AVISO DE CURVA Rubén Olvera Marines

13 septiembre 2019
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AMLO, reinventarse o perder las elecciones

Los meses que restan de 2019 serán fundamentales para que el presidente López Obrador reinvente su gobierno. La razón es sencilla: si en 2020 no mejoran los indicadores de crecimiento, empleo y seguridad, en 2021 perderá las elecciones intermedias, por lo que, antes de lo esperado, iniciará el declive; la transformación prometida tendría que esperar.

Los primeros meses han resultado un reto para el tabasqueño: o el país no se deja gobernar por la ideología de izquierda o, simplemente, la nación no ha logrado adaptarse el nuevo estilo de gobierno.

No es falta de ímpetu o claridad de propósitos. Si alguna huella dejará López Obrador, será la energía y terquedad que le imprime al ejercicio de gobierno. Al mismo tiempo, ya desde sus anteriores campañas, lo mismo que a su paso por el gobierno del Distrito Federal y en las ideas que dejó plasmadas en distintas publicaciones, nos reveló los designios que contemplaba para el país y la forma de lograrlos.

Hay algo que no ha salido bien. Ni su considerable popularidad ni su exorbitante ritmo de trabajo han sido suficientes para asegurar una profunda transformación o al menos mejorar las condiciones económicas y de seguridad del país. De hecho, sorprendió que en una encuesta levantada recientemente por Consulta Mitofsky, el actual presidente, con un 62% de aprobación ciudadana, no pudo superar a los presidentes Fox y Calderón; ni mencionar al presidente Salinas, cuya aprobación, allá en septiembre de 1989, descollaba el 70%.

Podría argumentarse que es temprano para exigir una transformación o un impulso considerable al crecimiento económico, situaciones que no se dieron durante décadas en el país. Lamentablemente, al prometer, López Obrador abrió una grieta en su gobierno, además, actualmente se sitúa en un contexto cuya exigencia social por resultados inmediatos, no le otorga mucho margen para postergar las transformaciones o extender el plazo para pacificar al país y crecer al 4%.

Ésta es la fisura en el gobierno de López Obrador: la magnitud de sus promesas. A medida que avanzaba su campaña por la presidencia y surgía la necesidad de diferenciarse de los gobiernos del PRI y del PAN, las dimensiones de sus ofrecimientos y la expectativa ciudadana para su cumplimiento crecían y crecían.

“No hemos crecido adecuadamente en los últimos 35 años, tenemos una tasa promedio del 2% y esto ha impedido que se puedan crear empleos”, señaló durante su campaña. Prometió que en su gobierno “la economía crecería en un 4% en promedio”.

Por otro lado, al inicio de su campaña aseguró que a la mitad del sexenio ya no habría guerra, se reducirían los índices delictivos y se conseguiría la paz.

Una tasa de crecimiento del PIB del 0% o una escena que muestra cuerpos desmembrados suspendidos de un puente, no dañan tanto a un político como sí lo hace la persistencia de una promesa incumplida.

Es cierto, los plazos no están vencidos. Pero, si la economía crece este año en menos del 1% y para 2020 en 2%, entonces el reto irá in crescendo, al grado que se requerirán tasas superiores al 5% en cada uno de los cuatro años siguientes.

Lo mismo sucede para el tema de la inseguridad.  En campaña López Obrador aseguró que, desde el primer día de su gobierno, modificaría la “estrategia que no ha dado resultados”. Sin embargo, siendo este 2019 identificado como un año extremadamente violento, surge, naturalmente, la preocupación de la población en torno a la nueva estrategia y su efectividad para pacificar al país.

En 2018, la idea de la transformación era un clamor generalizado de los electores. Venía reclamándose cada vez más la reducción de los índices delictivos y de violencia, un alto a la corrupción y garantizar un mayor crecimiento de la economía.

Es difícil entender el contundente triunfo de López Obrador sin la existencia de promesas tan concretas y alentadoras. Por lo que, a diez meses de asumir el cargo, se percibe un marcado asedio por sus opositores y por ciudadanos que, legítimamente, no pueden esperar más, para ver materializado en su bolsillo y en su seguridad los ofrecimientos de la Cuarta Transformación.

Aunque válidos, considero excesivos y, en algunos casos, exóticos los reclamos de la oposición. No obstante, para mantener los niveles de aceptación y enfrentar la realidad de gobernar, López Obrador se enfrenta a la disyuntiva entre dar un “golpe de timón”, ya que, al menos durante los primeros meses, los resultados no son los ofrecidos, o, en el extremo, mantenerse como si continuara en campaña, hasta cumplidos los tres años de gobierno.

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