
La reforma que promete descanso
En un video de redes sociales, el cantante Cristian Castro realiza una legendaria apología del ocio. En una entrevista, confesó que su propósito en la vida es motivar a la gente a no hacer nada. “Las personas siempre quieren estar haciendo algo, pero yo no; yo no tengo nada que hacer, absolutamente nada.” Así, despreocupado, desinhibido y casi cómico, dejó claro que su aspiración es dedicarse por completo al ocio.
Estas palabras, que algunos tomaron como ocurrencia, otros como confesión y espero que muy pocos como enseñanza, abren la puerta a una discusión real que podría impactar en el bienestar de los trabajadores mexicanos.
¿El tiempo libre es un lujo reservado para artistas como Cristian Castro o una necesidad legítima para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores? La respuesta no es anecdótica, aunque el video del cantante lo parezca. Detrás hay un tema socialmente relevante: el equilibrio entre trabajo y vida personal.
El debate es añejo, pero hoy cobra importancia con la iniciativa para reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. Una reforma a la Ley Federal del Trabajo que, para sorpresa de los trabajadores, sigue en pausa o, como se dice en México, continúa “estudiándose”.
De aprobarse, sería tan importante como cualquier otra de gran calado, considerando que México es uno de los países donde más horas se trabaja en la OCDE y América Latina. En contraste, Chile y Colombia ya hicieron ajustes graduales que permitirán a sus trabajadores disponer de más tiempo libre sin sacrificar salario.
El común denominador de estas experiencias es que el tiempo de descanso no es tiempo perdido, sino horas que se traducen en bienestar, salud y convivencia. El tiempo libre es un objetivo social, no un lujo, y representa el derecho a compartir más momentos con la familia y la comunidad.
A pesar de estos argumentos, hay división en México. Los sindicatos apoyan firmemente la jornada de 40 horas, pero el sector empresarial pide cautela, y lanza una advertencia: una reforma apresurada afectaría al PIB, la competitividad y la inflación.
Este argumento adquiere sentido visto desde otro ángulo: a diferencia del hijo de la actriz Verónica Castro —que quizás tenga resuelta su vida económica—, hay personas que necesitan trabajar, pero no encuentran empleo o, si lo tienen, sus ingresos no alcanzan para cubrir el gasto del hogar.
En estos casos no hay descanso. La prioridad es encontrar empleo, salir de la informalidad y escapar de la pobreza laboral. Todo ello en una economía que no ha crecido lo suficiente para generar trabajos formales y bien remunerados para todos. Desde esta perspectiva, más que ampliar el tiempo libre, se necesita impulsar el PIB, el empleo y los ingresos.
Entre estos enfoques —mayor descanso o cautela en la reducción de la jornada— transcurre la discusión: ¿ampliar el tiempo libre para mejorar el bienestar o crecer para generar más empleos e ingresos? La experiencia internacional muestra que un punto medio es posible: aplicar ajustes graduales que den más descanso sin asfixiar la economía.
Esperemos que los foros de consulta no se extiendan tanto como la jornada laboral que se busca reducir.