Impuestos a puertas y ventanas: Escrito por Enrique Martínez y Morales.

20 julio 2015
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martinez twitterPara los políticos, abordar el espinoso tema de la recaudación fiscal siempre resulta incómodo, por decir lo menos. Todos los gobiernos necesitan hacerse de recursos para ejercer sus funciones; por ello tienen facultades para recolectarlos.

Gravar el ingreso, el consumo o el patrimonio del contribuyente, son algunas alternativas del Estado para dirigir sus esfuerzos fiscales y cumplir así su encomienda. Todos tienen un grado de dificultad para ser cobrados y todos son también impopulares, además de alterar los sistemas económicos y sociales en diferente grado.

El reto de la autoridad es minimizar estos efectos y aprovechar la ocasión para reducir las desigualdades sociales.

A Santa Anna se le atribuye el haber inventado un impuesto a las puertas y ventanas. La referencia a esta acción se hace siempre con el afán de exacerbar la vileza del villano favorito nacional por excelencia.

Para comenzar, debemos aclarar que dicha contribución no fue ideada por “el más protervo de los mortales”, como lo llamara Simón Bolívar. Otros países, como Francia, la habían implementado medio siglo antes, y contaba con una serie de ventajas sobre otras bases recaudatorias.

Si hoy en día, a 160 años de expedido el bárbaro decreto santanero y con todas los facilidades tecnológicas a la mano no resulta fácil impedir la evasión y la elusión fiscal, no quiero ni pensar en la complejidad para fiscalizar y auditar empresas e ingresos personales en tiempos de la Reforma.

“Hay tres cosas que no se pueden ocultar”, solía decir sabiamente mi abuelo: “El embarazo, lo tontejo y el dinero”. Quien tiene alta capacidad contributiva vive, regularmente, en una casa grande con muchas puertas y ventanas. Cobrar impuestos con esa base indiciaria era una herramienta útil para determinar un monto justo a pagar, sin necesidad de entrar a la casa o abrir los regularmente adulterados libros contables de las empresas.

El sistema recaudatorio implementado por Santa Anna diferenciaba los cobros por zona, por existencia de servicios públicos y por materiales de construcción de las viviendas; exentaba de su pago a los jornaleros, a los desposeídos, a las viviendas deshabitadas, hospitales, escuelas, iglesias…

Todo impuesto es impopular, aunque, al contextualizar el de las puertas y ventanas parece menos descabellado. Los gobiernos tienen siempre el difícil reto de hacerse de recursos, y deben aplicar todo su ingenio y capacidad para conseguirlo sin generar efectos negativos en la economía.

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