Calatrava, multado por “macroscópica negligencia” en su puente de Venecia

14 agosto 2019
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Santiago Calatrava tiende puentes tanto a la posteridad como a la polémica. El que tendió en Venecia y se inauguró en 2008 con la fanfarria mediática que suele acompañar al arquitecto valenciano fue controvertido desde el principio por sus defectos y su sobrecoste, independientemente de la opinión sobre el atractivo de su forma. Se abrió entonces un largo litigio que ahora se ha cerrado con una condena del Tribunal de Cuentas de la ciudad de los canales a Calatrava. Deberá pagar casi 78.000 euros al erario público por una serie de errores que encarecieron la construcción del Puente de la Constitución. La sentencia, datada el 6 de agosto, señala que la obra costó finalmente 11,6 millones frente a los siete millones previstos.

Esta estructura ligera y flexible, que desde ciertos ángulos puede recordar el ala abierta de un ave, es el primer puente que se levantaba en Venecia en 125 años y su función es unir la estación ferroviaria de Santa Lucía con la Plaza Roma, donde aparcan los vehículos que llegan por la única vía terrestre. Mide 94 metros de largo y un ancho que varía entre los 5,58 metros y los 9,38. Es una obra menor por sus dimensiones para el autor de la catedralicia estación de la Zona Cero de Nueva York, en la que duplicó el presupuesto inicial (costó 1.790 millones de euros), pero mayor por su simbolismo. Construir algo nuevo en Venecia es un privilegio al alcance de muy pocos.

Sin embargo, este proyecto le está saliendo caro para su prestigio. Los jueces le dan un varapalo en la sentencia. Hablan de “macroscópica negligencia” en el diseño del proyecto que derivó en el encarecimiento y en varias modificaciones desde su inauguración. Una circunstancia “aún más grave” pues la obra fue asignada a un “estimado profesional de fama mundial y de elevadísima competencia, con una larga y probada experiencia en la construcción de puentes”. Junto a Calatrava, de 68 años, ha sido condenado a pagar 10.989 euros el ingeniero, Salvatore Vento.

 

Esta infraestructura estuvo siempre envuelta en problemas, retrasos y polémicas. A las críticas por su elevado coste se sumaron las de los retrasos en la construcción, así como los numerosos resbalones y caídas de las personas que lo cruzaban debido a su pavimento en cristal y que le obligaron a modificar. Nada que no hubieran padecido ya los bilbaínos con la no menos polémica pasarela Zubizuri que tendió Calatrava sobre la ría. Además, dada la falta de accesibilidad del puente de Venecia para las personas en sillas de ruedas, tuvo que construirse posteriormente una plataforma para evitar la barrera arquitectónica que el proyecto inicial no había tenido en cuenta y que ha costado cerca de dos millones de euros. Esta sentencia rectifica la absolución que decretó en 2015 el mismo tribunal.

Hay una larga lista de sobrecostes y litigios en las obras de Calatrava. En 2016, el Supremo condenó al arquitecto a pagar 2,9 millones de euros a la promotora del Palacio de Congresos de Oviedo por su conducta “negligente” que provocó daños en la obra. El presupuesto de otro puente, en este caso en Jerusalén, se duplicó, lo que desató airadas protestas de los ciudadanos. El complejo de 4.811 metros cuadrados del Palau de les Arts tuvo un coste de 465 millones de euros, cuatro veces má de lo previsto, y las losetas de la cubierta empezaron a desprenderse en 2013, siete años después de la inauguración. En el caso de la bodega Ysios, la familia Domecq, propietaria de esta construcción en Laguardia (Álava), demandó a Calatrava para que asumiera el coste de dos millones del arreglo de la cubierta, que, según ellos, tiene goteras. Similar es el caso del rascacielos Turning Torso, en Malmoe (Suecia), con un sobrecoste de 170 millones de euros, lo que provocó varias dimisiones políticas en la ciudad. El arquitecto había recibido varios premios por el diseño.

Pero Calatrava también tiene sus defensores. Sostienen que se le busca para erigir hitos no obras funcionales y lo llegan a comparar con Bernini, que se le cayó una torre en el Vaticano y ya nadie se acuerda, como hizo el arquitecto Daniel Libeskind, director del plan de la Zona Cero, cuando salió en su defensa.

 

Información de: El País

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