ROSA MEXICANO

21 septiembre 2020
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El pediatra de mis hijos

Después de Papá Dios el doctor

Memo Guerra me permitió pasar

De la niñez a la adolescencia de

Marcos y Sol menos empanicada

“Velia, dale a la señora Durán un

Calmante; yo me encargo de este

Muchacho travieso” Le oía decir

VOY CON MI HACHA  

 

Aunque no necesito pretexto alguno para reconocer la gran trayectoria profesional del doctor Don Guillermo Enrique Guerra Valdés y su vida de hombre bien nacido, en esta ocasión me cuelgo del homenaje que este fin de semana le ofrecieron  en Monclova el Ayuntamiento y el DIF que en la ciudad dirige la señora Pamela Garanzuay, esposa ella del alcalde Alfredo Paredes.

De haber sabido con anterioridad le hubiera pedido a mis hijos que me llevaran aunque llegara en mi segunda dirección: la andadera.

Después de Papá Dios, al doctor Memo Guerra, como se le conocía y se reconoce en Monclova, Marcos y Sol le deben su vida, luego de que uno y otro, traviesos como fueron ambos  llegaba al consultorio  enloquecida y a punto de la histeria; el  tomaba al muchacho y le decía a Velia, su asistente, “dele un calmante a la señora Durán; yo me encargo de este muchacho travieso.”

Marcos llamaba sin proponérselo al peligro; se fracturó  un brazo después de que se cayó de un árbol al que se trepó luego de caerse de una pared y de bajadita del árbol se trajo una escalera que le cayó encima  provocándole la fractura.

Otra vez, comiéndose una rebanada de melón, le picó una abeja en el labio. Casi se raja la panza cuando tomó un taladro del taller de carpintería de mi Papá, ahí mismo se tomó una botella de aquellas fantas originales que estaba repleta de thiner, aguarrás, petróleo y no sé qué tantos etcéteras más, por lo menos un par de veces le salieron nuevecitas la uñas de manos y pies  y allá voy yo corriendo con el doctor Memo Guerra

Los niños son de hule, eso si, después de los 7 años hay que cuidarlos más porque surgen las fracturas, decía para tranquilizarme pero ya antes le había escuchado eso de “Velia, dele un calmante a la señora Durán, vamos a ver que trae ahora,  este güerejo”.

No me fue mejor con Sol. Las travesuras de Marcos eran algo así como con audio. Uno siempre sabía donde estaba. Las de Sol eran en mutis. Pero para entonces ya había aprendido a qué sin poner oídos sordos al accidente, a calmarme y que los niños eran de hule. Pero seguía corriendo con el doctor Memo Guerra además de que mis hermanos menores ya habían crecido,  me apoyaban y me llevaban al accidentado del día, al periódico y córrele con el doctor Guerra.

Después de haber cuidado a ocho hijos varones y a una hija machetona que también vivió una niñez accidentada,  mi mamá sostuvo siempre, que ninguno de ellos ni yo misma habíamos  sido tan traviesos como Marcos. Y se lo dijo en su cara muchísimas veces; volteaba a ver a Sol y le decía: Tu no fuiste un angelito, que digamos.

Y de eso y más pero muchas cosas más los salvó el par de angelotes que les puso Papá Dios y por supuesto a ese angel llamado Guillermo Enrique Guerra Valdés que uno tras otro, dedicó 75 años de su ejemplar  vida, los dedicó al ejercicio de su vida profesional de tal suerte que calcule que cantidad de niños atendió en ese lapso.

En su calidad de director de la clínica del Seguro Social, el doctor conoció a Sol en incubadora, por lo prematuro de su nacimiento. Cuando se entera de que estaba internada, me hizo el favor de ir a saludarme y comentó;

“El niño está bien en la incubadora a donde lo refirieron porque tiene ictericia. Y yo en babia. Si, cuando un menor nace prematuramente tienen ictericia que es señal de la inmadurez de su hígado y se ponen amarillos. No se porque no se puso Rosa Mexicano”..

Quédese tranquila, los dos están muy bien cuidados, están en el Seguro Social”. Dio la media vuelta y se fue.

Además de mis hijos,  yo le debo tanto al doctor Memo Guerra.

Otro profesional del ramo, manda volar a la mamá o al niño, a los dos o ya no me atiende para la segunda vez.

El supo como encaminar todo aquel mundo de nervios y lágrimas con que una mamá primeriza llevaba de urgencia a su muchacho pensando que su caso era de muerte y nada, a Papá Dios  y Memo Guerra, gracias nos sacaba a los dos de nuestras respectivas crisis.

Y eso, no tiene precio.

Además de las consultas de urgencia, Marcos y Sol fueron atendidos mes a mes por su pediatra de oro al que seguimos consultando en Monclova porque supe de siempre que no iba a encontrar otro pediatra como él.

Y dudo de que vuelva a existir otro médico como él.

Baste saber qué, a sus cien años, aún ejerce la medicina en la práctica privada y que el año pasado dedicaba mediodía a escribir un libro sobre la llegada de las vacunas a esta parte del mundo.

Le pido a Papá Dios que le permita esa lucidez con que vive esta parte de su vida, tan plena y ordenada como siempre.

Gracias Doctor por todo y por tanto que significa en mi vida . por haber atendido a mis hijos tan bien, que al margen de las visitas de urgencia al cónsul, como yo le llamé siempre a su consultorio, ya en Saltillo, Marcos se enfermó por vez primera, a los 14 años y Sol a los doce.

Siempre tuvimos cada uno a su ángel de la guarda y los tres, a Usted.

Que Papá Dios lo guarde siempre.

Alcalde Paredes y señora Pamela, ese homenaje no es merecido.

ES MERECIDISIMO. Gracias por eso.

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