AVISO DE CURVA Rubén Olvera

25 abril 2025
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La Agenda 2030 se tambalea

Al regresar del descanso de Semana Santa, las autoridades de los tres órdenes de gobierno —aquellas que cuentan con buenos asesores— encontraron sobre sus escritorios un resumen del informe “América Latina y el Caribe y la Agenda 2030 a cinco años de la meta”, presentado por la CEPAL a inicios de abril.

La utilidad de este documento reside en que es un semáforo en rojo, pues a cinco años del plazo establecido, la CEPAL advierte que solo un 23 % de las 169 metas podría cumplirse en la región. 

¿Este porcentaje hace tambalear el modelo de desarrollo sostenible impulsado por la ONU? Es posible. El tiempo se agota, y los desafíos no son muy distintos a los de 2015, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Agenda 2030.

Está claro que algunos objetivos vitales están en riesgo. Entre ellos, erradicar la pobreza y el hambre, reducir las desigualdades y garantizar el acceso universal al agua.

La CEPAL se pregunta si las autoridades no desplegaron todas sus capacidades para atender los retos. Algunos analistas independientes, por su parte, señalan algo que puede incomodar a la ONU: posiblemente las metas no eran realistas desde el principio, y ahora lo reconocemos.

Dejemos por ahora de lado las posibles causas. Lo importante es que las consecuencias del fracaso serán graves, especialmente para los más vulnerables. Una vez más —como ocurre desde hace décadas—, alcanzar un desarrollo sostenible en los ámbitos social, económico y ambiental parece alejarse en el horizonte, como una utopía.

Por fortuna, no todo está perdido: hay una luz al final del informe, siempre y cuando las autoridades latinoamericanas renueven el compromiso que asumieron hace una década. 

La ONU debería convocar a los países de la región para evaluar sus avances y replantear sus estrategias. Es urgente. Por supuesto que los gobiernos tendrán que asignar más recursos al impulso del crecimiento económico y priorizar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) dentro de sus planes y programas de desarrollo.

El gran reto, sin embargo, es dejar atrás simulaciones y discursos ideológicos vacíos. Hay mucha retórica en algunos planes de desarrollo. En ocasiones, la Agenda 2030 pasa a segundo o tercer plano. En el papel, los programas se alinean con los ODS, pero en la práctica no se evalúa su impacto real en el cumplimiento de las metas.  

Ahí está el verdadero problema, como lo resalta la CEPAL. No es imposible revertir esta tendencia, pero es poco probable debido, entre otros factores, a las capacidades limitadas que han demostrado los gobiernos ante estos desafíos.

Cuando dije que los buenos asesores deberían informar a sus superiores —presidenta, gobernadores y alcaldes— sobre los hallazgos de la CEPAL, me refería a que, tarde o temprano, la ONU señalará a los países que se han quedado atrás en el cumplimiento de las metas. Y, con toda seguridad, el organismo internacional resaltará las fallas de los gobiernos al diseñar, ejecutar y, sobre todo, evaluar políticas públicas para alcanzar los ODS. 

El modelo de desarrollo sostenible estará a salvo; lo que será cuestionado rigurosamente son las capacidades de los gobiernos para hacerlo realidad.

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