AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

29 mayo 2020
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Porfirio Muñoz Ledo, verdugo del presidencialismo

Conocí a Porfirio Muñoz Ledo en 1999. En aquel entonces, se desempeñaba como diputado federal por el PRD y, si mal no recuerdo, presidia la Comisión Permanente del Congreso de la Unión. Acudimos a invitación de un perspicaz colaborador suyo, con el propósito de escuchar algunos planteamientos del legislador respecto a la extinta idea de instaurar un sistema parlamentario en México.

Eran años en los que el lenguaje político se nutria, cada vez con mayor apetito, del concepto de “cambio”. De tal forma que, algunos estudiosos de la ciencia política y las políticas públicas, comenzaron a entusiasmarse con la posibilidad de desarrollar proyectos de investigación con un enfoque comparativo, contrastando las bondades de los sistemas parlamentarios y presidencial para mejorar la gobernación en el país.

Cuando alguien pronunció la palabra “presidencialista”, de inmediato inició el debate. Los ánimos comenzaron a desbordarse, por lo que, algunos de los presentes, buscaban en el rostro del experimentado político un gesto de rechazo para quienes recriminaban al modelo parlamentario. Esa mueca nunca llegó. Al contrario, la respuesta de Porfirio Muñoz Ledo fue extraordinaria.

Los invitados a desayunar a aquel local ubicado al Sur de la Ciudad de México, enmudecimos y nos dispusimos a escuchar. Con ese pensamiento lúcido y legítimo que lo caracteriza, Muñoz Ledo puso orden en la conversación: “Es un falso debate”, dijo categórico. Quienes teníamos la idea de que el legislador simpatizaba con los sistemas parlamentarios europeos, quedamos sorprendidos.

Es interesante pensar que a pesar del tiempo y de los cambios que han transformado al sistema político mexicano, la tesis que Muñoz Ledo planteó en en 1999, sigue vigente. Me atrevo a parafrasear sus palabras, con el riesgo de que la memoria me falle un poco: “No se trata de sustituir un modelo de gobierno por otro, o de descalificar las insuficiencias del presidencialismo con las bondades del parlamentarismo. La reforma del Estado debe ser una tarea gradual pero consistente, valiente lo mismo que inteligente. Es decir, debemos encontrar los mecanismos legales y políticos que nos permitan acotar el poder del Presidente. Porque han sido esas facultades extra constitucionales y esos rasgos dictatoriales del gobernante en turno, los que han provocado espeluznantes efectos para la democracia de este país”.

En aquellos momentos, se percibía un aroma a transición. El régimen priista se encontraba exhausto. En consecuencia, las palabras de quien, junto a Cuauhtémoc Cárdenas, fundaron el Frente Democrático Nacional en 1988, provocaron un frenesí demócrata entre los asistentes. Poco duró el furor. De inmediato, el legislador federal, precisó el sentido de su mensaje (de nuevo cito de memoria): “No adelantemos vísperas. No basta con un cambio de partido para acordonar al presidencialismo. Habrá que garantizar, en primer lugar, una autentica división de poderes. La transición, por lo tanto, es apenas el comienzo de un difícil camino rumbo a la democratización de este país. Debemos tener el mayor de los cuidados, porque a veces, la democracia, también tiene sus errores y exabruptos”.

La reunión se prolongó por varias horas. Ciertamente, la mayor parte de sus intervenciones, el entonces perredista, las dedicó a hablar de política partidista (se acercaban tiempos electorales, y Muñoz Ledo habría de participar como candidato a la presidencia de la República en el 2000 por el PARM). Sin embargo, para regocijo de quien esto escribe, ese espíritu académico que lo envuelve, le permitió continuar con la tarea de esclarecer sus planteamientos, no a favor del sistema parlamentario, pero sí en contra del régimen presidencialista que, a la fecha, parece rejuvenecer.

Para un político con el olfato de Muñoz Ledo, no pasaba desapercibido el desgaste del modelo presidencialista identificado con el PRI. A mediados de 1999, prácticamente vaticinaba que en el 2000 vendría un cambio de partido en el poder. No se equivocó. Tampoco erró al decir que, para los demócratas, la transición no debería convertirse en el colofón de sus esfuerzos, sino en el principio de sus problemas.

Seguidamente, al calor de la discusión, el legislador confesó: “Para acotar esas facultades extra constitucionales del Ejecutivo, es ilusorio pensar en instaurar un sistema parlamentario. En cambio, debemos encontrar las formas que fortalezcan el trabajo de los otros poderes. Garantizar un auténtico mecanismo, legal y político, de pesos y contrapesos, que sosiegue los exabruptos presidenciales, lo cuales, les advierto, seguirán presentándose”. ¡Adivino!

Las palabras que Porfirio Muñoz Ledo pronunció en aquella mañana del verano de 1999, predijeron, sin excepción, eventos políticos futuros. Pero, además de academia, también sabe hacer política. Tal es el caso que, a lo largo de su carrera, ha tenido la oportunidad de oponerse, legal y políticamente, al presidencialismo.

Sucedió recientemente cuando, como legislador del partido en el poder, rechazó la iniciativa que intentaba reformar la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, con la que se buscaba ampliar las potestades del Presidente para reasignar en forma discrecional el presupuesto frente a la contingencia de salud. Afirmó: “No voy a apoyar algo que otorga facultades unipersonales al Ejecutivo al margen de la Constitución”. ¡Demócrata siempre, Porfirio!

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