AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

9 abril 2021
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La pandemia, el jinete trágico que podría combatir la desigualdad

¿Qué político, ya sea de izquierda o derecha, conservador o progresista, no ha prometido disminuir la pobreza y/o combatir la desigualdad? Tal ofrecimiento se ha convertido en una condición necesaria para emprender una campaña electoral o gobernar en países en vías de desarrollo. Hablar de precariedad y concentración de la riqueza se convirtió en el obús y señuelo favorito de los políticos (lo primero para dinamitar a sus opositores, y lo segundo para atraer a las masas hacia la telaraña de la “prosperidad”).

Además de incrementar el gasto y crear nuevos programas sociales, la magnitud del problema ha obligado a que distintos líderes empeñen su palabra asegurando que poseen la solución para la creación de empleos y la promoción del crecimiento; la valentía para la implementación de políticas redistributivas; y la inteligencia para conducir a la población de escasos recursos hacia el Estado de Bienestar.

Pero, ¡oh, sorpresa! En la mayoría de los países, ya sean democráticos o absolutistas o encabezados por líderes mesiánicos o tecnócratas, el Estado ha fracasado en alcanzar la tierra prometida del progreso, desarrollo y justicia social.

Al contrario, esas selvas latinoamericanas o llanuras africanas han sido fértiles para que la pobreza y la desigualdad crezcan y echen profundas raíces, imposibles de arrancar con los instrumentos de política pública que posee el Estado moderno.

En realidad, la precariedad y las diferencias sociales se combaten de las formas más insospechadas y sin la intervención del Estado. Existen fenómenos poderosos que en ciertos momentos de la historia han logrado reducir la desigualdad y elevar los ingresos de la clase trabajadora. Por ejemplo, una guerra o una pandemia.

A propósito del Covid-19 y de la pobreza y la concentración del ingreso que, según los más recientes estudios, han crecido durante el último año, me llamó la atención, y por supuesto recomiendo ampliamente, el libro “El gran nivelador. Violencia e historia de la desigualdad desde la Edad de Piedra hasta el siglo XXI”, escrito por un experto en historia económica, el austriaco Walter Scheidel, y publicado en 2018.

Entre los descubrimientos que detalla el autor para explicar la desigualdad económica y la concentración de la riqueza en distintas épocas de la historia, así como identificar aquellos sucesos que se asocian con la redistribución, los cuales han funcionado para “nivelar” el ingreso y la riqueza, destaca la incapacidad o ausencia del Estado como ente igualador. Al contrario, en ciertos momentos históricos, la nobleza y los terratenientes han utilizado el poder estatal para mantener la desigualdad y asegurar sus privilegios.

Pero aún más interesantes son los planteamientos que concibe Scheidel respecto a los sucesos históricos que sí actúan, bajo ciertas circunstancias, como diques que ponen fin a las diferentes etapas de la creciente desigualdad y pauperización de la clase trabajadora. El propio autor los identifica como los “cuatro jinetes de la nivelación violenta”: la guerra, la revolución social, el desmoronamiento del Estado y, extrañamente, las plagas y pandemias.

¡Fascinante! ¿Quiere decir que la pandemia provocada por el Covid-19 podría constituirse como un “jinete trágico de la igualdad y el combate a la pobreza”? Y si esto es verdad, ¿los políticos deberían dejar que las fuerzas del mercado realicen aquellas funciones redistributivas que el Estado no es capaz de ejecutar?

Exploremos la historia antigua. Para Walter Scheidel, el siglo XIV resultó particularmente trágico, sobre todo en los países europeos, debido a la pandemia conocida como la peste negra, la cual trajo consigo un efecto inmediato en la mortalidad masiva de personas. Contradictoriamente, diversos estudios citados por el autor documentan un mejoramiento en el nivel de vida de la población trabajadora y un curioso descenso en la desigualdad.

Lo que sucedió fue que la relación oferta-demanda hizo lo suyo. El shock demográfico provocado por la pandemia impulsó dos consecuencias económicas que facilitaron su acción igualatoria. Por una parte, la reducción de la población provocó el encarecimiento de la mano de obra y el abaratamiento de las tierras en poder de la élite terrateniente.  La consecuencia fue un alza en los salarios reales de los trabajadores y una disminución en el costo de la renta de las parcelas para cultivo.

Por otro lado, la disminución de la población modificó la estructura social, terminando prácticamente con la servidumbre. Los campesinos ahora podían rentar las tierras y obtener ganancias directas al comercializar sus productos. La pandemia terminó, al menos por un tiempo, con el salario de subsistencia.

Al menguar las fortunas de los terratenientes y al incrementarse los salarios reales de los campesinos, la consecuencia inmediata fue la disminución en la desigualdad económica, social y política en la Europa del siglo XIV.

El mercado funcionó a excepción de aquellos países en donde la nobleza utilizó a su favor el poder coercitivo y violento del Estado. Es decir, la desigualdad permaneció o se incrementó en lugares cuyas autoridades regularon los salarios, impidieron la libre movilización de los trabajadores y dinamitaron la organización y capacidad negociadora de los campesinos.

El libro no va dirigido tanto a los políticos, pero dada su propensión a ofrecer soluciones mágicas para combatir la pobreza y la desigualdad, valdría la pena se den un tiempo para explorar nuevas ideas a partir de las lecciones que nos deja la historia.

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