Algo que vale la pena contar: “Edición 08 Diciembre 2014

8 diciembre 2014
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Preocupante la noticia de que Finlandia, país modelo en la educación mundial, ha decidido terminar con la práctica y enseñanza de la escritura a mano. ¿Cómo? sustituyendo clases de escritura manual por clases de mecanografía en el teclado QWERTY para el ciclo escolar 2016-2017. Seguramente esta nueva modalidad comenzará a ser replicada en otras partes del globo, debido a que este país mantiene una excelente reputación educativa de acuerdo a los resultados presentados en los exámenes PISA.

Adiós a los cuadernos y por ende un paso más allá, a los libros de carne y hueso, o mejor dicho de tinta y papel. ¿Bienvenidas las tabletas? Según el razonamiento de los expertos: “En un futuro inmediato solamente utilizaremos dispositivos tecnológicos, por lo que parece normal que la escritura a mano corra la misma suerte que otras materias o conocimientos que se han considerado desfasados, como por ejemplo, el latín…” ¿Será?

Lo cierto es que como ya lo hemos referido con anterioridad, no se trata de santificar o satanizar las nuevas tendencias educativas estrechamente ligadas a las nuevas tecnologías. Para el caso de la lectura, ya ahondaré en el aporte de la próxima semana algunas puntualizaciones, pero hablando estrictamente de escritura, reflexionemos.

Científicamente se encuentra demostrado que el cambio de los procesos en nuestra forma de escribir, modifica invariablemente nuestro modo de pensar y por ende nuestra manera de comunicarnos con los demás.  Cuando escribimos a mano, asociamos nuestras ideas con las letras que vamos a utilizar para plasmarlas, repetimos mentalmente las palabras antes de escribirlas, lo que implica práctica en el uso correcto de la ortografía ya que no tenemos a mano un corrector automático como en los dispositivos electrónicos. Con lo anterior se fortalece además nuestra fluidez de ideas, capacidad de lectura y memoria.

Algunos estudios realizados en escáneres de imágenes a nuestro cerebro mientras se llevan a cabo los dos tipos de escritura, han podido confirmar que cuando se escribe a mano el cerebro se encuentra más activo que cuando se teclea. Existe un mayor esfuerzo mental, se activan más áreas cerebrales en la construcción completa de cada letra y luego de la palabra y oración, que la simple elección de una opción (tecla) para transmitir el mensaje.

Además existe un valor añadido a la escritura hecha a mano, la transmisión de sentidos y características muy personales. Escribimos apresurados, con calma, enojados… podemos incluso detectar el tono de la voz o el volumen de la misma, la fuerza de los trazos, la inclinación, el punteo, resultan únicos e individuales en cada persona.  No queda duda de que la escritura hecha a mano deja como huella del autor rasgos de su personalidad y carácter, se vuelve el vehículo idóneo de la elocuencia, las emociones y el estado de ánimo de quien escribe. 

Inclusive al escribir manualmente, aplicamos una fuerte coherencia entre una y otra palabra, entretejiendo pensamientos que enriquecen nuestra habilidad de comunicación. Todo lo contrario sucede cuando aplicamos la comunicación a través de un teclado, ya que con las separaciones entre letra y letra, estos espacios interrumpen la fluidez del pensamiento disminuyendo las respuestas motoras en el cerebro. Por ende la capacidad de hilvanar ideas, así como la asimilación y memoria disminuyen significativamente. 

Esta nueva forma de comunicarnos ha afectado inclusive la propia tradición oral. Hagamos un ejercicio mental, recuerde usted las conversaciones de sus abuelos e incluso las de sus padres, aquella manera ágil y detallada que tenían para contarnos historias y anécdotas, residía poderosamente en el ejercicio al que se encontraba habituado su cerebro para dictar una palabra, ojo, una palabra detrás de otra. Hoy al escribir letra por letra, tenemos que separar el flujo de ideas, por ende anulamos el tiempo de la frase, interrumpimos el ritmo y la respiración propia de la escritura. Así, toda respuesta motora que es interrumpida frecuentemente suele ser retenida en un plazo mucho menor en nuestra memoria. Como resultado tenemos menos concentración en llevar un ritmo, asimilar ideas y la lectura resulta más difícil y menos atractiva.

A medida que los caracteres se fueron simplificando, que fueron existiendo espacios entre las letras, también se fue perdiendo la cohesión, la unidad de las ideas y los pensamientos continuados. Hoy siguiendo el patrón actual, la comunicación oral también se ha venido espaciando, escuche usted por ahí cualquier conversación y encontrará un diálogo en el que cada interlocutor no utiliza más de dos o tres palabras cuando ya requiere una respuesta. 

Adaptarse o morir, celebrar que los tiempos cambien o mantener que apocalípticamente es el fin de una era para la humanidad, son reflexiones que más allá de encasillarnos en un supuesto grupo a favor o en contra, deben preocuparnos respecto a las consecuencias colaterales que pudieran resultar. Rezo porque algún día no deje de existir la electricidad o las baterías, seguramente nuestros descendientes no sabrán siquiera como rotular un mensaje escrito en las paredes para la posteridad. Como bien decía Samuel Becket  «Las palabras son todo lo que tenemos.»

Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.

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