AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

18 septiembre 2020
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Cómo salir de la crisis según los chilenos

El más reciente libro del geógrafo Jared Diamond, Crisis. Cómo reaccionan los países a los momentos decisivos, no pudo haber llegado en mejor momento. En estos tiempos plagados de incertidumbre, resulta de enorme utilidad conocer algunas lecciones de sabiduría, patriotismo, liderazgo y honestidad, identificadas por el autor como patrones utilizados por distintos países para superar la adversidad.

Los casos presentados en el libro son ricos en información y variados en implicaciones. Aborda la crisis estallada en Finlandia por la invasión de la Unión Soviética; las transformaciones emprendidas por Japón a partir de la llegada de buques de guerra norteamericanos a Tokio en 1853; el derrocamiento y suicidio de Salvador Allende en 1973 en Chile; los asesinatos en masa perpetuados en Indonesia; la devastación alemana de posguerra; la crisis de identidad australiana; y concluye con las actuales debilidades del sistema democrático estadounidense.

Cada uno de estos países enfrentó un momento decisivo, un punto de inflexión, ya sea repentino o gradual, que se convirtió en un enorme desafío identificado como una crisis. Lo interesante es que, años después, varias de estas naciones son ejemplos de estabilidad y progreso.

¿Cómo gestionaron estos países sus respectivas crisis? Jared Diamond examina las decisiones tomadas en esos momentos definitivos. Encontró que, dadas las restricciones sociopolíticas, geopolíticas y de riqueza nacional, los factores que determinan la gestión exitosa de una crisis y la recuperación de una nación son: realizar una autoevaluación honesta y realista de la situación; actitud para la búsqueda de acuerdos políticos; implementar cambios selectivos; respetar los valores fundamentales que definen la identidad a una nación; presencia de dirigentes con suficiente liderazgo para gestionar los cambios; y, por último, adoptar soluciones que han funcionado en otras naciones.

Un ejemplo llamativo de la aplicación de algunos de estos factores es el caso de Chile. País que actualmente goza de una democracia consolidada y, aunque persisten las desigualdades sociales, es innegable el progreso económico que ha mostrado en las últimas décadas. No obstante, en ciertos momentos de su historia reciente, las libertades democráticas se vieron seriamente comprometidas frente a lo que el autor identifica como momentos de crisis.

En el capítulo “Un Chile para todos los chilenos”, se plantean dos momentos decisivos en la historia reciente del país sudamericano. En ambas situaciones, Diamond describe la ausencia o la presencia de los factores anteriormente descritos, como la explicación del rumbo que tomaron los acontecimientos políticos y sociales de esta nación.

Inicia en 1973 cuando el ejército derrocó al Gobierno democrático de Salvador Allende. Sin pretender justificar lo sucedido, Diamond señala a la creciente polarización, la intransigencia y la imposición de cambios drásticos en la económica (por ejemplo, la nacionalización de la industria del cobre en poder de empresas estadounidenses) sustentados en un diagnóstico poco realista, y el rompimiento de una añeja tradición chilena sustentada en la cultura del acuerdo político, como los ingredientes que impulsaron el golpe de Estado orquestado por los militares.

Posteriormente, con el propósito de contextualizar al lector respecto al segundo momento decisivo, Diamond aborda la crueldad con la que Augusto Pinochet dirigió al país durante 17 años, aunque, curiosamente, destaca la gestión económica del general que, con apoyo de los denominados Chicago Boys, logró que Chile retomara la senda del crecimiento.

Si bien el segundo punto de inflexión no es precisamente una crisis, sí puede considerarse una disyuntiva histórica, ya que, a partir del triunfo histórico del “No” a la reelección de Pinochet en 1988 y el arribo al poder de Patricio Aylwin en 1990, Chile, sobre todo el sector más radical de la izquierda, pudo tomar la decisión de regresar a sus “locuras intransigentes” y hundir de nuevo a la nación en la violencia y el rencor.

No sucedió así.  Bajo el lema “Un Chile para todos los chilenos”, la nación sudamericana retomó uno de los factores que le habían asegurado estabilidad y progreso en el pasado. Me refiero a la cultura del acuerdo y el ejercicio del buen gobierno.

A decir del autor, el cambio selectivo que más influyó para que Chile volviera a ser una democracia funcional, fue esa formidable “voluntad de tolerar, negociar, encontrar puntos de acuerdo y compartir y alternar el poder”.

Al mismo tiempo, a pesar de la alternancia entre izquierda y derecha que ha sucedido en Chile después de la era Pinochet, los distintos gobiernos han hecho una evaluación honesta y realista del funcionamiento de las políticas económicas de libre mercado iniciadas por la Junta Militar, concluyendo que éstas han sido benéficas para el crecimiento y el desarrollo, por lo que estimaron debían permanecer.

Un diagnóstico equivocado fue lo que llevó a Salvador Allende a promover la polarización política y la falta de negociación y acuerdos, y a tratar de establecer un modelo económico contrario a los valores democráticos profundamente arraigados en este país. Malabares que trajeron como consecuencia el establecimiento de una fatal dictadura y la cancelación de la vida democrática durante 17 años.

Ésta es, sin duda, la gran lección que nos deja Chile desde la óptica de Jared Diamond, la cual se resume en una frase de orgullo e identidad nacional, la cual seguramente has escuchado de algún amigo chileno: “Somos distintos, porque sabemos gobernarnos”

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