AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

10 abril 2020
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El próximo Presidente debería ser un microempresario

El COVID-19 se ha ensañado con el empleo en México. Las autoridades federales acaban de anunciar la pérdida de más de 340 mil puestos de trabajo en menos de 30 días.

A este ritmo, antes que finalice la primera mitad del año, más de un millón de desempleados comenzarán a consumir sus ahorros para sobrevivir, y sus posibilidades de volver a su empleo serán mínimas, ya que se estima que los verdaderos efectos de la crisis se dejarán sentir en la segunda mitad de 2020.

Sin producción, sin mercado, sin apoyo del gobierno, las empresas no tendrán mayores alternativas que cerrar o reducir sus niveles de producción. De cualquier forma, se verán en la necesidad de despedir a más personas todavía.

Al anunciar la reciente pérdida de empleos, el Presidente se lanzó en contra de las grandes empresas, señalando que“están despidiendo trabajadores”. En cambio, dijo el mandatario, “las micro y pequeñas empresas están resistiendo heroicamente y están manteniendo el empleo”.

Tal vez lo primero que deberíamos dejar en claro es que ¡estamos en una crisis! Si el problema es la salud, y las autoridades no aplican medidas de contención y fortalecen el sistema de atención médica, las personas contagiarán y enfermarán; otras, lamentablemente, están muriendo.

Si la crisis es económica, y no se implementan las acciones remediables, las empresas tendrán que ajustar su plantilla de personal o, si es necesario, cerrarán en forma definitiva. No es un problema moral ni de patriotismo. El problema es de sobrevivencia.

Entendamos que las empresas son unidades productivas sujetas a las fatalidades del mercado. Son organismos fundamentales para la economía y el desarrollo pero, lamentablemente, no son instituciones públicas que vivan del presupuesto.

La economía también se enferma y requiere de especialistas que prescriban buenas recetas. La medicina puede ser costosa pero, si se logra contener la pérdida de empleos, valdrá la pena todo el gasto, que en realidad es inversión.

Tal vez el gobierno requiere de un López-Gatell que informe, dicte medidas y organice a las instituciones y a la población para defender el empleo.

Es más, así como para algunos que le ven perfil de presidenciable al Doctor Hugo López-Gatell, también, en un futuro, la figura de quienes enarbolen como bandera al empleo, lograrán captar muchos seguidores.

Créeme, la crisis económica que viene afectará tanto al empleo que México tardará varios años en recuperarse, y dejará tal huella que los electores desearán haber tenido a un procurador del empleo como Presidente.

Desafortunadamente, el empleo no se defiende por decreto o regañando a los empresarios. Las fuentes de trabajo se construyen invirtiendo. El gobierno puede contribuir con una atinada política de fomento y apoyos, pero, en condiciones normales, el empresario sufre y batalla todos los días para generar y mantener los puestos de trabajo de su empresa.

Por eso resultó de mi interés que el Presidente llamara ‘heroicas’ a las micro y pequeñas empresas (MIPYMES) que durante la crisis han logrado mantener el empleo. Hay algo de política en las palabras del mandatario. Sin embargo, tiene razón: si en condiciones normales mantener un empleo en las MIPYMES es una labor titánica, hacerlo durante una recesión, sin apoyo del gobierno, debe catalogarse como un verdadero acto de heroísmo.

Por ello, sin quererlo, el Presidente nos permitió identificar a una de las figuras que un futuro deberían convertirse en protagonistas de la vida política de México: los micro, pequeños y medianos empresarios.

Imagine usted a más de 4 millones de unidades productivas organizadas en torno a un programa que defienda el empleo. Millones de personas que han sufrido las peripecias de abrir y sostener una pequeña empresa, haciendo propuestas para combatir la pobreza y la desigualdad con la mejor herramienta de política pública que pueda existir, y que ellos manejan a la perfección: la creación de empleos.

No hablo de uno de los grandes empresarios, partidarios, la mayoría de ellos, de programas conservadores. Hablo de personas que viven de su trabajo, que no le cuestan al gobierno porque no dependen de los programas sociales, que arriesgan su patrimonio para abrir un taller en la cochera o una guardería en su propia casa.

Al pasar de los años, nos daremos cuenta que la querella entre neoliberales y progresistas, o conservadores y populistas es falsa. Concluiremos que ninguno de estos frentes fue capaz de combatir la pobreza y la desigualdad o de llevar a México a un periodo de crecimiento sostenido.

Tal vez entonces pensemos en una figura diferente, alejada de la política tradicional pero cercana a los creadores de empleo, y con ella busquemos un nuevo comienzo para México.

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