AVISO DE CURVA Rubén Olvera

17 octubre 2025
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Alito y Romero a destiempo

Tengo la impresión de que “Alito” Moreno y Jorge Romero habrían sido mejores dirigentes en otra época, frente a otros adversarios y en un contexto distinto. 

No digo que a los presidentes nacionales del PRI y del PAN les falte oficio; por algo están ahí. Solo que su perfil parece desfasado.  De otro modo, ¿cómo explicar que ninguno haya sabido capitalizar el desgaste natural de Morena en el poder? 

En cualquier otra democracia, los casos polémicos recientes ya se habrían traducido en votos para la oposición. Las encuestas, sin embargo, muestran lo contrario: Morena mantiene una amplia ventaja rumbo a 2027.

Veamos el caso de Alejandro Moreno. El exgobernador de Campeche tiene un estilo de grito y cachetada que habría sido útil cuando gobernaba Vicente Fox, y el PRI intentaba regresar al poder. 

En aquel momento, la mayoría votó por Fox para castigar al PRI, no por convicción panista, ya que su base era limitada. Por eso las preferencias podían cambiar con facilidad. Además, la propaganda oficial carecía del alcance actual. 

En ese escenario, un dirigente más rudo y con colmillo —al estilo de Alito— habría sido más exitoso para exhibir las insuficiencias del foxismo. Ocurrió lo contrario: el PRI naufragó, arrastrado por el tono suave de Roberto Madrazo.

Muy distinto fue López Obrador, quien leyó correctamente el contexto. Y con su estilo combativo logró atraer al elector volátil y estuvo a punto de arrebatarle la presidencia al PAN. 

Eran tiempos de confrontación más que de reflexión. Pero con la llegada de la 4T, las estrategias debieron ajustarse. A diferencia del PAN de Fox, Morena conserva un sólido arraigo territorial y un voto duro considerable, mientras su propaganda opera con precisión entre las bases. 

Por eso, las convicciones de esa militancia son casi inamovibles. No cambian ni a sombrerazos. De hecho, las encuestas revelan que el voto leal a Morena es prácticamente inmune a los escándalos políticos. 

Una alternativa inteligente sería cuestionar los resultados del gobierno con argumentos y evidencias, y promover la reflexión entre los votantes sin partido e indecisos. Para eso, el PRI necesita un dirigente más sereno y propositivo, ya que esos ciudadanos, poco interesados en la política partidista, verían una escena de gritos y cachetadas como un talk show, no como liderazgo.  

Jorge Romero, en cambio, es la némesis de Alito: cuidadoso, dialogante, conciliador. Siempre impecable. Rara vez se arremanga la camisa y pisa terreno para “mover almas”, como decían los viejos panistas. 

Pero esa moderación y elegancia se desdibujan cuando Morena hace política como si estuviera abajo en las encuestas. Los promotores de la 4T peinan todo el territorio y visitan cada hogar.

Frente a esta forma de operar, el PAN no necesita un líder de eventos de élite. Romero habría encajado mejor en los años de Felipe Calderón, cuando el panismo se desgranaba en vanidades internas y requería una dirigencia conciliadora, discreta, sin protagonismos. 

Hoy el PAN tiene unidad, pero no el respaldo suficiente para competir con Morena en 2027. Y Romero insiste en conciliar cuando lo que el PAN necesita es un líder que busque votos, incluso con alianzas.

La política es de momentos. Ni Moreno ni Romero terminan de encajar en este tiempo. Pero eso se sabrá en junio de 2027; quizá muy tarde.

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