Secuestró a su familia 18 años para “protegerla de las maldades”: la brutal historia del “químico loco” que inspiró una película

7 febrero 2021
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El cine mexicano ha capturado distintos acontecimientos en la historia del país: desde la Revolución hasta la masacre de Tlatelolco y el asesinato de Colosio. Sin embargo, hay un suceso insólito, que pocos conocen, pero que impactó a una familia para toda su vida.

El director Arturo Ripstein fue el encargado de llevar el testimonio a la pantalla grande en 1972: El Castillo de la Pureza. Luis Spota lo retrató en la literatura con La Carcajada del Gato, novela publicada en 1964.

Un clásico de la nota policiaca en México, la historia verdadera comenzó en el invierno de 1959, cuando un hombre encerró a toda su familia durante 18 años para “protegerla de las maldades” de la sociedad. Varias fuentes señalan que Rafael Pérez Hernández, el padre de familia y nacido en Jalisco en 1905, justificó su decisión hasta el día que murió.

Las víctimas de su cruel castigo fueron su esposa, Sonia María Rosa Noé, y sus seis hijos, a quienes nombró con palabras inusuales y que evidenciaban su delirio: Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir y Libre Pensamiento.

Todos vivían dentro de una casa grande que también funcionaba como fábrica de raticida (Foto: ancdotario.blogspot)

Todos vivían dentro de una casa grande que también funcionaba como fábrica de raticida. Al padre, con tantos clientes, le auxiliaban sus hijos durante largas jornadas de trabajo a elaborar el veneno que mata roedores.

Como tenían prohibido salir de la casa, los seis descendientes no podían asistir a la escuela. La madre, Sonia, le suplicó a su esposo que sus hijos tuvieran educación. Así, Rafael la entrenó para ser maestra: además, le enseñó a toda su familia a escribir, leer, hacer cuentas, y los introdujo a la religión cristiana.

No obstante, otros reportes aseguran que la madre les enseñó a leer y a escribir a escondidas de su padre. Las declaraciones contradictorias de Rafael, Sonia, y de los seis hijos alimentaron a los diarios de la Ciudad de México por meses. “El químico loco”, “inhumano sujeto”, “loco secuestrador”, “el químico secuestrador”, es como algunos lo describían.

Solamente los alimentaba con avena y frijoles, una dieta estricta que presuntamente fomentaría su espiritualidad.

Rafael Pérez Hernández era un hombre con una apariencia perversa y lúgubre. Siempre vestía de negro y no tenía su brazo izquierdo, el cual un accidente de tren le arrancó en el año 1915 (Foto: ancdotario.blogspot)

Rafael Pérez Hernández era un hombre con una apariencia perversa y lúgubre. Siempre vestía de negro y no tenía su brazo izquierdo, el cual un accidente de tren le arrancó en el año 1915.

Un titular de la época lo describió así: “Inhumano Sujeto Tuvo Secuestrada a su Familia Durante más de 15 Años”.

Sonia e Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir y Libre Pensamiento no tenían permitido nunca ver por las ventanas, tapizadas con madera, de la casa, y mucho menos salir a la calle.

Distintos reportes mencionaban que el padre castigaba a los que desobedecían con sanciones del estilo de la Santa Inquisición, y que algunos de los hijos intentaron escapar en ocasiones. Además, de que Rafael había taladrado agujeros en las paredes del hogar para poder espiar a todos en cualquier momento.

Sonia e Indómita, Libre, Soberano, Triunfador, Bien Vivir, y Libre Pensamiento no tenían permitido nunca ver por las ventanas, tapizadas con madera, de la casa, y mucho menos salir a la calle (Foto: ancdotario.blogspot)

Un día, años después, la policía arribó a la casa de los macetones, como la bautizó la prensa y como se le conoce hasta hoy. Los elementos de seguridad irrumpieron en el domicilio porque, presuntamente, un ciudadano encontró en el pavimento de la calle un mensaje escrito en el papel que se utilizaba para envolver pan. Un llamado de auxilio escrito por la hija mayor.

La llegada de los uniformados significó el fin de la cárcel creada por Rafael Pérez Hernández y, por lo tanto, la liberación de su familia. Ese día México conoció uno de los casos que ahora forman parte de la historia de la nota roja en el país.

La casa, ubicada en Avenida Insurgentes Norte y la calle Godard, cerca de donde ahora se encuentra la estación de Metro La Raza, en la Ciudad de México, tan sola por 18 años ahora se encontraba llena de psiquiatras, la Cruz Roja, agentes del Ministerio Público, funcionarios públicos, escritores, autoridades religiosas, y activistas y protectores de mujeres y niños.

Todos pedían castigar al padre de familia que había encerrado a su familia, contra su voluntad, por tanto tiempo.

Era una casa inmensa, con puertas pesadas, ventanas altas, paredes elevadas, muebles antiguos, camastros viejos, y patios con abundantes macetones (Foto: ancdotario.blogspot)

En la época se divulgó que el primer matrimonio de Rafael había sido fallido. Cuando conoció a Sonia, descendiente de vascos, se dio cuenta de la belleza que existía: celoso, no toleraba que otros hombres la miraran en la calle.

Sonia María Rosa Noé tenía los ojos azules y el pelo rubio. Encantó a Rafael desde que cruzaron miradas un día de otoño del año 1937. Él hizo su mejor esfuerzo para persuadirla de que se convirtiera en su esposa: en 1938 se casaron.

Siete años duró un matrimonio estable, hasta que comenzó el encierro en la casa de los macetones.

Hoy el inmueble ya no está ahí, pero en la primera mitad del siglo XX era una casa inmensa, con puertas pesadas, ventanas altas, paredes elevadas, muebles antiguos, camastros viejos, y patios con abundantes macetones.

La llegada de los uniformados significó el fin de la cárcel creada por Rafael Pérez Hernández y, por lo tanto, la liberación de su familia (Foto: ancdotario.blogspot)

La policía de la Ciudad de México envió a Rafael al Palacio de Lecumberri: de estilo afrancesado e inaugurado por el presidente Porfirio Díaz, fungió como cárcel del año 1900 y hasta 1976.

Se le acusó del delito de privación ilegal de la libertad a su familia, de portar armas de fuego sin tener licencia para ello, y de forzar a todos a trabajar todo el día, todos los días, entre otros crímenes.

Reportes de la época describen cómo la esposa y los seis hijos tenían miedo y pánico en sus rostros por haber sido sometidos durante tantos años. Vestían ropa anticuada, cortes de pelo caseros, no tenían modales, eran tímidos, y se espantaban ante cualquier estímulo del mundo exterior.

“Su aspecto hacía creer cualquier fantasía”, declaró La Prensa.

Vestían ropa anticuada, cortes de pelo caseros, no tenían modales, eran tímidos, y se espantaban ante cualquier estímulo del mundo exterior (Foto: ancdotario.blogspot)

Durante el juicio del padre creció la historia y distintas versiones salieron a la luz. Algunas afirmaban que Rafael Pérez Hernández rogaba por piedad y decía que era inocente. Otras que nunca sintió remordimiento.

De acuerdo con un reportero de El Nacional, el sujetó le aseguró que se trataba de un complot entre su esposa e hijos para robarle todo el dinero que había ganado en su vida.

Las más extremas declaraban que sus hijos nunca estuvieron presos. El diario mexicano La Prensa se encargó de entrevistar a comerciantes a los que Rafael visitaba con sus hijos, una vez a la semana, para comprarles artículos. “¡Qué iban a estar encerrados ni qué nada!”, dijeron algunos.

Rafael Pérez Hernández murió en noviembre de 1972. Un día no aguantó más y, con una cuerda, se ahorcó en su celda de prisión. Se suicidó (Foto: ancdotario.blogspot)

Según el medio, “nadie” se tomó la molestia de visitar la casa de los macetones para encontrar las fotografías en las cuales, Rafael prometía, se podía observar a la familia entera en distintos paseos.

En su declaración ante el agente del Ministerio Público se presentaron decenas de ciudadanos, periodistas, y reporteros y representantes de la radio y televisión mexicana. Crónica señala que Rafael le dijo a uno de sus hijos: “No mientas, Librecito. Me estás perjudicando con eso que dices y sabes que es falso”. El joven de 15 años de edad no rectificó.

Rafael Pérez Hernández murió en noviembre de 1972. Un día no aguantó más y, con una cuerda, se ahorcó en su celda de prisión. Se suicidó. La Prensa afirmó que Sonia “lo seguía queriendo” como el primer día que se conocieron y que sus hijos ya lo habían perdonado.

 

Información de: Infobae

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