberal donde Colombia migraba de un partido al otro, a evaluar la historia reciente, en la que el único punto de consenso parecía ser la necesidad de enfrentar el conflicto interno y respaldar a los gobiernos que lo combatían. Ese paradigma cambió abruptamente en 2022, con la elección del primer presidente de izquierda en la historia reciente del país.

Mientras que en países como Argentina, Brasil, Perú y Chile se habían vivido virajes ideológicos abruptos, en muchos casos como resultado del desencanto ciudadano con las promesas no cumplidas del gobierno anterior (Levitsky & Roberts, 2011) en Colombia aún no contemplábamos que esa alternancia politica lograra que las administraciones conservadoras permitieran la entrada del denominado “progresismo”. La elección fue, en efecto, un hecho inédito. Tal vez en ese momento se cuestionó si la legitimidad institucional ya no estaba en la lucha contra los grupos armados internos o en la lucha antidrogas; en este caso, la lucha era histórica, un grupo político con raíces insurgentes había logrado, con una campaña política, cuestionar a la sociedad sobre la inequidad, el olvido estatal y la exclusión social (Sánchez-Ancohea, 2022, p. 241).

No obstante, el encanto con el que llegó Gustavo Petro a la presidencia era frágil y sus decisiones lo condujeron a través de crisis políticas internas, escándalos personales y una polarización mediática que dificulto aún más, cualquier lectura mesurada de la realidad. Quizá el enfoque históricamente promovido de “mano dura” frente al crimen organizado, no tenía la firmeza de las rutas de diálogo, la justicia transicional o la inclusión de actores armados en los discursos de este nuevo grupo político. Especialmente ahora, basta con sentarte con una amigable familia colombiana para que surjan acaloradas discusiones sobre si Colombia esta al borde de volver a aquellas épocas de atentados, secuestro o extorsiones, especialmente con el reciente atentado al candidato presidencial Miguel Uribe, hijo de una emblemática periodista que pagó el más alto precio durante la persecución al tristemente célebre narcotraficante colombiano, cuyo nombre muchos prefieren no mencionar y que recuerda una época dolorosa de violencia, censura y opresión política que el país aún no olvida.

Si nos posicionamos de acuerdo a cifras, desde 2022, los homicidios en Colombia aumentaron un 4,3 %, pasando de 13,341 a 13,917, y la tasa subió de 25.8 a 26.5 porciento, lejos del objetivo de 24.5 para 2026 contenido en la Razón Pública del 2025. Encontramos en diversas estadísticas como “El colombiano” o “Infobae”que solo en los primeros meses del presente año, ciudades como Cali, Bogotá y Pereira registraron fuertes alzas y tan solo entre enero y abril de 2025 hubo 22 masacres, 69 líderes sociales y 20 excombatientes asesinados según datos de la Defensoría del Pueblo. Circunstancias que se suman al hecho de que, aunque los secuestros bajaron un 14 % en el segundo año de gobierno, habían subido 112 % el primero (La Silla Vacía, 2025).

Todo esto, sumado a que al gran temor de que la violencia armada creció 45 % solo en el primer trimestre de 2025 (Infobae, 2025b) y a pesar de que la violencia policial sí cayó 58.6 % en el primer año (INDEPAZ, 2023), esto no compensa el deterioro general.

No obstante lo anterior, hoy en día, con la difusión masiva de información, fácilmente podemos encontrar cifras que favorezcan más o menos al gobierno y en estas circunstancias es difícil que la percepción de inseguridad baje o que incluso se cumplan los objetivos de seguridad.  Desde esta perspectiva, tal vez lo mas preocupante del momento político, es la dificultad de acordar un diagnóstico común. En una rápida revisión online, es evidente que existen dos relatos incompatibles que siguen acrecentando la polarización afectiva actual, por un lado, se están sentando las bases de un proyecto democrático más justo; y por el otro, se vive una amenaza autoritaria disfrazada de justicia social.

Asi, desde las mismas redes sociales, que sirven de burbuja o ágora de confirmación (Waisbord, 2018) vemos que estas versiones estas lejos de ser concertadas y esto es profundamente doloroso para el dialogo democrático, pues no solo se esta percibiendo al otro como una amenaza existencial, sino que además, tal y como lo ha planteado Fukuyama (2018), pone en juego la estabilidad democrática que requiere no solo instituciones fuertes, sino también un sentido compartido de identidad cívica, mismo lazo emocional que en  Colombia parece haberse roto y el proyecto de nación no parece una cuestión colectiva, sino de exclusión simbólica entre la izquierda y la derecha.

REFERENCIAS*

Defensoría del Pueblo. (2025). Preocupante panorama de violencia en Colombia en los primeros cuatro meses de 2025. https://www.defensoria.gov.co/-/preocupante-panorama-de-violencia-en-colombia-en-los-primeros-cuatro-meses-de-2025

El Colombiano. (2025). Homicidios en Colombia 2025: aumento en Cali, Bogotá y Pereira. https://www.elcolombiano.com/colombia/homicidios-colombia-2025-gustavo-petro-cali-bogota-pereira-CN27083742

Infobae. (2025a). Estrategia de Petro para combatir la criminalidad en las ciudades. https://www.infobae.com/colombia/2025/06/06/esta-es-la-estrategia-de-gustavo-petro-para-combatir-la-criminalidad-en-las-principales-ciudades-de-colombia/

Fukuyama, F. (2018). Identity: The demand for dignity and the politics of resentment. Farrar, Straus and Giroux.

Infobae. (2025b). La violencia en Colombia se incrementó un 45 %, reconoce informe de ONG cercana al gobierno Petro.
INDEPAZ. (2023). Informe: Un año del gobierno Petro. https://indepaz.org.co/wp-content/uploads/2023/08/INFORME_UN_AN%CC%83O_GOBIERNO_PETRO_2023.pdf

Iyengar, S., & Westwood, S. J. (2015). Fear and loathing across party lines: New evidence on group polarization. American Journal of Political Science, 59(3), 690–707. https://doi.org/10.1111/ajps.12152

La Silla Vacía. (2025). Las cifras de seguridad de los dos años del gobierno Petro. https://www.lasillavacia.com/silla-nacional/las-cifras-de-seguridad-de-los-dos-anos-del-gobierno-petro/

Levitsky, S., & Roberts, K. M. (Eds.). (2011). The resurgence of the Latin American left. Johns Hopkins University Press.

Razón Pública. (2025). La seguridad con Gustavo Petro: saldo en rojo. https://razonpublica.com/la-seguridad-gustavo-petro-saldo-rojo/

Sánchez-Ancohea, A. (2022). Desigualdad (es) y pobreza, problemas persistentes en Colombia. Revista Interamericana de Educación de Adultos, 44(2), 241-260.

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